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Mientras Sacarach huye, ¿por qué nos cuesta tanto decir «pedofilia»?

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Una lectura rápida a titulares y artículos de la prensa nacional respecto de Sacarach, permite apreciar con insólita sorpresa que hay una cierta imposibilidad en nuestra lengua para pronunciar la palabra “pedófilo”. No hay, aparentemente, una respuesta que permita entender que razón hay detrás,  pero lamentablemente no son pocos los periodistas o editores en diversos medios nacionales escritos que tienden a hablar de Sacarach como el líder de  una red de “pederastas” ¿habrá que explicar la diferencia?.

La noche del viernes último, un grupo de compañeros y compañeras de nuestra organización (Planeta Luchín), asumimos la necesidad de comenzar a manifestar públicamente nuestro desencanto, nuestra frustración y también nuestra rabia. Se trata de un esfuerzo mínimo, basado nada más que en una reserva ética que se revela ante el cuadro general que ha posibilitado la libertad de la deleznable bestia que hoy amenaza a tus hijos, tal como lo hace con los nuestros.

¿Habrá pensado en esto la jueza que rechazó al menos dos veces revocar la libertad provisional de Sacarach? ¿habrá pensado en esto el Señor Sergio Echeverría cuando adquiría la propiedad de Sacarach, aportando el capital que financiaría la fuga?. La verdad es que hasta es muy probable que no hayan pensado en las trágicas consecuencias que tendrían sus decisiones, pero ello no implica, desde ninguna perspectiva, que esas consecuencias no existan: Sacarach ya no está al alcance de la justicia, la condena de 20 años para su aborrecible figura se diluye entre la tinta de los diarios y los anuncios tardíos acerca de la prioridad de su captura.

La bestia cuyas acciones estremecieron al país entero, que motivaron cambios en la legislación que ahora sabemos no fueron sustanciales, camina hoy por alguna parte, quizá rumbo a un local con acceso a Internet, para bajar o para subir imágenes de niños abusados para eternizar el calvario infame que perseguirá a esos niños mientras sus imágenes circulen por la red. ¿De qué mierda de país estamos hablando?, ¿Qué pasó aquí como para que arrastremos hoy la vergüenza de no poder hacer NADA bien?. Alguien dirá que si no se puede diseñar un sistema decente para transportar a la gente en la gran ciudad, ¿qué podríamos esperar de la justicia cuando tenían que castigar a una bestia para la seguridad de sus víctimas y potenciales víctimas?.

Nada cambia la realidad patética determinada por la indolencia de una jueza y del director de una corporación que decidieron obviar el dolor de los niños victimizados. Al final, solo nos queda como triste compañía de la pena y la vergüenza, rabia, mucha rabia, empuñada ahora de manera resuelta para salir a la calle y gritar lo que corresponde en el rostro frío de los ineptos, de los indolentes y de los cómplices. 

Para este jueves 26 de abril, hemos tomado la decisión de volver a la calle Víctor Manuel, para instalarnos nuevamente frente  al número 1139, dirección de la Casa de Acogida Monseñor Oviedo Cavada. Esta vez no serán solo panfletos para tapizar las calles, ni solo afiches para llenar los  árboles y los postes de alumbrado. Esta vez encenderemos cuántas velas podamos encender para proteger con esa luz la conciencia de  los niños abusados, para servir de pequeño faro y guiar a los que aún creen, sentados con el control remoto en la mano, que la realidad es dura y adversa solo hasta que se cambia de canal. Nos vemos en Víctor Manuel, a las 20:00 horas.

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