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Carta a un Joven Chileno

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Estimado ***, no comparto tu idea de que se puede o debe aceptar en foros públicos a defensores de ideologías criminales de extrema derecha. Para mí, eso sería igual a aceptar a los nazis, que creo que deben ser prohibidos y perseguidos siempre, en todas partes, pues la defensa de ideologías demoníacas debe considerarse siempre un atentado contra la humanidad. No comparto tu posición de estar bien con Dios y con el diablo, confundiéndolo con libertad de expresión. En la vida, uno tiene que optar. (Te ruego que me perdones la expresión ‘ideología demoníaca’. Uso el término para designar ideas que justifican acciones contra la humanidad).

Hace algunos años se discutía en Europa un tema similar. Los grupos de extrema derecha estaban creciendo en medio de fuertes campañas xenófobas de los gobiernos de derecha de entonces. En Europa en general está prohibida la defensa de ideologías criminales, entre ellas el nazismo. Pero los neo-nazis y fascistas, que conocen la ley, la evitan no declarando abiertamente sus objetivos. De tal modo, muchos partidos neo-nazis pueden participar en elecciones promoviendo lo contrario de lo que en realidad quieren. Los ejemplos abundan. En Bélgica un partido de extrema derecha fue prohibido por racismo. Se cambiaron el nombre. Manejaban dos programas, uno público y uno privado. Este último -el verdadero- planificaba la deportación masiva de los extranjeros.

En este debate, hubo quienes proponían permitir o tolerar la difusión o publicación o defensa pública de ideologías criminales. (En tu fuero privado puedes defender lo que quieras). El argumento era que si se admitía a esta gente en los foros y se les permitía publicar sus ideas, las autoridades los podrían controlar y la opinión pública podía enterarse de lo qué estaban pensando. (Lo que en teoría interesaba obviamente a la policía de inteligencia). Yo considero un error esa política. Era el punto de vista que defendían los partidos de derecha, que utilizan a la extrema derecha como comodín. (Como siempre).

En Bélgica y en Francia los partidos tradicionales de izquierda y derecha firmaron un pacto hace de diez años o más, que han respetado, en el que se comprometían a no gobernar ni negociar ni dialogar nunca con partidos de extrema derecha. El pacto ha dado resultados. La prensa de esos países ha firmado un pacto, también respetado, por el que se comprometen a no aceptar publicidad de partidos de extrema de derecha. (Y el pacto es fuerte, porque en Bruselas o Amberes, no me acuerdo, en unas elecciones municipales un partido fascista obtuvo casi el 30% de los votos, pero obviamente no pudo gobernar).

Yo estoy más cerca de esta posición. Los partidos, grupos e individuos de extrema derecha deben ser siempre pertinentemente excluidos de todo debate público. La razón es que defienden lo que en Europa se llama ideologías criminales o de odio. Una ideología criminal es aquella que defiende cosas como, por ejemplo, el exterminio de un grupo humano, la discriminación sobre la base que sea, la desigualdad ante la ley (de acuerdo a la raza o país de origen), el odio, el genocidio de los judíos y otros pueblos, etc. Simplemente no se considera, en Europa, que este tipo de ideas pertenezcan al universo normal de las ideologías humanas. No es bueno que la gente, y las nuevas generaciones de ciudadanos, crean que es normal discutir los pros y contras del exterminio de un grupo humano que, además, está constituido por gente que vive en tu mismo medio. Este tipo de expresiones son consideradas enfermizas.

En Holanda imperó, durante el gobierno de la derecha conservadora desde 2001 a 2006, del que formaron parte grupos e individuos neo-nazis, la tesis de otorgar libertad de expresión a fascistas y neo-nazis. Se discutía abiertamente en la prensa si, por ejemplo, los árabes eran inferiores o no a los holandeses; si no sería conveniente meter a árabes y otros extranjeros a vivir en guetos como medida de protección de la población blanca; si no sería conveniente deportarlos masivamente (de hecho, el gobierno deportó a 26 mil refugiados, pero no logró hacerlo completamente y hoy, esos refugiados han sido acogidos por el nuevo gobierno); si no sería mejor excluirlos de la seguridad social. El gobierno llegó incluso a construir en todo el país cárceles para extranjeros, donde encerraron durante años a cientos de familias, incluyendo niños y bebés. Para evitar situaciones como las de Ana Frank, el gobierno penalizó alojar o alimentar a personas ilegales.

Acá en el foro de un conocido portal una vez un señor defendió las torturas diciendo que todos podíamos ser torturadores. (Otro defendía la traición de Pinochet diciendo que todos los políticos chilenos de esa época eran traidores). Demás está decir que era un defensor del pinochetismo, que yo considero un punto de vista criminal. Como decía hace algunos días el presentador de Informe Especial, hay actos e ideas que no son defendibles en ningún contexto, que son injustificables siempre y en todo lugar. Defender la libertad de expresión que tú defiendes es defender el crimen. Te obligaría a aceptar como cosa normal que los pinochetistas defendieran como buena o necesaria la práctica de quitar los dientes y tapaduras de oro a los opositores torturados y asesinados, como ocurrió durante la dictadura militar. Tendrías que aceptar como normal que, por ejemplo, a los que iban a ser asesinados les arrancaran primero los ojos, como solía hacer el general Contreras.

Hay temas que, en la vida social de los pueblos civilizados, son indefendibles. ¿Te parecería normal dar libertad de expresión a los pedófilos, a los violadores de niños, a los partidarios de la esclavitud, a los asesinos en serie, a los defensores de las violaciones incestuosas? Provisto que no hagan nada, dirías. Pero si algún criminal defiende públicamente sus crímenes como actos normales e incluso buenos, admitiendo que está en su derecho, ¿no estarías cometiendo tú mismo un acto de barbarie, que las leyes igualmente castigan porque estarías defendiendo expresiones que son delito porque incitan al odio, a la discriminación y a la violencia? (Claro, pienso ahora que es posible que tú creas que esa gente debe tener derecho a incitar al odio).

Creo que muchos chilenos que se han criado durante la dictadura defienden estos puntos de vista moralmente aberrantes. Chile sigue siendo un país encapsulado, un poco ajeno a las grandes tendencias y movimientos morales del mundo moderno. A muchos chilenos el pinochetismo les parece normal y defienden el derecho a expresión y prensa o a espacio de prensa de fascistas y pinochetistas. Es corriente en períodos post-dictatoriales el surgimiento de tendencias de opinión o generaciones moralmente truncas, indecisas, incapaces de actuar sobre principios éticos. Saben, por la experiencia de sus mayores, que defender principios éticos se puede pagar caro.

Estas tendencias pretenden que sólo hay futuro, que el pasado es pasado y que terminada la pesadilla, ahora todos somos iguales y tenemos que mirar hacia el futuro. Es un tipo de ideología que, por determinación geográfica, llamo neo-pinochetista, pero cuyo surgimiento se ve a menudo en países que han sufrido dictaduras. Es cuando la gente acepta que el dictador o el criminal tuvo un motivo racional para hacer lo que hizo. Y esto es un error. En psicología, cuando una víctima adopta el punto de vista del criminal, se llama a ese peculiar estado mental ‘síndrome de Estocolmo‘.

Digo, Chile es todavía un país muy aislado, sobre todo moralmente, del mundo civilizado (por ejemplo, acá se considera normal a un partido como la UDI, que defiende una ideología criminal, y algunos partidos de derecha, como RN, creen que pueden hacer pactos y alianzas con ellos como si fuese otro partido normal, que no es. En Europa, por lo que te conté, ningún partido, ni de derechas ni de izquierdas, tendría nunca pacto alguno con un partido como la UDI, habida cuenta que su rasgo sobresaliente es la defensa de una ideología de odio).

En Chile hay un clima de tolerancia hacia el mal que es difícil de explicar, sobre todo si se considera que esta tolerancia admite la impunidad de los peores criminales que ha conocido la historia de Chile. Y estos criminales -algunos de ellos, pues la inmensa mayoría vive en libertad- cumplen penas asombrosamente reducidas en cárceles especiales provistos de todo tipo de lujo (lo que además es una violación del principio constitucional relativo a la igualdad de los ciudadanos ante la ley y las instancias judiciales del país). Otros siguen actuando en la vida pública. Chile conoce la vergüenza de contar con un senador que fue incluso miembro de la junta de criminales que gobernó Chile. Y hay partidarios del antiguo régimen en todas partes, muchos de ellos con funciones de gran poder. Y nadie dice nada ni trata de impedirlo. Al contrario, el ex presidente Lagos llegó al extremo de indultar a la cobarde sanguijuela que degolló al dirigente Tucapel Jiménez, como parte de su ofensiva, felizmente fracasada, de imponer a Chile una ley de punto final. (Aunque no se puede decir realmente que Lagos sufra del síndrome de Estocolmo, pues sus motivaciones parecen ser muy diferentes). Otro ejemplo notorio del clima de demente tolerancia del mal es el hecho de que la presidente Bachelet envió a la ministro de Defensa a los funerales del dictador, una decisión insólita que los chilenos vivimos como una puñalada en el corazón, y que derrumbó nuestras esperanzas en ella.

Me parece igualmente terrible tu idea de que debemos unirnos todos para construir… no sé, un futuro. ¿Con gente de extrema derecha, con pinochetistas? Nunca. Las ideologías de odio y sus defensores deben ser perseguidos siempre, en todo lugar. Con esa gente no se pueden construir futuros. Estás equivocado. Pinochet no recibió órdenes de dar un golpe de estado para construir un futuro, sino para destruir el presente que anhelaban los chilenos en los años setenta. No torturó y mató para construir un futuro, sino para satisfacer sus ansias criminales, para satisfacer a sus patrones en el Departamento de Estado y en los barrios acomodados de Santiago y pensando que así se enriquecería y aseguraría el ingreso de su familia a la clase alta cuyos privilegios envidiaba. Era un matón arrastrado. No te confundas.

No fue un estadista ni un político. Ni siquiera fue un militar decente. ¿Recuerdas en el pescuezo de quién terminaron las joyas que recaudó la señora Pinochet poco después del golpe de estado? En el suyo propio, donde las reconoció una incauta que resultó ser ministro de gobierno del propio dictador, pero que contó al mundo su descubrimiento. Fascistas y pinochetistas son criminales. Con ellos se dialoga reja de por medio, y con la ley en la mano. La única libertad de expresión de que deben gozar es la que se otorga a asesinos y ladrones en tribunales, frente a un juez. Y su domicilio permanente, la prisión.

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