Un militar chileno verdaderamente digno: el Coronel José Domingo Ramos Albornoz
por Remis Ramos (Chile)
17 años atrás 5 min lectura
29 de junio de 2008
«El Coronel no tiene quien le escriba»…dijeron, pero hoy, nuestra memoria vence el olvido y la invisibilidad. Recuperamos , de acuerdo a los objetivos de nuestro Centro de Estudios de Memoria y Derechos Humanos del anonimato oficial la figura del Coronel José Domingo Ramos, orgullo y ejemplo para las generaciones venideras.
«Las memorias y olvidos colectivos ritual izan recuerdos compartidos y a la vez legitiman la memoria individual, conservando, organizando, evocando y rememorando experiencias. La dialéctica de memoria/olvido permite comprender como las memorias de sujetos y colectivos se constituyen simultanea y mutuamente. De tal forma la memoria puede ser considerada crucial para la cohesión social y cultural de una sociedad, tanto como el olvido. Esta dialéctica de memoria y olvido es fundamentalmente un asunto controversial, un campo de batalla con relación a los hechos traumáticos y su elaboración tras las graves catástrofes sociales; narraciones, manipulaciones y olvidos hegemonizan y tientan a la memoria. » (Declaración fundacional CEMDH. Junio 2007)
El miembro de este CEMDH, Remis Ramos, su sobrino, en un círculo de la historia y la memoria, nos hace conocer y nos permite recordar al Coronel Ramos.
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En el día en que los restos del Coronel Ramos están siendo velados, nuestros respetos y memoria a su familia.
José Domingo Ramos Albornoz
Remis Ramos
Hace un tiempo en esta red, Sergio Piña hizo un pequeño homenaje a un prócer nacional y muy anónimo, del cual orgullosamente soy su sobrino: José Domingo Ramos Albornoz, ex coronel del Estado Mayor del Comando de Institutos Militares a la época del golpe, amigo personal de Carlos Prats y Guillermo Pickering.
Por qué digo que es un héroe: porque fue el único militar de alto rango en servicio activo que renunció al ejército a las 8 de la mañana el día 11 de Septiembre del 73. Fue el único que le dijo no a Pinochet, argumentando que el golpe implicaba romper un juramento solemne de los soldados, cual es respetar la constitución y las leyes y también quebrar el sentido profesional de las fuerzas armadas. Su ejemplo no fue seguido por ningún militar de alto rango, excepto por algunos que fueron llamados a retiro posteriormente, uno de ellos asesinado en el hospital militar (el general Cantuarias).
En un párrafo de su libro «El piloto Wenche y otros relatos» (libro autoeditado, 2001) reflexiona, «cavilando acerca de la corrupción que suele acompañar al poder. ¿por qué sentí tan profundamente las lecciones del coronel Arnaldo Carrasco y de la pléyade de maestros que rodearon su mandato en la estructura de aquel alcázar de la calle Blanco Encalada, donde nos educara el general Schneider, los tenientes y capitanes del Alpatacal?, ¿Sería acaso yo el único que entendió que el honor, la lealtad, la patria, son atributos sublimes del alma humana que se juega por la justicia, el buen trato en la puesta en práctica del arte de mandar del capitán Gavet y de todos los intérpretes de la tradición militar en el Ejército de Chile? ¿Qué explicación dará la historia militar de ese período de atentados en una guerra concebida y llevada adelante como una revolución, para pasar de una Constitución a otra que no termina de interpretar los mejores conceptos de la democracia y de la seguridad?» (pág 154).
Esta es sin duda una interrogante que muchos podrán hacerse y que obtendrán distintas respuestas según sea su orientación ideológica. Pero lo concreto es que aquellos que rompieron ese juramento quedarán consignados en la historia como traidores a la patria, no tan solo por haber roto un juramento sagrado, sino porque se ensañaron con los hijos más ilustres de la patria, con su pueblo, sus mujeres, sus niños y sus trabajadores.
Es por ello, que en este día fatídico me doy en rendir un homenaje a este héroe que supo enfrentar valientemente el odio y la cobardía siendo el único en dar testimonio de lo poderoso que es el honor ante todo evento, incluso arriesgando su vida. No lo mataron porque finalmente les fallaron las tentativas de hacerlo. Todos sus compañeros de armas le dieron la espalda y firmaron con sangre ajena su traición. Seguro aún tiemblan Washington Carrasco y Guillermo Toro Dávila y su hermano Agustín ante el solo nombre del coronel Ramos, a quienes en varias oportunidades enrostró su vergonzosa actuación al mando de las guarniciones de Concepción y Chillán, respectivamente en esos años.
En la actualidad el poder se ha olvidado de José Domingo Ramos Albornoz, no quieren recordarlo. Ni siquiera la presidenta Bachelet, quien lo conoce claramente y sabe de su ejemplo, ha dado ni un paso en rescatarlo del olvido.
Por mi parte tengo la convicción que no lo harán, pues el Ejército de Chile aún no ha levantado la voz para reconocer las atrocidades cometidas, ni ha hecho esfuerzo alguno para enmendar lo realizado, no ha tenido ni una palabra decente para resolver la situaciones de cientos de desaparecidos ni tampoco lo hará, pues están manchados en su historia. El Ejército y las fuerzas armadas del golpe siguen siendo las mismas, nada muestra arrepentimiento en sus acciones y en sus decires.
Con José Domingo Ramos, hoy viejo y enfermo, pero con la frente muy en alto y con el orgullo de saberse sin mácula, se nos escapa de entre los dedos la posibilidad de retomar el sentido del honor y el amor a este pueblo que se llama Chile. Su ejemplo no ha servido a nadie, su valentía es olvidada, su gesto minimizado porque los que hicieron todo aquello aún permanecen en las filas de estas nefastas fuerzas armadas chilenas, vergüenza nacional.
En un día igual a hoy, en el año 1973 hubo una luz que se apaga sin guiar ningún barco. Al menos yo conozco su historia y se las cuento, mis amigos.
Remis Ramos Belmar, 11 de Septiembre del 2007
* Fuente: Corporación Cultural ACU
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