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Trópico de poesía y luz, La Habana, 2007

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Del 28 de mayo al 2 de junio, en más de ciento cuarenta puntos del planeta ocurrió el XII Festival Internacional de Poesía de La Habana. Yo estuve entre los felices infelices que en la ciudad de La Habana y otras ciudades de las cercanías, leyeron poesía a un público multifacético bajo el ineludible calor del trópico.

A la cita llegaron poetas, editores, artistas y amantes (de la cultura) de distintos puntos del planeta, que durante una semana convivieron y compartieron con sus iguales de Cuba.

Fueron inolvidables días de constante ajetreo, ir hacia los puntos de lectura, conocer gente en su inmensa humanidad, reconocer los amigos de siempre, asombrarse de los avances, leer, escuchar y producir poesía.

Aparte de la experiencia de cada uno de los participantes y del intercambio que significa coincidir en un Festival con poetas venidos de muchas realidades, podemos destacar el tremendo salto de calidad de este Festival, que comenzó hace más de una década en un garaje convertido en casa.  En aquel lejano entonces, los congregados para el rito de leernos nuestros desvelos sumábamos cinco, yo era el único aparecido del continente. Ahora éramos cientos los poetas, de todos los rincones del mundo, leyendo para un numeroso público atento.

El salto de calidad y cantidad lo puedo resumir en hechos y presencia concretos:
La inauguración en la Basílica menor de La Habana es ya una tradición, salvo que esta vez el público copaba toda la nave.

Firma de un convenio de apoyo mutuo entre cinco Festivales de Poesía.

La tercera reunión de la Junta Mundial de poetas (cuyo manifiesto les adjunto). Esta vez con ponencias y debates vitales para los nuevos aportes de la literatura y los poetas.

Realización de Palabra en el Mundo en más de sesenta puntos en Cuba y ochenta y tres lugares en el mundo, es una forma de hacer participar en el Festival a poetas y público que no tiene forma de ir a La Habana.

Participación de las mejores voces del arte escénico de La Habana leyendo poesías de su elección.

Presencia de Africa por medio de poetas de Angola y Mozambique, que terminó con una fiesta en la casa de la Cultura angolana, con baile, ron y cerveza. Algo inolvidable. Comitivas de poetas, invitados y nacionales, a distintos lugares de los alrededores de La Habana.

Unión al Festival Internacional, del Festival: Botella al mar, de Mariel, un puerto cercano a La Habana, allí se leyó en la biblioteca popular. Luego de pasar la noche a cuerpo de poeta, nos repartimos para leer y compartir poesía en distintos centros de trabajo. Finalizamos la jornada colocando un poema dentro de una botella que lanzamos al mar con la secreta esperanza de que alguien logre rescatarla y comunicarse con el poeta afortunado.

No puedo hablar de lo que fueron los últimos días del Festival, el viernes me dediqué a escribir con hechos el mejor poema que haya escrito jamás. El sábado salí a las carreras rumbo al aeropuerto. Según la programación debíamos leer juntos todos los miembros de Proyecto Cultural SUR. Mi participación no pudo ser realidad en presencia física, pero aunque nadie me haya visto, estuve allí conociendo, admirando y coincidiendo con mis hermanos de Cuba y del mundo que han optado por creer en el ser humano.

Este festival me ha dado la posibilidad de encontrarme con una treintena de estudiantes que pronto serán profesores. La escuela queda en pleno campo, ellos viven allí internos y ayudan en ciertas labores de la escuela y del campo. Este hecho me recordó aquel desafío de comunicación que fue leerles poesía a los niños de Quinoa, Ayacucho, Perú. Ellos debían hacer un dibujo con lo que mi poema les sugiriera,  Creo que pasé aquel examen que me hizo crecer: si la poesía no sirve para establecer comunión con la gente, no sirve para nada. Con Jeanne Maz, artista plástica, médico y poeta, leímos, preguntamos y respondimos las preguntas de los jóvenes. Fue un intercambio que nos deja la grata sensación de haber tenido el mejor público que poeta alguno pueda imaginar.

En un festival no todo es lectura, hay intercambio de libros, conversaciones fascinantes, compartir un mojito, una cerveza, una mesa servida, se intercambian direcciones y promesas de escribirse, que rara vez se cumplen y sobretodo nos proyectamos a otros en la diversidad. Tuve la suerte de recibir los catálogos: Serra da Capivara “imagen do antes” de Jeanne Maz, Brasilia, con sus recreaciones de lo que nuestros primeros pintores grabaron en un lugar inigualable de Brasil, allí se registro el primer beso de la humanidad; Tres artistas plásticos de Tabasco, destaco a Mario Martínez, quien se reconoce poeta y ve en mi a un pintor, halago que me permite asumirme como permanente enamorado de las artes plásticas; Contemporánea Cuba, muestra de talentosos artistas plásticos de Cuba en Italia, que cuenta con la presencia de Pierre Bernet (cubano de siempre aunque tenga nombre francés) y Fumero; de manos del editor Juan Carlos Díaz Verdugo (Editorial Maucho, México) recibí el ejemplar 181 del libro Delta, con poemas de Omar Lara y gráfica de Sebastián Burgos, un magnífico trabajo; el poeta Dyma Ezban me entregó “un paquete” (eso me dijo días antes) con sus diez obras, versos de una profundidad sublime que estremecen; Marisa Trejo Sirvent me entregó Jardín del Paraíso con el mar de sus recuerdos en un libro con olas y alas; Luis Carlos Suárez, diputado de la Asamblea Nacional de Cuba, en las dimensiones de la humildad y la amistad me hizo el honor de entregarme Galerías interiores, cuaderno con quince poemas desde el interior de su isla grande. Muchos otros poetas por medio de sus libros me permitirán adentrarme en su universo y volver de ese viaje con mundos nuevos.

Concluyo que este festival ha servido a muchos, me incluyo, para crecer desde y hacia si mismos, crecimiento que ha de significar nuevos aportes al arte de entregar sentimientos en las palabras.

*Fuente: Tito Alvarado pcsur@aei.ca

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