¿Y, ahora qué, culitos blancos?
por Arturo Von Vacano (Bolivia -Bolpress)
19 años atrás 5 min lectura
Hoy es un día en que cada boliviano, así se encuentre en Nigeria, debe sentirse orgulloso de ser boliviano: las elecciones de 2005 fueron una lección de democracia que Bolivia dio al mundo todo, incluidos los EE.UU., donde el golpe de estado de Miami y la complicidad de la Corte Suprema dieron el poder en 2000 al terrorista que hoy gobierna ese estado totalitario y es jefe del ala derecha del régimen de plutócratas que explota al mundo desde hace cien años.
Tal vez ayer, diciembre 18, fue el día en que se borraron las monstruosidades cometidas contra los antepasados del Sr. Presidente por una diminuta elite ciega, ignorante, vendida al extranjero y causa y explicación de una historia sangrienta y vergonzosa que cada boliviano carga sobre la conciencia como una cruz. Pero tal vez todavía no llega ese día, todo depende de nosotros.
Pero para los «culitos blancos», uno de los cuales soy yo, este es el día que ofrece una oportunidad dorada para construir una Bolivia nueva en que el racismo, la barbarie y los «vende-patrias» no tengan ya cabida en nuestra vida cotidiana.
Vida que será sin duda más difícil porque nos hemos atrevido a ejercitar nuestra libertad contra el Imperio (que consume el 87% de la cocaína que consume el mundo) al poner a Evo en el Palacio Quemado. Veremos otra vez las sucias argucias que nacen en esa embajada que es un insulto a la vista de cada quien y a la conciencia del mundo: una fortaleza copiada de la de Saigón sin otra finalidad que la aguantar hasta que los Marines lleguen· O tal es la mentalidad de su ocupante, el embajador delincuente.
Vida que, si los «culitos blancos» obedecen a su conciencia, bien puede cambiar en verdad si en lugar de temer al Presidente Morales reconocemos que su causa es justa, la hacemos nuestra y reconocemos en Evo a Nuestro Presidente.
No será fácil, sin duda. Acostumbrados como estamos a gozar de privilegios injustos que aún hoy, 50 años después de nuestra Revolución Frustrada, nos depara la piel blanca, nos costará reconocerlos como tales así como nos costó ayer el reconocer a los antepasados de Evo como seres humanos iguales a nosotros.
Pero el final de esos odiosos prejuicios será una bendición. Todo boliviano deberá sentirse orgulloso de haber acabado con esas horrendas diferencias y, de hecho, así nos sentimos cuando tenemos una buena conciencia.
Porque es verdad que enfrentamos poderosos enemigos con nuestro Presidente Evo. Los más dañinos, por raro que parezca, están dentro de nuestras fronteras: son los traidores que continúan conspirando contra Bolivia en Santa Cruz, y ello ya no es secreto para nadie.
Para apagar ese foco de conspiradores «vende-patrias» es necesario rechazar la violencia, buscar la justicia y hacerlo de modo tal que no sea causa futura de vergüenza. Lo único que no se puede hacer al combatir terroristas es hacerse terrorista, y eso lo aprendimos del Rey Jorge, el primer terrorista del mundo.
Por eso es necesario que lo diga una vez más: los bolivianos de SRZ deben hablar. Deben demostrar que quieren liberarse de ese foco de extremistas como lo que es, un cáncer social pero diminuto, y deben enseñar a sus ricachos locales que la plata compra muchas cosas, pero no la conciencia de los bolivianos.
Los señoritos con alma de hacendado de hace 200 años no deben tener cabida ya entre nosotros, como no deben tenerla los «extranjeros» por elección propia cuyos padres o abuelos vinieron a enriquecerse y crear familias que nada han dado al país durante dos o tres generaciones. Bolivia debe respetar la propiedad privada, pero debe hacer leyes para quitarle sus caprichos de bestia bárbara.
Pero la tarea principal de los «culitos blancos» es la de mantener la unidad del país. Pues que nos decimos los mejor educados, nuestra responsabilidad es proporcionalmente mayor. Pues que nos sabemos privilegiados aún hoy, nuestra obligación es mayor por ello mismo. Porque nos decimos civilizados debemos establecer desde hoy un parámetro de igualdad absoluta con el Sr. Presidente y sus antepasados, sus familiares, sus amigos y cada miembro de su raza, cuya sangre corre por nuestras venas.
Y hay otro enemigo interno que combatir: es esa otra minoría ínfima de fanáticos que olvida que los indios son sólo el sesenta por ciento de los bolivianos y sueña con destruir al 40 por ciento restante. Son los odiadores que buscan venganza y no justicia tras 500 años de injusticia. Educarlos y hacerles ver que la historia no retrocede será una tarea de titanes a la que deben dedicarse dos generaciones de nuevos bolivianos. Recordar los excesos del 52 y no repetirlos es tarea de cada boliviano desde hoy.
Crear relaciones con el Imperio que involucren respeto mutuo y justicia es también tarea nuestra. Los pocos educados y los nada educados sólo pueden odiar al gringo, pero es necesario hallar un modo de convivir con él; no todo ha sido despojo y abuso en las relaciones entre ambos pueblos. Un justo medio es posible y es necesario creerlo posible para alcanzarlo.
Todo lo cual no quita que esta noche dormiremos mejor todos los bolivianos y mañana será un día en que la esperanza y el optimismo, siempre tan ausentes entre nosotros, lucirán con nuevos brillos.
Hoy podemos gritar ¡Viva Bolivia! como tal vez nunca antes pudimos gritarlo.
Hoy los colores de nuestra bandera, rojo, amarillo y verde, son símbolos nuevos de una legítima ambición: podemos hacer de nuestro país un país unido, justo, democrático y moderno que sea fuente de orgullo para todos.
Pero todo depende de cada boliviano, como siempre ha dependido.
El autor es periodista boliviano
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