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El diario de Agustín

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29 de enero de 2009

El silencio de los espectadores no dura mucho. Hay escenas que provocan exclamaciones de asombro, de espanto, de indignación. Se oyen murmullos, comentarios al vecino de butaca -sea conocido o desconocido-. También se escuchan risas ahogadas, especialmente ante el cinismo de algunos jerarcas activos o en retiro de la plana mayor del diario El Mercurio. Como el ex director Arturo Fontaine Aldunate, o el ultraderechista asesor comunicacional de Pinochet y ex columnista de La Segunda, Alvaro Puga Cappa (Alexis), que nunca supieron nada o que olvidaron todo lo que convenía olvidar. Este último, refiriéndose a los crímenes de la dictadura militar, admite con naturalidad que “600 u 800 chilenos muertos no significan nada en la historia del país”. Y que “matar comunistas era una necesidad biológica”.

Todo esto ocurre con El diario de Agustín, la película dirigida por el cineasta Ignacio Agüero Piwonka (Cien niños esperando un tren, Aquí se construye, No olvidar), y producida por el periodista y economista Fernando Villagrán Carmona, ex subdirector de la revista Apsi. La base documental del guión, escrito por ambos realizadores, es aportada por seis alumnos egresados de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile (Hans Stange, Claudio Salinas, Elizabeth Harries, Paulette Dougnac, Raúl Rodríguez y María José Vilches) que realizaron un trabajo de investigación coordinado por la periodista Claudia Lagos.

Durante 80 minutos, a través de documentos, entrevistas a testigos y protagonistas, se van destruyendo tres montajes urdidos durante la dictadura militar para encubrir brutales violaciones de los derechos humanos, en los que la empresa periodística de Agustín Edwards Eastman, y en general el periodismo de la época, jugó un rol decisivo. Se develan los montajes de la Operación Colombo -el caso de los 119 detenidos desaparecidos que habrían “aparecido” muertos en Argentina luego de “exterminarse entre ellos como ratas”-; el asesinato bajo tortura de la dirigenta comunista Marta Ugarte, en 1976, cuyo cuerpo, lanzado al mar, emergió en una playa de Los Molles, y la detención y tortura de los jóvenes Iván Barra y Jorge Jaña, acusados de participar en una protesta en el Parque O’Higgins durante la visita del Papa Juan Pablo II, en 1987. Las fotos que supuestamente los identificaban fueron publicadas en El Mercurio, pero ninguno de los dos había estado en el lugar de los hechos.

El diario de Agustín inauguró el Festival Internacional de Documentales de Santiago (Fidocs) y fue aplaudido en salas desbordadas de público. Antes se había presentado en Buenos Aires, en el Festival de Cine DocBsAs, y los favorables comentarios que suscitó fueron un auspicioso preámbulo para su exhibición en Chile.

El principal protagonista del documental, Agustín Edwards Eastman, intentó infructuosamente impedir la inscripción del título de la película en el registro de marcas comerciales y del dominio eldiariodeagustin.cl en NIC Chile.

¿Cómo llegaron al tema de Agustín Edwards y “El Mercurio”?
Ignacio Agüero: “En un evento escuchamos al abogado de derechos humanos José Zalaquett referirse a la impunidad de los torturadores. Mencionó el titular del 24 de julio de 1975 del diario La Segunda: ‘Exterminados como ratones’, identificándolo como un acto criminal impune. Luego, con motivo del Informe Valech, la sicóloga Elizabeth Lira dijo que en Chile se tendía a olvidar hechos de violencia y que era un tema que quedaba en manos de la sociedad. Ambas cosas nos quedaron dando vueltas. Rápidamente surgió la idea de hacer una película sobre la prensa, y concretamente sobre El Mercurio”.

¿Cómo se gestó el trabajo de investigación realizado por estudiantes?
Fernando Villagrán: “Nos parecía mejor que esta historia de impunidad fuera contada con la mirada de jóvenes que no habían vivido los hechos. Conversamos con Faride Zerán, directora del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile y se llegó a la idea de un taller académico. Nosotros fuimos parte de ese equipo”.

Ignacio Agüero: “Conversamos con mucha gente, porque hacer una película sobre El Mercurio era un desafío grande. La cineasta Carmen Luz Parot nos sugirió trabajar con estudiantes, y nos gustó la idea”.

Desmontando el montaje

¿Hubo hallazgos o descubrimientos no esperados?
Ignacio Agüero:“Todos los relatos de los montajes que aparecen en la película son descubrimientos. La Operación Colombo y el crimen de Marta Ugarte son conocidos. Pero como son tantos los casos de violaciones de los derechos humanos, en la memoria van quedando sólo los titulares, no el detalle de cómo ocurrieron y cómo fueron cubiertos por la prensa. Por ejemplo, no sabíamos que Agustín Edwards fue declarado reo…”.

¿Por qué lo declararon reo?
Ignacio Agüero: “Por calumnias e injurias, a causa del montaje por dos jóvenes que fueron acusados de dirigir la protesta del Parque O’Higgins”.

Fernando Villagrán: “La Operación Colombo era muy difícil de explicar. En parte porque son 119 asesinados, pero además porque el tema de la película es el montaje. Y al desmontar esa historia nos fuimos encontrando con revelaciones. Por ejemplo, un abogado argentino describe cómo les pusieron cédulas de identidad de los chilenos asesinados a cadáveres argentinos, y Alvaro Puga, que fue uno de los artífices del caso, trata de dar una explicación en pantalla”.

Ignacio Agüero: “Hay otro elemento. Sabíamos que se intentó encubrir la verdad del asesinato de Marta Ugarte señalándolo como un crimen pasional. En la etapa del montaje de la película descubrimos que tres diarios de la empresa -El Mercurio, Las Ultimas Noticias y La Segunda- coincidieron en adjudicarle 23 años de edad al cuerpo de Marta, que era una mujer de 42 años. ¿Cómo coincidían en una cifra tan exacta y distante de la realidad? Eso es una evidencia básica de un montaje”.

Fernando Villagrán: “En la película se entrevista a la periodista Beatriz Undurraga, que escribió la nota en El Mercurio. Y se le pregunta: ‘¿Por qué le calculó 23 años? ¿Y por qué Pablo Honorato, el otro periodista que escribió sobre este crimen en Las Ultimas Noticias, le puso la misma edad?’ Por otra parte, en el caso de los jóvenes ‘identificados’ en la manifestación del Parque O’Higgins, Francisco Javier Cuadra (entonces ministro secretario general de Gobierno) dice en pantalla que nunca le entregó esa información a Agustín Edwards, quien sostenía que la había recibido del gobierno. Esta contradicción terminó en un careo frente a un juez que encargó reo a Edwards, porque creyó la versión de Cuadra. Se confirmó así que Edwards obtuvo las fotografías de la CNI”.

Manos sucias

¿Qué hay de la actuación de “El Mercurio” en el período previo al derrocamiento de Salvador Allende?
Fernando Villagrán: “La película da una visión de la historia del diario, de 1960 hasta hoy. Por ejemplo, muestra a los universitarios que pusieran el letrero ‘El Mercurio miente’ en el frontis de la Universidad Católica, durante la toma por la reforma. Y aparece Fontaine explicando por qué El Mercurio publicó que eran comunistas.

La intervención de Estados Unidos y la entrega de platas de la CIA a El Mercurio dan por sí solas para otra investigación”.

Si Agustín Edwards hubiera accedido a ser entrevistado, ¿qué le habrían preguntado?
Fernando Villagrán: “Cómo vivió la experiencia de ir a Estados Unidos a pedir dos millones de dólares, cuánto le costó convencer a Kissinger y al jefe de la CIA y en qué la gastó. También, sobre su relación con la Dina y la CNI, su experiencia en el caso del Parque O’Higgins, por qué El Mercurio usaba la expresión de ‘presuntos’ detenidos desaparecidos… En una entrevista que le hizo la periodista Raquel Correa, Agustín Edwards dijo que eran rumores, que no se podían confirmar”.

Ignacio Agüero: “Pero en la Vicaría de la Solidaridad se podía encontrar información de primera mano. Eso evidencia que Edwards ocultaba la información sobre las muertes, para proteger a los asesinos”.

¿Qué piensan del papel de “El Mercurio” en la historia reciente?
Fernando Villagrán: “En los años 60 empezó a jugar un rol de vanguardia de las posiciones más conservadoras. En el marco de la guerra fría, asumió el discurso más brutalmente anticomunista. Con este quinto Agustín Edwards en la línea de la dinastía que ha dirigido el periódico durante más de cien años, El Mercurio ejerció el liderazgo en la campaña del terror para evitar la elección de Salvador Allende y, posteriormente, en la campaña de desestabilización del gobierno de la Unidad Popular. Apoyó incondicionalmente a la dictadura militar, cuando se cometieron las mayores violaciones a los derechos humanos. Hay gran complicidad. Después, cuando el régimen militar comenzó a caer en desgracia y vino el plebiscito por el retorno a la democracia, empezó a acomodarse. Pero eso no es sólo responsabilidad de El Mercurio, sino del juego político de la transición, que hace que este personaje quede como el gran impune.

Hoy, El Mercurio tiene más poder, más glamour. Y todos los sectores políticos siguen viviendo con el mito de que lo que no aparece en El Mercurio, no existe. En ese sentido, ratificamos su poder, y sigue siendo impune. Por comentarios de la gente que ha visto la película me doy cuenta que muchas personas vislumbran que quizás Agustín Edwards es el personaje con más poder en las últimas décadas en Chile”.

Ignacio Agüero: “Algo que la película no abordó -habría que hacer otro documental- es que El Mercurio existe en buena medida porque fue salvado de la quiebra por los militares y, luego, en la transición a la democracia, se licuaron sus créditos”.

Pasar “piola”

¿Qué opinan de que actualmente Agustín Edwards presida la Fundación Paz Ciudadana? Sus propuestas y estudios en políticas de seguridad pública son muy valorados por el gobierno. ¿No es un contrasentido?
Fernando Villagrán: “Me parece un contrasentido que este personaje tenga el poder que tiene. Influye en Paz Ciudadana, influye en País Digital, en las relaciones con la universidad… Es un personaje fundamental en la vida social. Cada uno de esos capítulos da para un análisis especial, incluso se han escrito libros sobre el tema de la delincuencia y Paz Ciudadana. Para mí, el principal contrasentido es que Agustín Edwards pase tan ‘piola’ entre los chilenos”.

Ignacio Agüero: “El tiene derecho a crear las fundaciones que quiera, a escribir documentos y a contratar gente para que investigue sobre la delincuencia. Lo que llama la atención es que todos o casi todos los sectores sociales y políticos se sientan legítimamente convocados por él”.

En la película se alude a las disculpas que pidió este año el Colegio de Periodistas a nombre de quienes apoyaron las violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, Agustín Edwards sigue siendo miembro del Colegio. El director de PF, Manuel Cabieses, pidió su expulsión por violar el Código de Etica por el cual deben guiarse los periodistas. Pero el Tribunal Regional de Etica del Colegio se declaró incompetente y el Tribunal Nacional rechazó la demanda por considerar que el cuestionamiento era político y no ético. ¿Qué piensan de eso?
Fernando Villagrán: “No sé con qué argumentación presentó la demanda Manuel Cabieses. Pero si alguien ve El diario de Agustín y le sigue la pista solamente al caso de los dos jóvenes que fueron acusados y torturados por una denuncia falsa de El Mercurio -publicada por Agustín Edwards como director del diario-, cuestión que le significó una encargatoria de reo por injurias y calumnias… ¡ese solo dato da para una condena ética! Desconozco los argumentos del Colegio de Periodistas para rechazar la petición, pero me parece éticamente impresentable”.

El Estado contribuye a sustentar a “El Mercurio”, destinándole casi el 50% de la publicidad fiscal en la prensa escrita, en desmedro de medios independientes que luchan por subsistir. Esta falta de equidad conspira contra la pluralidad en el periodismo y motivó una demanda de Manuel Cabieses en el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia.
Fernando Villagrán: “Eso está asociado al escaso pluralismo de la prensa chilena, a la inexistencia de una política de Estado para reparar la destrucción de la prensa democrática durante la dictadura. Se sigue actuando como si en esos 17 años no hubiera pasado nada y como si todo fuera, simplemente, resultado del libre juego del mercado. Eso es una falacia, no sólo por la censura y por los crímenes que se cometieron contra la prensa opositora, sino porque El Mercurio sobrevivió gracias al apoyo directo que obtuvo del Estado. Nunca hubo recuperación, ni con iniciativas que propiciaran el pluralismo, ni con políticas de fomento, ni con una distribución equitativa de la publicidad. Al contrario. Por eso, en las últimas dos décadas desaparecieron las revistas Apsi, Análisis, Hoy, Cauce, y los diarios Fortín Mapocho y La Epoca. La investigación realizada por una comisión de la Cámara de Diputados mostró ese resultado”.

(*) Publicado por Punto Final.

* Fuente: Libertad

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