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Farias sobre Allende: el mito de la desmitificacion

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Presentación del artículo:
La noticia, recientemente conocida en Chile, de que la FUNDACION SALVADOR ALLENDE, de España, dirigida por Joan Garcés, ha entablado ante el Juzgado de Primera Instancia No. 59 de Madrid, una demanda en contra del profesor Chileno Víctor Farías, autor de dos libros sobre el Presidente, "por menoscabar su honor", hace necesario dar a conocimiento público a alguna información que permita entender el carácter y propósitos de aquellos libros; el más reciente de los cuales, titulado Salvador Allende: el fin del mito, fue publicado en Santiago en el 2006. De allí que a continuación reproduzcamos una reseña crítica escrita por el profesor Pablo Oyarzún, que precede al texto de la edición chilena de la memoria de tesis de Allende para optar al título de médico, titulada: HIGIENE MENTAL Y DELINCUENCIA, escrita en 1933. Esta edición, cuya lectura completa recomendamos fervientemente, fue publicada bajo el sello editorial del CESOC en el 2005, habiendo sido patrocinada y financiada por la FUNDACION SALVADOR ALLENDE, de España, como se indica en la misma portada,"en respuesta al libro difamatorio de Victor Farías", que comenta aquí Oyarzún.  
Hermes Benítez

En las últimas semanas ha empezado a circular en Chile un libro del doctor Víctor Farías, profesor de la Universidad libre de Berlín, con el contundente título Salvador Allende. Antisemitismo y Eutanasia (Santiago, Editorial Maye Ltda., 2005, 115 pp.) Las publicaciones de Farías suelen levantar polvareda. La mayor de todas, y la que instaló el nombre de nuestro coterráneo en los medios internacionales, fue la que provocó su célebre Heidegger y el nazismo, que apareció en 1987, no lejos de la víspera de los cien años del natalicio del filósofo alemán. Este otro tampoco dista mucho del centenario de Allende, como tampoco estuvo demasiado lejos su trabajo sobre Borges del centenario de este mismo.

En cuanto a aquel primer libro (en más de una ocasión me he referido a él), se debe decir que todo o casi todo lo que dice el doctor Farías se sabía; no en vano éste había sido sometido a un tribunal de des-nazificación después de la guerra, y los antecedentes siguieron acumulándose posteriormente. El principal aporte de Farías habría sido probar que la filosofía de Heidegger era intrínsecamente nazi, pero eso se quedó en el amago. Hubo una coyuntura histórica, quizá motivada también por cierta decantación que hacía del pensamiento de Heidegger un lugar de referencia obligada de toda la reflexión filosófica contemporánea (el postestructuralismo francés, el pragmatismo norteamericano, etc.), y que volvió a preparar al público para el escándalo, sin perjuicios de los correctivos categóricos que le inflingieron a los dictámenes de Farías varias de las figuras internacionales mas relevantes de la filosofía.            

Con el doctor Allende es distinto. El caso que pretende construir Farías, visto en conjunto y en perspectiva, haría de Allende una especie de sorprendente cripto-nazi, convicto de racismo y antisemitismo (y quizá no huelgue recordar que Gossen es un apellido sefaradí[Nota: nombre que le da a los judíos españoles]), impulsor de planes que no distan mucho del exterminio.

Farías funda su caso en tres pilares. Uno es la memoria que redactó el joven Allende para obtener el título de Médico-Cirujano (Higiene mental y delincuencia, Universidad de Chile 1933), otro un proyecto de ley que una comisión de médicos elaboró al alero de su Ministerio en 1939 y que Allende no aprobó y, por consiguiente no llegó al Parlamento, el tercero, que se evoca al comienzo del libro, la situación del criminal de guerra nazi Walter Rauff, avecindado en Chile. A ello se agregan algunas oscuras insinuaciones sobre los vínculos económicos que habrían comprometido a Allende con capitales nazis.

Sobre Rauff, cuya extradición fue negada por el pleno de la Corte Suprema en 1963, se tiene, creo, suficiente claridad. Según consta en las memorias de Simon Wisenthal, éste escribió una carta al presidente Allende en agosto de 1972 solicitando nuevamente la extradición, la cual motivó una respuesta del mandatario argumentando que, aunque compartía sus razones, era improbable reabrir el proceso ya sentenciado y [que] no estaba dentro de sus facultades acceder a la petición; una segunda carta, un año más tarde, que pedía la expulsión de Rauff, no alcanzó a ser contestada por Allende.

No hace mucho el historiador Gonzalo Vial dedicó una de sus amplias páginas de la sección editorial del periódico La Segunda a comentar el libro de Farías. El comentario, si mal no recuerdo, era entre elogioso y matizado; lo último se refería a la necesidad de ponderar el contexto en el que fue redactada la memoria, y es oportuna prevención historiográfica a la hora de emitir juicios, sobre todo si son del calibre de los que nos ocupan.

He leído la memoria del doctor Allende, y me parece evidente que Farías traza una fisonomía con líneas gruesas que confunde todo lo que en ella se dice. Un cúmulo de citas, paráfrasis y referencias a la literatura médica y médico-antropológica de la época, que el candidato a doctor incorpora las más de las veces a título de debate, son imputadas (en todos aquellos casos en que contribuyen a la indeseable fisonomía) derechamente al autor de la memoria. Pongo sólo un par de ejemplos que atañen al baldón de racista y partidario de ‘soluciones‘ radicales, pero pido al benévolo lector creerme si le digo que se los puede multiplicar varias veces.

En la introducción de la memoria, Allende manifiesta las motivaciones humanistas que lo inspiraron a recoger el tema de la higiene mental y delincuencia, que no son más que el ‘anhelo de días mejores’ para los delincuentes con los que tuvo ‘largas horas de charla‘ en la Casa de Orates, y cuyas vidas estaban ‘salpicadas de sangre, dolor y miseria‘, esperanza ésta que está mejor alentada porque ‘… frente a los problemas de la mente y a los problemas de la delincuencia, la Humanidad ha recorrido y está recorriendo un largo y accidentado camino. El loco y el delincuente han dejado de ser escarnecidos, despreciados, aherrojados. Una amplia comprensión, basada en hechos científicos, ha puesto fin a su martirio; y ese complejo humano, ilimitado, variable y oscuro, que forman locos y delincuentes, se ha iluminado, en gran parte, a la luz de estudios científicos.‘ El doctor Farías lee esa misma introducción suponiendo que Allende formula la eugenesia como ‘solución’ a ese martirio, empleando un término que Allende no ha mencionado, y que tiene resonancias ominosas a causa del uso que el nazismo le dio años después, construyendo así, una asociación donde no la hay.

En cuanto a la raza, en desmedidas páginas Farías imputa a Allende un paroxismo antisemítico que cualquier lectura sensata no podría discernir ni en un instante de supina obnubilación. Hay en la memoria una breve sección que, en el contexto de los factores exógenos de la criminalidad, discute el posible influjo de las razas sobre la conducta delictual, apelando a teorías en curso, en la cual Allende concluye diciendo: ‘carecemos de datos precisos para demostrar este influjo en el mundo civilizado’.

(Dicho sea de paso, en entrevista del pasado 24 de mayo [del 2005], el doctor Farías anuncia que se prepara para una invitación que dice haber recibido de Köpenick, una pequeña ciudad al sudeste de Berlín, para cambiar el nombre de plazas, calles, escuelas, barrios, puentes y clubes que llevan el nombre de Allende: ‘Y le he solicitado que el nombre que lo reemplace sea el de la mayor mujer de Chile: Gabriela Mistral‘.La verdad es que es Farías quien ha hecho esta petición, y el edil le ha contestado, en entrevista radiofónica, que antes de dar fe a su versión de la memoria de Allende, debe el alcalde conocer el juicio que la misma merece a otros historiadores. En todo caso, sólo cabe hacer votos que Farías no lea antes, en su peculiar estilo, las muchas páginas que Gabriela Mistral, nuestra mayor pensadora de la raza, le dedica al tema.)

Lejos de promover iniciativas discriminatorias, y peor, de fundarlas en una sedicente y muy dudosa ‘ciencia médica’, de la cual él mismo se precave expresamente, en su trabajo Allende parece más bien preocupado de establecer principios educativos, de salud pública, de prevención y de organización social de las instituciones clínicas con vistas a la mejor administración de patologías que tiene, precisamente, gravitación social. Pero el punto es que el doctor Farías cita y entresaca con sistemático desapercibimiento del sentido y del contexto.

Si se compara este caso con aquel otro de Heidegger, salta a la vista la diferencia. Cuando se encendió aquella otra polémica, empezó a parecer evidente que el doctor Farías hacía un uso bastante tendencioso de los textos del filósofo alemán. Desde el punto de vista de las acusaciones ello podía tener un efecto, puesto que les aportaban énfasis, y aunque muchas manipulaciones eran flagrantes, no se apartaban del todo de la verdad masiva de los hechos; pero claro, mirando desde la perspectiva de la seriedad historiográfica la cosa dejaba mucho que desear. En el caso de Allende -y esta es la diferencia-el asunto raya en la calumnia.

En cuanto al proyecto de esterilización, permítaseme referir un recuerdo de pubertad. Escuché una vez conversar sobre Allende al doctor Gustavo Vila con mi padre, doctor también, amigo de Vila, el cual era a su vez amigo de Allende, respecto del cual mi padre, que lo conocía de largos años, guardaba cierta reticencia. El doctor Vila trataba de convencerlo de que la vocación y la agudeza política eran la medida de Allende, y lo hacía con argumentos y con la evocación de ciertos incidentes. Llegó al punto que me interesa mencionar: ‘¿Te acuerdas de aquellas sesiones de la Sociedad de Neurología? En una de ellas se discutió una redacción del proyecto sometido a nuestra consideración por Allende, entonces Ministro de Salud, y que traía una presentación del doctor Brücher’ (Ambos conocían bien a Brücher y no tenían muy buena opinión de él). ‘Allende me llamó para advertirme del envío y me pidió que hiciera un comentario según mi mejor parecer. Entendí que quería deshacerse del proyecto. Probablemente hizo lo mismo con su amigo el doctor Cubillos, que también trajo un comentario demoledor. El proyecto feneció rápidamente y nunca más volvió a hablarse de él‘.

El problema con el doctor Farías es que sostiene realizar una contribución señera a la historiografía nacional, con propósitos de desmitificación. Estos son buenos propósitos, nobles propósitos, pero es indispensable que tenga buenas bases. El alegato que el mismo profiere a favor de ‘la historiografía seria, esto es, la que se funda en fuentes primarias‘, y que cualquiera de nosotros suscribe sin reservas, no se ve bien servido por su realización. Un estudio que cifra sus fortalezas en el uso arbitrario de las fuentes y la lectura metódicamente sesgada no es el mejor modo de ofrecer un modelo de rigor y de verdad histórica."

El autor es Decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile
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