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Canadá: Homenaje a una Imprescindible

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La casa era antigua, estilo victoriano, ubicada en las cercanías de la Universidad de Alberta. La gringa que nos esperaba, era una persona madura, afable y con un sutil acento británico. Después de los saludos y presentaciones, de inmediato, nos hizo pasar al sótano. La habitación era amplia y daba la impresión que todo estaba acondicionado y adornado para la realización de frecuentes mítines. Había una mesa grande, sillas y muchos posters adornando las paredes, uno de los cuales captó mi atención. Tiempo después asociaría aquella imagen con el nombre de Tommy Douglas, el carismático líder del movimiento socialista canadiense.

La dama que nos abría las puertas de su casa era Betty Madiros. Así recuerdo haber conocido a esta extraordinaria luchadora social.

Nos ofreció un café y sé sentó frente a nosotros a escucharnos con gran atención y avidez. Era 1980, y nuestra misión era informarle acerca de la situación de la lucha antidictatorial. En dos ocasiones concurrí, junto con Javier Ramos, a ponerla al día acerca de los acontecimientos en nuestro país.

Betty Mardiros, nació en el pueblo de Abertillery, en Gales, uno de los cuatro países que conforman el Reino Unido. En conversación con un reportero, en cierta ocasión, le reveló que su activismo social lo había adquirido por osmosis. Y a renglón seguido, le explicó que su padre había sido un obrero y activista sindical en una mina de carbón y que, aún siendo muy pequeña, acostumbrada a decirle “que había que ser muy tonto para no ser socialista”.
Betty y Tony, su esposo, emigran y se radican en la ciudad de Edmonton en 1946. él es contratado como profesor de filosofía de la Universidad.

Ninguna de las causas más relevantes de su época, les fue ajena. En la década de los 60 y 70 en plena guerra fría, toman parte en el movimiento de lucha por la paz, el desarme nuclear y en contra de la guerra de Vietnam.

En el escenario político canadiense, fueron miembros de la CCF (Co-operative Commonwealth Federation), organización social demócrata, que más tarde daría origen al actual Partido Nueva Democracia (NDP). Asisten como delegados a la Convención de fundación del NDP el año 1961. En el ámbito local, crean la organización Woodsworth-Irvine Socialist Fellowship, con el objetivo de promover el debate y difusión de las ideas del socialismo democrático.

Betty participa, además, en la fundación de varias otras organizaciones tales como Voice of Women, Raging Grannies, y Parkland Institute de Edmonton, a través de las cuales defiende los derechos de la mujer, los programas sociales y se opone a la privatización de la salud propiciada por el gobierno derechista de Ralph Klein.

El golpe militar que derrocó el gobierno constitucional de Salvador Allende en 1973, sumaría nuevas causas a su agenda internacionalista: la lucha decidida por los derechos humanos y la democracia.

Impactada por las noticias, junto a otros canadienses progresistas, constituye un Comité de Solidaridad con el pueblo de Chile, el cual juega un importante rol en los esfuerzos por persuadir al gobierno canadiense, de la necesidad de recibir en calidad de refugiados, a los prisioneros políticos provenientes de las cárceles y campos de concentración del régimen de Pinochet.

En la primavera de 1975, se realiza en su casa, una reunión a la que asisten los representantes políticos de la Unidad Popular y el Comité Canadiense, y en la cual se lanza la iniciativa de conmemorar, por primera vez, el 11 de septiembre en la ciudad de Edmonton. En aquélla oportunidad “la compañera Betty”, en un apasionado discurso, llamó a los participantes a la unidad, a continuar la lucha por la democracia y a construir solidaridad.

Betty Mardiros falleció el 30 de marzo, recién pasado, a la edad de 84 años. The Raging Grannies, un grupo de abuelas, que utiliza el canto y el humor para expresar su descontento y propiciar el cambio social, fue la iniciativa que consumió sus últimas energías y desvelos. “La canción humorística es uno de los métodos más efectivos de acción política que nunca había probado”, declararía.

Quizás lo que más impresiona de su vida, es la determinación y fortaleza para mantener sus ideales y su acción política hasta el final.

Ser activo y abrazar causas cuando joven es fácil, pero mantener las convicciones y el entusiasmo, a través de los años, es muy difícil. Más ahora en esta época que nos toca vivir, donde las dificultades nos inmovilizan y el desaliento nos extingue la pasión por aquellas causas que, antes, nos hacían vibrar.

Betty Mardiros, con su extraordinaria consecuencia, se ubica en esa rara categoría de hombres y mujeres que luchan toda una vida. Esa elite, a la cual Bertolt Bretch llamaría, certeramente, los imprescindibles.
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