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Qué frescura: la Democracia Cristiana quiere torcerle el pescuezo a la historia

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No es necesario ser muy versado en historia para saber que sin la activa participación de la Democracia Cristiana, al menos de su sector freista, el golpe de Estado de 1973 hubiese sido imposible. La ultra derecha no tenía fuerzas suficientes para derrocar el gobierno de Salvador Allende, fue la DC, el partido que dio el paso decisivo. Cuenta mi padre, Rafael Agustín Gumucio, en ese entonces presidente del partido federado de la Unidad Popular que, en múltiples ocasiones se llegó a acuerdos con la directiva demócrata cristiana, pero cuando se iban firmar, se recibía el llamado del sector freista y todo quedaba en cero.

La verdad comprobada es que, personalmente, Eduardo Frei Montalva hizo imposible todo acuerdo con la UP. Patricio Aylwin es un personaje extraño y contradictorio: sus dichos y contradichos hacen difícil comprender su papel en la política chilena. En el diálogo convocado por el cardenal Raúl Silva Henríquez, el presidente Allende había llegado a algunos acuerdos con Patricio Aylwin – en ese entonces presidente de la Democracia Cristiana – pero rápidamente Aylwin desahució el diálogo, presionado por Frei Montalva, junto con la base derechista de la Democracia Cristiana.

En el exilio, Bernardo Leighton confesó que fue engañado por su directiva sobre el significado del voto en el Parlamento, que sirvió para justificar el golpe de Estado. Eran maquiavélicos y jesuíticos estos derechistas y ambiciosos de poder, los demócrata cristianos. Por lo demás, los dos oficiales principales de la conspiración militar, Oscar Bonilla y Arellano Stark, eran demócrata cristianos y ex edecanes de Frei. La directiva demócrata cristiana, al día siguiente del golpe de Estado, alabó a la recién instalada junta de gobierno y mostró su disposición a colaborar; no hay que ser muy advertido para suponer que la Democracia Cristiana creía, ingenuamente, que después de un corto período de dictadura militar, se llamaría a elecciones y su líder, Eduardo Frei, sería elegido presidente de Chile.

Los únicos demócrata cristianos que se salvan de esta grave traición a su doctrina son  los trece firmantes de la carta que rechaza la dictadura, entre quienes se encuentra Belisario Velasco, que tiene la decencia y autoridad moral para calificar al dictador de típico sátrapa de derecha, asesino y ladrón. Cualquiera que lea la carta de Eduardo Frei Montalva al presidente mundial de la Democracia Cristiana de ese entonces, Mariano Rumor,  podrá descubrir el odio y envidia que Frei profesaba a Allende, y el compromiso que sentía con una Junta asesina, rechazada por todo el mundo civilizado. Si Frei no hubiera tenido estas convicciones favorables a la dictadura, no se hubiera jugado su prestigio internacional, muy importante para un hombre que estudiaba para Dios.

Que Aylwin esté enojado, me parece lógico: el documento publicado por estos días – aun cuando ahora digan que sólo es un borrador – lo deja desnudo, como el rey de la fábula. Claro que a don Patricio poco le preocupa, pues no hace ningún asco a las paradojas y contradicciones. Por ejemplo, en la Comisión de los 24, que preparaba la Constitución post dictadura,  Aylwin era partidario de un sistema político semi presidencial y aplicó, en su gobierno, el presidencialismo autoritario heredado de Pinochet; cuenta el cientista político Oscar Godoy, quien lo interrogó sobre esta contradicción, don Patricio le respondió, muy suelto de cuerpo, que había cambiado de criterio. Lo mismo ocurrió con “los ejercicios de enlace” y “el boinazo”: ora declara que Pinochet actuó contra la Constitución vigente, ora, que los actos del comandante en jefe son completamente legales. ¿Con cuál de los dos Patricio Aylwin me quedo, con el que aplica el neoliberalismo y luego lo critica como inhumano? Respecto a la Chol, o se ha quitado muchos años, lo que es comprensible en una monjita coqueta, como ella, o no ha leído ningún libro de historia, lo que la llevaría a engrosar el ejército de analfabetos funcionales de este país. Lo único que no se puede decir es que la Democracia Cristiana no estuvo embetunada con el militarismo de 1973, y que traicionó los ideales de la Falange, que suponía el rechazo de toda forma de intervención militar. 
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