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Murió el cobarde criminal

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En estos minutos, recién informados de su muerte, no sentimos alegría, pues no ha muerto el crimen, el robo, el pillaje, la explotación brutal, la entrega desvergonzada de nuestras riquezas. Apenas ha muerto un milico servil, que mañana puede ser reemplazado por otro, con uniforme o sin él.

En esta hora sólo atinamos a recordar nuestra tarea, recordar que nuestra lucha continúa, que nuestros sueños, “para construir una sociedad mejor”, siguen pendientes en muchos aspectos.

En este minuto, en que muere uno de los cobardes y criminales más grandes que ha tenido Chile, recordamos las palabras finales que nos dirigiera el Presidente Allende desde el Palacio de La Moneda, a donde había llegado, constitucionalmente, por mandato del Pueblo. Ellas encierran la condena que hoy queremos repetir. Nuestra lucha, iniciada desde la llegada del invasor, desarrollada por siglos, continúa y no se detendrá. El ejemplo de nuestros héroes y mártires, de tanto dirigente insobornable, de tanta entrega generosa, nos empuja a seguir.

El presidente Allende sabía lo que ocurriría después de culminado el Combate de La Moneda: “Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, aquellos que serán perseguidos”  Por ello va en este minuto nuestro recuerdo a las compañeras y compañeros que ya no están físicamente entre nosotros, que cayeron aquellos días del golpe o en la lucha que se inició por recuperar la democracia. Ellos, tal como el Presidente Allende –“me seguirán oyendo, siempre estaré junto a ustedes”- están con nosotros, jamás les olvidaremos.

En un mundo en que pareciera que el dinero, las utilidades, las ganancias, lo deciden todo, nosotros seguimos creyendo en la justicia social, la solidaridad, la dignidad, el respeto de los derechos de los más débiles. Que nadie dude. Nuestra hora llegará.

Un abrazo a todas las mujeres y los hombres demócratas, decentes, dignos, justos, del mundo. Infinitas gracias por vuestra solidaridad, por vuestro apoyo. Si el tirano ha muerto en su cama, sin una condena legal, no se debió a que millones de nosotros no lo quisiéramos; tampoco se debió a que Uds. no exigieron una condena. Se debió a la traición y la cobardía de fuerzas políticas chilenas. A ellos, los responsables de que Pinochet haya muerto sin la condena que merecía, citamos al Presidente Allende:  “Frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder…  la historia los juzgará.”

Un abrazo fuerte para Uds. compatriotas, a los que no lloran la muerte del tirano; a Uds. amigas y amigos del mundo.

No se detienen los procesos sociales, ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

La Redacción de PiensaChile


Palabra Finales del Presidente Salvador Allende.el día 11 de septiembre de 1973

Esta será la última oportunidad en que me puedo dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino, decepción y serán ellas, el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron. Soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el Almirante Merino que se ha autodesignado, más el señor Mendoza, General rastrero, que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha denominado Director General de Carabineros.

Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: yo no voy a renunciar, colocado en un tránsito histórico pagaré con mi vida la lealtad del pueblo y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia, digna, de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente, tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales, ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi patria, quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia; que empeñó su palabra de que  respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, espero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas, rompieran su tradición: la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctima del mismo sector social, que hoy estarán en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina, que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños; me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que la sociedad capitalista les impuso; me dirijo a la juventud, a aquellas que cantaron, que entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente, en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las líneas férreas, destruyendo los oleoductos y los gasoductos. Frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder…  la historia los juzgará. Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes, no importa, me seguirán oyendo, siempre estaré junto a ustedes, por lo menos mi recuerdo, que fue el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.

El pueblo debe defenderse pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria. Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas, por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile!
¡Viva el pueblo!
¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras, tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
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