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Gracias a la vida: Abran a la vida la casa de Violeta Parra

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A riesgo de parecer reduplicativo con la letra de una canción que muchos llevamos dentro y que casi forma parte por lo tanto del tejido vital de nuestra memoria, insto a cada lector de este modesto DdA a releer una vez más los versos de doña Violeta Parra, tal como acabo de hacer yo sin recurrir a la música que tanto los realza de elocuencia y armonía.

He sentido la necesidad de este sencillo ejercicio poético, del que difícilmente podemos sustaernos sin el efecto de un húmedo temblor en la mirada, llevado por la emoción y pesadumbre que me ha procurado un magnífico reportaje de Marisol García C., en el que la autora denota, además de una excelente calidad de estilo y expresión, una acendrada sensibilidad. El texto apareció publicado en el número de septiembre de la edición chilena de la revista Rolling Stone -reproducido este mes en La Insignia– y contiene una entrevista con la hija de la cantautora, doña Isabel Parra, en la que se hace referencia al olvido en torno a lo que doña Violeta representa en la cultura democrática de aquel país y de todos aquellos que comparten con el nuestro la vieja lengua de Castilla.

La casa natal de Parra, en la localidad sureña de San Carlos, a más de trescientos kilómetros de Santiago de Chile, color violeta como Violeta, está cerrada y vacía. Los viajeros que emprenden y buscan ese destino llevados por la guía sentimental de la voz que la habitara, no encuentran al abrigo de esa casa un museo, un enclave acogedor que rememore la vida y obra de la cantante. ¿Tan desconsiderada es la actual administración chilena con una de las figuras más sobresalientes de la cultura de aquella nación? ¿No debería Chile, después de haber asistido en el inicio de la crudelísima dictadura pinochetista a la muerte por melancolía de Pablo Neruda y al expolio de su casa en Isla Negra, prestar el mayor acogimiento y la máxima cobertura conmemorativa a las casas de sus poetas como máximo exponente de la cultura de la palabra frenta a la felonía de la mordaza? Leo en el reportaje de Marisol que hace dos años una donación del Ayuntamiento de Baena (España) permitió salvar la casa de doña Violeta Parra de la venta y demolición. Vaya para quienes regentan ese municipio andaluz mi mayor gratitud y reconocimiento por tan encomiable gestión. Una decisión así sólo se explica desde un entendimiento universal de la cultura como fuente humanizadora y solidaria de la existencia: El canto de todos/ que es mi propio canto.

Gracias a la vida,
que me ha dado tanto;
me dio dos luceros
que cuando los abro
perfecto distingolo negro del blanco,
y en el alto cielo
su fondo estrellado,
y en las multitudes
al hombre que yo amo.

Gracias a la vida,
que me ha dado tanto;
me ha dado el oído
que en todo su ancho
graba, noche y día,
grillos y canarios,
martillos, turbinas,
ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna
de mi bienamado.

Gracias a la vida,
que me ha dado tanto;
me ha dado el sonido
y el abecedario.
Con él, las palabras
que pienso y declaro:
"madre", "amigo", "hermano",
y "luz", alumbrando
la ruta del alma
del que estoy amando.

Gracias a la vida,
que me ha dado tanto;
me ha dado la marcha
de mis pies cansados.
Con ellos anduve
ciudades y charcos,
playas y desiertos,
montañas y llanos,
y la casa tuya,
tu calle y tu patio.

Gracias a la vida,
que me ha dado tanto;
me dio el corazón,
que agita su marco
cuando miro el fruto
del cerebro humano,
cuando miro al bueno
tan lejos del malo,
cuando miro el fondo
de tus ojos claros.

Gracias a la vida,
que me ha dado tanto;
me ha dado la risa
y me ha dado el llanto.
Así yo distingo
dicha de quebranto,
los dos materiales
que forman mi canto;
y el canto de ustedes,
que es el mismo canto;
y el canto de todos,
que es mi propio canto.

Gracias a la vida,
que me ha dado tanto.

Diario del Aire

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