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Carta abierta de un actor secundario a otro

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Compañeros con esta carta quiero saludarlos, expresándoles todo mi respeto y admiración. Lo que ustedes han hecho y hacen es muy difícil, es una operación reflexiva que muchos sectores de la sociedad chilena no están dispuestos a realizar: verse a sí mismos, pensar si es esto que hay lo que queremos y rebelarse frente a la realidad que descubre esa mirada.
Por muchos años nos han querido hacer creer, los que administran el destino, que no podemos aspirar a nada distinto, que es preciso resignarse y someterse al juego de la oferta y la demanda, que nuestro país es parte de un orden natural de exclusión, de explotación y de segregación de clases inevitable; así validan de paso todos los dispositivos de dominación y control.

Son pocos los que han levantado la voz para denunciar la evidente desigualdad, para cuestionar el modelo que beneficia a los mismos de siempre y reproduce el viejo sistema colonial. Nos querían hacer creer que la democracia era así, que este es el mejor mundo posible que podemos crear, con la misma constitución que nos heredó la dictadura, con sus mismas leyes injustas, con su mismo espíritu. Muchos creyeron eso, o se acomodaron.
A los políticos profesionales les gustó el poder e hicieron el mismo papel que hacen siempre (estando en democracia o en dictadura), velar por sus propios intereses o por los intereses de los grupos económicos nacionales o transnacionales que los alimentan. Sin importar la desigualdad social evidente, o el desastre ecológico, o la destrucción de lo más valioso que tiene un pueblo, que son su cultura, sus lazos de solidaridad y su conciencia de totalidad. Nos han fragmentado, vendiéndonos la idea de que lo único por lo que vale la pena empeñar la voluntad es por la búsqueda de la efímera satisfacción individual.
Todo esto nos emparenta directamente, a los movimientos estudiantiles actuales y a aquellos que luchamos contra la dictadura, unos son una continuidad de los otros, porque es poco lo que ha cambiado. Aunque, pienso que el contexto que les toca vivir a ustedes es aun más adverso y complejo, porque ahora el poder se oculta, se hace invisible tras la apariencia democrática. Lo que ustedes hacen, desenmascarar, develar las prácticas del poder y sus consecuencias en nuestra vida, es muy difícil y requiere de una gran valentía y lucidez.
Hoy, los medios de comunicación y los falsos gobiernos democráticos, dejando de lado los temas de fondo, han instalado como relevantes temas como el de la delincuencia, reemplazando la gastada figura del terrorista por la del delincuente para justificar el estado policíaco, han estigmatizado a los jóvenes rebeldes y a aquellos que se movilizan por demandas legítimas, han seguido perfeccionando los aparatos represivos, invirtiendo en máquinas de control y en técnicas de vigilancia. Las manifestaciones estudiantiles han sido reprimidas exactamente igual como en el periodo de dictadura. Es cierto que ya no existe el peligro de la muerte y la tortura, pero existen otros peligros tanto o más graves, porque atacan a la dignidad de los movimientos sociales. Los falsos gobiernos democráticos se han especializado en desmovilizar y en quebrar a las organizaciones, desestimándolas o simplemente desoyendo, coptando  y comprando a sus dirigentes, ofreciéndoles la vía de la institucionalización, conduciéndolos a marañas burocráticas y legales en las que finalmente se pierden, porque los obligan a desperfilarse, a desfigurarse, a no reconocerse, a pisar un terreno que no les pertenece. Eso también les puede pasar a ustedes, pero si eso ocurre, consideren que lo que han hecho es ya una experiencia única y constituyente.
Compañeros, aquello por lo que ustedes luchan es justo y bello, porque tienen razón, y porque (queriéndolo o no) desnudan el daño estructural que sufre nuestro país y esa arquitectura encubierta del poder.
Su movimiento no puede sino despertar simpatía en aquellos que luchamos permanentemente contra este sistema que lo convierte todo en mercancía, y especialmente al hombre. Lo que ustedes han hecho, las marchas, las largas jornadas de paros y tomas, han remecido a la conciencia nacional que estaba dormida, y eso ya es importante. Ojalá esto derive en un proceso democratizador de la educación y en la búsqueda de un modelo menos excluyente, pero eso es (a mi modo de ver) secundario, tan solo un efecto de algo que es mucho más trascendental, que es el acto de recuperar la dignidad, cosa que ocurre en el momento mismo de protestar, de tomarse la calle, de oponerse a la injusticia, de sacar la voz y decir que no. Ese acto nos hace libres y nos enseña que cualquier resultado está prefigurado en el camino que uno toma, y que por lo tanto la lucha permanente contra toda forma de discriminación y dominación no puede sino constituir relaciones sociales más justas. Eso han sido sus tomas, sus asambleas, sus corridas callejeras, tal como lo fueron las nuestras, una forma de ejercer, vivir y crear la verdadera libertad, aquella por la que vale la pena vivir, y por eso los abrazo.
*Laurence Maxwell*
*COEM / Comité Pro-FESES *
*(1985-1986)*
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Un hermoso día de otoño, en visperas del paro nacional y siendo aun mayo del 2006.**


Artículo hecho llegar a nuestra Redacción por el amigo y compañero Carlos Uffer
Nota de la Redacción: En las útlimas 6 líneas del artículo respetamos el formato utilizado por el autor, aunque no comprendamos del todo su significado. El autor es una de las grandes promesas jóvenes de la literatura chilena.

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