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Ojos de desamparos

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(APe).- La realidad no es suficientemente reveladora, aunque esté al alcance de nuestra mirada. Los números del Observatorio de la Deuda Social de la Infancia -un programa de la UCA (Universidad Católica Argentina)- nos ayudaban a despertar manifestando que vive en hogares vulnerables el 60% de los pibes menores de 17 años. El estudio abarcó a niños de centros urbanos con más de 200 mil habitantes, despojando a los números oficiales de prestigios inmerecidos, señalando -una vez más- que los chicos son los más afectados, aquellos que van contando los años por relevos de ocasos, que con palabras no dichas construyen sus horas como “mariposas sedientas” posándose en el polen helado de la noche con ojos de desamparo y necesidad rabiosa de ternura.

-I-
Chaplin en 1940 -en la película el Gran Dictador- nos decía que en este mundo hay sitio para todos, y que la buena tierra es rica y puede garantizar la subsistencia al entero género humano. Sin embargo -agregaba- la tecnología que trae consigo la abundancia nos ha dejado apenas el deseo.

Me pregunto si ese hombre de piruetas entrañables, de sombrero raído, un bastón y unas botas viejas y en el centro esa compasión, esa bufonada, tan enorme, “del constante fracaso del destino humano”, siempre igual, siempre distinto, que atraviesa la desdicha humana no sería un ángel anunciador destinado a que la historia siga adelante sin hundirse como Ícaro en el abismo.

-II-
Podríamos decir como Isaías -hace miles de años- que ante la abundancia de las cosechas en nuestro país ya no se oirán gemidos ni llantos, que ya no habrá niños que nazcan inútilmente ni adultos que no colmen sus años. Argentina puede dar de comer a 300 millones de habitantes, sin embargo -paradojalmente- el “capitalismo en serio” no puede alimentar los delicados labios de la vida de los niños innumerables que apenas la murmuran. Nuestros hijos son inscripciones dolorosas en la memoria que recorrerán los tiempos encendiendo la luz de alguna lágrima.

-III-
Uno de los grandes impulsos del cristianismo, impulso que no se identificaba de manera directa con el dogma, fue el de extirpar la frialdad que todo lo penetra, escribía Adorno. Pero este intento fracasó, precisamente porque dejó intacto el ordenamiento social que produce y reproduce la frialdad.
La falta de amor, de calidez en nuestras sociedades tiene que ver con las actuales condiciones materiales de existencia y producción que generan miseria y alienación, como afirmaba Marx, uno de los grandes Maestros de la Sospecha.

Gelman escribía:
el mundo llora pidiendo comida/
tanto dolor tiene en la boca/
es dolor que necesita porvenir/
el compañero cambiaba el mundo y le ponía pañales al horizonte.

05/06/08

* Fuente: Agencia de Noticias Pelota de Trapo

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