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El libro que se quema para ser leído

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                                                 Para MFG. 
                                                 (Lo femenino de la página en blanco. Inquietud de la palabra huérfana).

– ¿De dónde vienes? me preguntó.
– De lejos, contesté.
– ¿Qué tan lejos?
– Desde mi más profundo dolor.

él tomó unas piedras y las arrojó sobre el pasto.

– ¿Ves?
– No.
– Ahí está el camino.
– No lo veo.
– En la caída.
– Estoy cayendo.
– Estas meditando “caer.
– No lo creo.
– ¿A qué le temes?
– A lo que pueda encontrar.
– Sólo encontrarás un rostro.
– ¿El mío?
– El tuyo lo has perdido entre los hombres.

Fui testigo de un incendio. La casa ardió dos veces. Mi infancia se quemó.
No sé hacia dónde ir. No sé si hay que ir o huir. El camino es un punto que se desplaza en el tiempo. Voy hacia el camino descalzo. El dios de los hombres es el dios del sendero.
¿Lo es? Acaso: ¿él no fue el primero en extraviarse?
Hay que incendiarse en la palabra para intentar ser palabra. Desde la ceniza leo mis cenizas.
Busqué en tu abrazo el centro de una constelación.
¿Qué hace ese hombre colgado de la cruz? Todos meditamos a través de su dolor.

“Búscate”, me dijo él.

Empecé buscándome en ti y sólo te encontré a ti. La Nada no es la nada de la gramática. La Nada es tu armazón de guerrero.
¿Cómo te puedo amar si no te veo? ¿Me ves?.

Tengo sed, exclamé. él tomó un puñado de arena y me dijo: ¡Bebe!

-No puedo beber arena.
-Hazte manantial.
-¿Cómo calmo mi sed?
-¿Acaso crees que la puedes calmar? La sed es sed en tu sed.
-¿Hacia  dónde vamos?

(Una paloma gris se apoyó sobre una rama). 

–  ¿Necesitas saber hacia dónde ir? Espacio y tiempo. Coordenadas inflexibles ante las ecuaciones del existir.

Soñé con él algunas noches más. Me levantaba aturdido. Nunca pude saber quién era.
Recuerdo nuestro último encuentro: él tenía un cuadro en la mano. Era la cara de una mujer deformada.

“Cuando sepas cómo nombrarla la habrás amado”.

(La paloma gris trajo una semilla de silencio. Entendí que el diluvio había terminado).

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