"Valdivia, el capitán intruso, / cortó mi tierra con la espada / entre ladrones: "Esto es tuyo, / esto es tuyo, Valdés, Montero, / esto es tuyo, Inés, este sitio / es el cabildo". / Dividieron mi patria / como si fuera un asno muerto / Valdivia cortó las manos del cacique, / devolvió a los prisioneros / con narices y orejas cortadas, / empaló al Toqui, asesinó / a la muchacha guerrillera / y con su guante ensangrentado / marcó las piedras de la patria, / dejándola llena de muertos, / y soledad y cicatrices" (Valdivia 1544, de Canto General).
"Lautaro era una flecha delgada. / Elástico y azul fue nuestro padre. / Fue su primera edad sólo silencio. / Su adolescencia fue dominio. / Su juventud fue un viento dirigido. / Se preparó como una larga lanza. / Acostumbró los pies en las cascadas. / Educó la cabeza en las espinas. / Ejecutó las pruebas del guanaco. / Vivió en las madrigueras de la nieve. / Acechó la comida de las águilas. / Arañó los secretos del peñasco… / Sólo entonces fue digno de su pueblo" (Educación del Cacique, de Canto General).
Esta visión pro-mapuche de Neruda lo acompañaría durante todo el transcurso de su vida, escapando incluso su obra a la mirada "idílica" de los indígenas como personajes heroicos del pasado que permeó negativamente la creación literaria de otros connotados escritores latinoamericanos de su tiempo. Para Neruda, los "araucanos" del siglo XVI que lucharon contra los españoles por la defensa de su libertad no eran muy distintos de aquellos otros que en el Temuco de su infancia exigían aun el respeto negado y luchaban contra el despojo y la discriminación del colono recién llegado. Por el contrario, para Neruda esos "descendientes de Lautaro" correspondían más bien a la continuidad de un proceso de lucha todavía inconcluso, constatación dolorosa para un poeta que no lograba concebir que el colonialismo español se hubiera travestido más tarde en estado chileno.
Existe un pasaje algo desconocido de su vida que puede dar cuenta de esta visión asertiva del poeta. A comienzos de la década de los ’60, Neruda visita la ciudad de Temuco, "capital general de la lluvia" como la llamaba cariñosamente. La ciudad ha cambiado mucho desde la niñez del poeta. En el Teatro Municipal de Temuco, Neruda añora los recuerdos, lamenta el presente y se asombra del homenaje que le brindan sus "huraños compatriotas" mapuches.
"He llegado una vez más a Temuco. La ciudad ha cambiado de tal manera que es como si la otra se hubiera ido. ésta era la única de las ciudades de Chile con araucanos en las calles. Me complace que siga siéndolo. Antes vinieron sólo a comprar y a vender sus pequeñas mercaderías. Ahora hay algo de nuevo. Contaré mi sorpresa. Vino todo el pueblo al estadio a escuchar mi poesía. Yo subí al tablado mientras el público me saludaba. Entonces escuché que se hacía el silencio y dentro de ese silencio oí elevarse la más extraña, la más primordial, la más antigua, la más áspera música del planeta. Eran los araucanos que tocaban sus instrumentos y cantaban para mí sus dolorosas melodías. Me conmovía más aún. Los ojos se me empañaron, mientras sus viejos tambores de cuero y sus flautas gigantescas sonaban en una escala anterior a toda música. Sorda y aguda a la vez, monótona y desgarradora. Era como la voz de la lluvia, combatida por el viento o el gemido de un animal antiguo, martirizado debajo de la tierra", señala en su sentida intervención en el Teatro Municipal de Temuco, tal como lo grafica el texto rescatado por Gabriel Barra.
"Neruda, a pesar de haber vivido en un sector de Temuco en el que transitó y transita mucha de nuestra gente que se asoma a diario a vender sus productos agrícolas, vio a nuestro pueblo -como la mayoría de los chilenos- a través de la obra del poeta español Alonso de Ercilla: La Araucana. Conoció primero a los "araucanos" y muy posteriormente a los mapuche. Más, a diferencia de tal mayoría, él fue crítico y autocrítico de esa situación hasta hoy casi inalterable. Y claramente planteó la dicotomía entre la aceptación y búsqueda del mito, y el no reconocimiento y aun la negación de la realidad", señala el destacado poeta mapuche Elicura Chihuailaf en un texto publicado por la Revista Ojarasca.
"En medio de la confusión y del espejo obnubilado, pretendidamente europeo, de los chilenos, Neruda vislumbró nuestro Azul, el de nuestra vida, el color que nos habita, el color del mundo de donde venimos y hacia donde vamos. ‘Elástico y azul fue nuestro padre’ dice con orgullo y sobre todo con afecto en su poema a nuestro Lautaro. La obra de Pablo Neruda es una de las posibilidades para el diálogo entre los mapuche y los chilenos, para empezar a encontrarnos, poco a poco, en nuestras diferencias", enfatiza Chihuailaf, un conocedor de primera línea de la obra del poeta y quién se dio la titánica tarea de traducir al mapuzugun hace unos años parte importante de su creación literaria.
"Yo te he nombrado reina./ Hay más altas que tú, más altas./ Hay más puras que tú, más puras./ Hay más bellas que tú, hay más bellas./ Pero tú eres la reina".
"Iñche ta reina pieyu./ Mvley zoy alvlu eymi mu, zoy alvlu./ Mvlev zoy regelu eymi mu, zoy regelu./ Mvlev zoy kvme azgelu eymi mu, zoy kvme azgelu./ Welu eymi ta reina",
nos canta de este modo Neruda en el idioma de la tierra, gracias al trabajo compilatorio y de traducción realizado por Elicura en el libro "Pablo Neruda. Todos los Cantos" (Ti kom vi) publicado por la Editorial Pehuen. En total son cuarenta y cuatro poemas los traducidos al mapuzugun. La mayoría de ellos están tomados del "Canto General", de "Arte de Pájaros", de "Odas Elementales" y del "Memorial de Isla Negra".
"Neruda sintió muy de cerca la realidad americana", señaló Juan Agustín Figueroa, Presidente de la Fundación Pablo Neruda, durante la ceremonia de lanzamiento de esta obra realizada en la casa-museo de La Chascona en abril de 1997. "Y dentro de la realidad americana, en letras de oro está escrita la historia de los pueblos autóctonos", recalcó en aquella oportunidad el contradictorio dueño del Fundo Nancahue, el mismo que hoy encarcela a los dirigentes mapuches que han declarado su latifundio en Traiguén como parte del inmenso despojo indígena denunciado en el Canto General por Neruda. Sin duda, una triste y lamentable paradoja del destino.
Artículo tomado del sitio Planeta Porto Alegre donde apareció publicado el 26 de agosto de 2005
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