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Refrescándole la memoria a La Concertación

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Es común, entre quienes nos dedicamos al periodismo, ya sea profesionalmente o como aficionados, que muchas veces nos sintamos impulsados a escribir al enfrentarnos con un hecho, o el pasaje de algún texto, que por alguna razón, nos afecta, conmueve, o indigna. Nos afecta porque revela alguna verdad de la que no nos habíamos percatado; nos conmueve por su sinceridad, penetración o belleza; o nos indigna por su falsedad o carácter falaz. En este caso la motivación a escribir este artículo provino de la lectura del siguiente argumento, que se ubica en la última de las tres categorías psicológicas indicadas:

"Que La Moneda no reconocerá la calidad de ex-presidente de la República al general (R) Augusto Pinochet, … porque hacerlo sería validarlo como presidente legítimo, algo impensable, considerando la lucha contra su régimen que dio la Concertación".

Esta es una proposición manifiestamente falsa, y sin embargo quien la escribe (la periodista Carolina Miranda, del Diario La Nación(*), la presenta como si fuera poco menos que una verdad obvia. Porque el reconocimiento de Pinochet como "presidente legítimo" fue oficializado por la Concertación hace ya mucho tiempo. Para ser más precisos, en la ceremonia de entrega del mando que tuvo lugar el día 11 de marzo de 1990. Es decir, el día en que, después de casi 17 años de gobierno de facto, Pinochet "entregó el mando del país al Presidente Aylwin", que había resultado triunfador en la elección presidencial del 14 de diciembre de 1989.  

Lo curioso es que si se leen los periódicos de la época, entre ellos La Nación, por ninguna parte se encontrará ni una sola frase que registre o dé cuenta de este importantísimo reconocimiento concedido por la Concertación al dictador. Pero los hechos, y las fotos que lo registran, son categóricos e irrefutables: porque al permitir la participación de Pinochet en la ceremonia de transmisión del mando la coalición oficialista le concedió simultánea y automáticamente el carácter de "presidente legítimo", para usar nuevamente la expresión de Carolina Miranda. Puesto que mediante aquellos ritos la dictadura es salvada de quedar al márgen de la historia oficial de Chile, como un gobierno de facto, como una simple dictadura ilegítima, como una ruptura en la continuidad institucional del país; siendo elevada a la categoría de un régimen político legítimo, uno más entre tantos. De allí que no tendría nada de impensable que "La Moneda le tuviera que reconceder la calidad  de ex presidente al ex-dictador", puesto que este reconocimiento se produjo a pesar de la lucha que la Concertación libró en contra de la dictadura antes de llegar a ser gobierno, y se encuentra en el origen mismo de la actual "Democracia Tutelada" (Felipe Portales dixit).   

Cuando al morir el golpista y miembro de la Junta original, el Almirante Merino, el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle decidió decretar duelo oficial por tres días, no rompió con ningún acuerdo, ni tradición, sino que no hizo otra cosa que actuar en consistencia con lo que la Concertación había ya decidido en 1989, en cuanto a cuál sería su actitud y conducta frente a los cabecillas del golpe y hacia los más altos funcionarios de la dictadura; no sólo en cuanto a no juzgarlos por su participación en los atropellos a los derechos humanos, sino también en cuanto a respetarle sus jerarquías y rangos.  

Todo esto lo saben muy bien la derecha y los militares que participaron, hace ya más de 26 años, en el acuerdo secreto  con los más altos dirigentes de la Concertación de ese momento. Acuerdo que dio origen, así como su particular fisonomía contradictoria, al sistema político actual. Por eso, el día que Pinochet se vaya al Infierno, los signatarios militares y la propia derecha se lo recordarán enérgicamente a la presidenta Bachelet; quien podrá sentirse personalmente inclinada a negarle un funeral de Estado al ex dictador, pero que, finalmente, se verá forzada a respetar y cumplir aquel acuerdo "fundacional" que, a pesar del tiempo transcurrido, continúa plenamente vigente.   
(*)  Carolina Miranda: "El fuerte debate acerca de las exequias que debe o no tener el ex dictador". La Nación, Miércoles 6 de diciembre de 2006.
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