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Ñuñoa, un barrio que las inmobiliarias están destruyendo

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Ilustrísimo Alcalde de ñuñoa,
Señor Pedro Sabat.

Estoy seguro que usted nunca se ha pegado una siesta bajo un parrón ñuñoíno, tampoco se ha revolcado entre los yuyos y maleza de alguno de los graciosos patios de nuestra querida y ultrajada comuna. Esto lo digo por el poco amor que Ud. le tiene a una de las zonas más verdes de la capital, que insiste en repoblarla, llenándola de monstruosas torres que han alterado gravemente el entorno y sobre todo la paz del lugar.

Pedro, ñuñoa nunca será La Dehesa, afortunadamente, y tampoco La Florida, por mucho que lo intente haciendo malls o colapsándola de edificios. ñuñoa es ñuñoa, Pedro. Desordenada, de clase media, cruzada por esa avenida escandalosa que es Irarrázaval, llena de restaurantes chinos, tiendas de ropa barata y mucho de ese comercio cunetero que tantos dolores de cabeza, imagino, le provoca.

ñuñoa son los almacenes donde uno puede dejar las llaves de la casa, fiar, comprar cigarros sueltos y hasta comerse una parrillada con el dueño, que además tiene la gentileza de vender el trago bajo cortina, violando su majadera ley seca. ¿Sabe, Pedro?, esa es la gracia de ñuñoa. Y quizás por esto es la comuna que ofrece, ofrecía, el mejor índice de calidad de vida en la Región Metropolitana. Porque entre los bares clandestinos, las viejas sentadas afuera de las casas, los cabros chicos jugando a la pelota, existía cierta complicidad de barrio, de vecindad.

Pero a usted le gustan las cosas bien compuestitas. El pasto parejito, la casa pintadita, la plaza bien iluminada, nada que huela a reunión subversiva, a pelo largo y chacota, es decir odia el espíritu de ñuñoa. ¿Y sabe, Pedro?, su cruzada por hacer que ñuñoa se vaya a la mierda le está dando resultados. Tengo seis grúas sobre mi cabeza, el polvo de las retroexcavadoras apenas me deja respirar y el ruido incesante de las hormigoneras despachando miles de toneladas de cemento, arena y escombros no me deja dormir a pata suelta, como me gusta.

Donde había casas con encantadores patios de más de mil metros, llenos de árboles, se están construyendo algunos de los 45 nuevos edificios autorizados por su municipalidad.

Sí, Pedro, 45, que además traerán 10 mil nuevos vecinos, miles de autos y, me imagino, muchísimo dinero para las arcas de la comuna. ¿Le pagan las inmobiliarias? Porque les ha dado demasiadas facilidades para que hagan su negocio; es decir, son ellas las que están rediseñando la comuna a su antojo, quitándole la novelesca identidad que siempre la caracterizó, haciéndola igual a cualquier parte de Santiago.

Por el contrario, los vecinos sólo recibimos un trato vejatorio, las constructoras nos amenazan veladamente si no vendemos, y el dinero que ofrecen no alcanza para comprar algo similar en otra parte. Lo más ridículo de todo esto es que las inmobiliarias usan como gancho para sus ventas la vida tranquila, las calles arboladas; en fin, la identidad de barrio que ellos mismos están demoliendo.

Atentamente,
ángel Carcavilla

Vecino de ñuñoa
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