El cobre es como la lámpara de Aladino para Chile
por Rafael Luís Gumucio Rivas (Chile)
16 años atrás 8 min lectura
Esta frase del título pertenece a Radomiro Tomic, uno de los más brillantes creadores de metáforas de nuestra historia política. A diferencia de los demócratas cristianos actuales, dominados por el neoliberalismo, fue un verdadero crítico de lo que, en su época, se llamaba neocapitalismo. Si algo caracteriza su historia política fue la defensa irrestricta de la nacionalización del cobre, en esos tiempos en manos de Kennecott, empresa norteamericana propietaria de El Teniente, y de Anaconda dueña de Chuquicamata, dos enclaves no muy distintos que a los de comienzo de siglo del salitre, incluso, en la fiesta de La Tirana había nazarenos disfrazados de pielrojas. La comercialización del cobre pertenecía a esas compañías, que se arreglaban para superproducirlo y, de esta manera, bajar sus precios.
Siendo Radomiro Tomic embajador en Estados Unidos planteó, en una famosa carta a Eduardo Frei Montalva, unas certeras críticas a los Acuerdos con las empresas transnacionales norteamericanas, cuya idea central se refería a la chilenización del cobre, donde el Estado participaba con un 50% en El Teniente y Chuquicamata. El programa de Radomiro Tomic, en 1970, al igual que el de Allende, ambos planteaban la nacionalización del cobre que, en esos tiempos, era un anhelo nacional.
El Código de Minería sostiene: “El Estado tiene el dominio absoluto, exclusivo, inviolable e imprescriptible de todas las minas”. Tomic sostuvo que el mayor patrimonio de La Falange Nacional consistía en ser defensor del cobre chileno. ¡Cómo lo han dilapidado los nuevos gerentes neoliberales de CODELCO! En sus Memorias podemos encontrar una carta, dirigida al tirano y desnacionalizador, Augusto Pinochet, criticando, muy acertadamente, la ley 18.075, como también el Estatuto de Inversión Extranjera, que regaló a las empresas transnacionales el 70% de los establecimientos productores de cobre. Afortunadamente presionado no se atrevió a regalar el 30% restante, aún perteneciente a CODELCO.
Según el Código de Minería, que garantiza el dominio chileno de las minas, las empresas extranjeras serían solamente arrendatarias o concesionarias, sin embargo, como bien lo describe Carlos Tomic, hijo de don Radomiro, esta modalidad de arriendo o de concesión es muy especial, pues sólo puede ser expropiada pagándose el valor actual y futuro de la producción, además de todas las inversiones y activos, lo que equivale a arrendar su casa transformando al arrendatario en propietario. En el fondo, en el espíritu del legislador, los cuatro miembros de la Junta de Gobierno, las minas son prácticamente inexpropiables.
La derecha neoliberal no se atreve a plantear, francamente, la desnacionalización del 30%, perteneciente a CODELCO, aun cuando no falta algún ultra que lo dice abiertamente; pero como son dueños de la Prensa bimonopólica transmiten, día a día, la idea de la ineficacia de las empresas del Estado: que CODELCO produce muy caro, que tiene excedentes gracias al alto precio del cobre y, cuando éste caiga, la empresa colapsará; también tiene sus aliados en la Concertación que, según los analistas, tiene dos almas –una neoliberal y otra más comunitaria- . La Democracia Cristiana que desde hace dos períodos presidenciales no cuenta con un líder que encabece la Concertación, ha tenido como compensación el predominio en los altos cargos de la administración pública, especialmente en las empresas estatales – no me referiré al desastre de Ferrocarriles del Estado y sólo me limitaré a CODELCO. No hace mucho tiempo Villarzú planteaba poner en Bolsa algunas acciones de CODELCO, que serían restadas a la propiedad del Estado, algo similar a Petrobrás.
Hoy preside la empresa José Pablo Arellano, un tecnócrata neoliberal de tomo y lomo; como le hacen mella las críticas de la derecha, se toma en serio eso de “los enormes costos de producción de CODELCO” y ha emprendido un programa de economía que consiste, fundamentalmente, en aumentar la subcontratación reduciendo el número de trabajadores de planta y aumentando significativamente el número de los subcontratados, que hoy llegan a 30.000 trabajadores. Normalmente, las empresas subcontratistas debieran cumplir funciones que el mandante no pudiera realizar, pero se tergiversó el sentido, encargado a los subcontratistas las mismas tareas que realizan los obreros de planta, pero es evidente que estos últimos ganan un tercio menos que los de planta por el mismo trabajo, los mismos riesgos y los mismos turnos. A cualquiera que tenga dos dedos de frente le parecerá injusto que los subcontratados ganen entre l vital y $250.000, sin muchas de las garantías que tienen los de planta.
No se trata de condenar los buenos sueldos de trabajadores de planta – como lo hizo Matías del Río en el Programa del canal de Piñera, Tolerancia Cero- es evidente que los obreros del cobre trabajan en zonas inhóspitas y, la mayoría de ellos termina padeciendo silicosis y no es equivalente la esperanza de vida de un obrero minero a la de muchos privilegiados ciudadanos; por lo demás, en buena doctrina humanista cristiana, sería lógico que quienes producen el cobre y enriquecen al país a un precio de US3.83 la tonelada, tuvieran una participación mayor en la Empresa – recuerdo que así lo reconocían los estudiosos de economía y humanismo-.
Es muy triste constatar que CODELCO es un espejo de las diferencias y exclusiones de la sociedad chilena; de sueldos millonarios de los ejecutivos a los malos salarios e injusto tratamiento a los subcontratados.
Se dice que Chile pierde USD 10.000.000 en cada día de huelga – en el reciente conflicto habría perdido USD 100.000.000; increíblemente, el vocero de Gobierno reconoce que este conflicto se podría haber solucionado antes, lo que parece bastante claro, considerando las moderadas peticiones de los subcontratados: que se cumpla lo acordado en el 2007 más un bono de $500.000 para cada trabajador, cifra pequeñísima si se considera las ganancias de la Empresa. ¿Quiénes son los responsables de la larga duración de la huelga? Como en la obra de Lope de Vega, “fuente ovejuna, Señor”. Según Orlando Caputo, los obreros apenas gozan del 1% de las ganancias de la Empresa. José Pablo Arellano y el directorio de CODELCO se negaron, porfiadamente, a intervenir en la solución de la huelga planteando que los subcontratados deberían entenderse con sus empresas contratistas y no con el mandante, CODELCO. Es evidente que el Directorio, al cual pertenecen dos ministros de Estado – Hacienda y Minería- es bastante responsable de la extensión en el tiempo de la huelga, con el consiguiente daño al país, pero sabemos que se mantendrán en sus cargos, pues son alabados, permanentemente, por los voceros de la derecha.
Si analizamos la historia de las huelgas mineras, tanto del enclave salitrero, como el del cobre podremos comprobar que, en la mayoría de los casos, ha intervenido el gobierno, generalmente reprimiendo a los obreros, más que arbitrando entre las partes en conflicto. (Recomiendo a lectura de La huelga obrera en Chile, de Crisóstomo Pizarro).
El cobre chileno representa el 40% de la producción mundial y tiene más poder de negociación que la OPEP, además, aporta el 47% del presupuesto de la Nación, según Orlando Caputo. Cualquier conflicto que ocurra en los yacimientos implica a todo el país y, por consiguiente, al gobierno, razón por la cual es absurdo creer que pueda ser enfrentado sólo por los subcontratados y las empresas subcontratistas.
Era de sentido común el constituir una comisión que garantizara los Acuerdos, compuestas por el ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, el de Trabajo, Osvaldo Andrade y Arturo Martínez, presidente de la CUT, que en breve tiempo desentrampó una situación conflictiva, provocada por los neoliberales de la Concertación, liderado por el demócrata cristiano José Pablo Arellano.
Según Cristián Cuevas, presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, es el triunfo “de David contra Goliat”. Este conflicto ha despertado, más que otras veces, a un movimiento sindical que aún está muy segmentado por la política liberal de mercado, implementada por el José Piñera y los Chicago Boys.
Jorge Lavandero, que acaba de obtener su libertad, es un digno sucesor de Radomiro Tomic: ha luchado siempre contra la evasión de impuestos de las grandes empresas extranjeras del cobre que, en base a subterfugios, como el pago a sus empresas matrices, siempre presentan ante Impuestos Internos, balances negativos. El caso emblemático es el de La Disputada Las Condes, perteneciente a Exxon, que nunca pagó un centavo de dólar al Estado de Chile y vendió el yacimiento minero en millones de dólares.
La Escondida, de la BHP Billiton, produjo en el primer trimestre del año 2008, USD 1.918 millones de dólares; CODELCO, USD 1.599 millones de dólares, siendo aventajada por la Escondida; la diferencia es que CODELCO paga el impuesto total al Estado, mientras que las empresas extranjeras, cuando declaran ganancias, sólo lo hacen en un 16%.
El Royalty no es un impuesto, sino que es el pago por el uso del terreno donde está el yacimiento, perteneciente al Estado. En todos los países este fluctúa entre el 20 y el 35 por ciento; sólo en Chile ese impuesto es la ridícula cifra de un tres por ciento.
Conclusión
1. La Lámpara de Aladino, de la cual hablaba Radomiro Tomic, ha enriquecido a las empresas extranjeras, perdiendo Chile la posibilidad de dar un salto al desarrollo en salud y educación, por ejemplo.
2. Las dos banderas centrales de un movimiento nacional y popular deben encaminarse a una nueva Constitución y la nacionalización de nuestros recursos básicos, derogando la Ley 18.075 y el Estatuto de Inversiones Extranjeras.
3. En el intertanto, debe controlarse la evasión tributaria de las empresas extranjeras e, idealmente, subir su porcentaje.
4. Aumentar el porcentaje del Royalty, al menos a un 30 por ciento.
5. Promover una mayor participación de los trabajadores en la ganancia del cobre.
6. Internalizar al mayor número posible de trabajadores subcontratados.
Lecturas recomendadas:
– Leer los Artículos de Orlando Caputo y Graciela Galaz, publicados en El Mostrador.
– Testimonios, de Radomiro Tomic, Santiago, 1999
– La huelga obrera en Chile, Crisóstomo Pizarro, Edic. Sur, Santiago, 1986.
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