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George W. Bush: ¿Nixonización a la vista?

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El presidente Bush puede estar haciendo frente a algo semejante a lo que obligó a Richard Nixon a renunciar en 1974 para evitar un impedimento judicial por los descubrimientos del escándalo Watergate. En las últimas semanas han aparecido varias pruebas que sugieren que importantes sectores del establishment estadounidense pueden haber decidido que ya no tiene caso esperar a las elecciones de 2008 para sacar a Bush del gobierno y a los "neoconservadores" que los manejan, cuya catastrófica política interna y externa está debilitando a la súper potencia mundial con mayor eficacia que la que cualquier adversario externo pudiera jamás haber soñado.

En el centro de la embestida contra Bush se encuentra el promotor especial Patrick Fitzgerald, quien investiga la filtración a la prensa del nombre de la agente de la CIA encubierta Valerie Plame, filtración de la que es responsable directamente la Casa Blanca. La medida fue en represalia por las revelaciones del marido de Plame, el ex embajador Joseph Wilson, quien desmintió públicamente la denuncia de que el Irak de Saddam Hussein hubiera tratado de comprar uranio en Níger para su supuesto programa de Armas de Destrucción en Masa. Los autores de la filtración fueron el asesor especial de Bush, Karl Rove, y el jefe del gabinete del vicepresidente Dick Cheney, I. Lewis Libby.

Como la revelación de la identidad de un agente de espionaje es delito federal en los Estados Unidos, la vendetta de la camarilla presidencial abrió el camino para otro de los métodos -uno de ellos es la eliminación física- con los que las elites dirigentes estadounidenses lidian con los mandatarios que ponen en peligro el papel hegemónico supremo de los Estados Unidos en el planeta: la "nixonización."

Con la acusación de Rove y de Libby, que se espera en los días o semanas siguientes, será difícil impedir que las investigaciones continúen ascendiendo en la escala jerárquica hasta llegar a la Blair House (la residencia oficial del vicepresidente) y a la Sala Oval de la Casa Blanca. Una señal clara de esto es el artículo del renombrado columnista, Frank Rich, publicado el 15 de octubre en The New York Times con el sugestivo título de "Es Bush-Cheney, no Rove-Libby".

El texto, del que traducimos los fragmentos más relevantes, es contundente: "Lo que te consterna de la investigación de Patrick Fitzgerald, independientemente de sus conclusiones, es que enfoca sobre una conspiración que no tiene nada de insignificante: la que, con premisas falsas, nos llevó a una guerra descuidada y desgastante en Irak. Dicha conspiración fue instigada por el jefe del Sr. Rove, George W. Bush, y por el jefe del Sr. Libby, Dick Cheney".

"Los señores Wilson -continúa-, fueron sacrificados para proteger la tramoya mayor", por las "maquinaciones internas del que se ha nombrado Grupo Irak de la Casa Blanca, o WHIG (siglas en inglés). Su nacimiento, en agosto de 2002, siete meses antes de la invasión a Irak, nunca fue anunciado. Sólo mucho después sería mencionado de paso en uno o dos artículos de la prensa, en los que se relataba que fue establecido por el jefe del gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card. Entre sus ocho integrantes se encontraban el Sr. Rove y el Sr. Libby, la entonces asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice y las maestras inventoras Karen Huges y Mary Matalin (entonces, respectivamente, subsecretaria de Estado para Diplomacia Pública y asesora especial de Cheney)".

Está claro, afirma Rich, "que la historia oficial de Bush nos quiere hacer creer que en agosto de 2002 no se había tomado ninguna decisión sobre la guerra. Los datos que enmarcan la formación del WHIG nos dicen otra cosa. El 23 de julio de 2002 -una o dos semanas antes de que el WHIG hiciese su primera reunión en serio- un oficial británico dijo a sus pares, como registra el hoy famoso memorando de Downing Street, que el gobierno del presidente Bush estaba asegurándose de que ‘la información y los datos’ sobre las armas de Destrucción en Masa de Irak ‘se estaban ajustando de acuerdo con la política’ de ir a la guerra".

En otra parte Rich deja implícita la disputa interna en los estratos más elevados del establishment: "Cuando en septiembre de 2003 el Sr. Rove negó en vivo a ABC News que tuviese algún conocimiento de la filtración del nombre de Valerie Wilson, la Secretaría de Justicia estaba a unas horas de abrir su primera investigación sobre dicha filtración. Cuando Scott McClellan (portavoz de la Casa Blanca) declaró después que el Sr. Rove y el Sr. Libby le habían asegurado que ‘no estaban involucrados’ en la filtración, el caso aún estaba en las manos seguras del entonces procurador general, John Ashcroft, él mismo tres veces cliente de Rove en campañas políticas pasadas. Aunque al Sr. Rove se le conozca como ‘el cerebro de Bush,’ el no era suficientemente experto para anticipar que, posteriormente, los funcionarios de carrera de la Secretaría de Justicia presionarían al Sr. Ashcroft para recular a causa de ese conflicto de intereses, con lo que le abrieron el camino a un procurador externo tan independiente como el Sr. Fitzgerald".

Los párrafos finales son devastadores.
"Ese modus operandi era a prueba de errores para escudar al presidente, así como al Sr. Rove de cualquier culpabilidad, ya que se trataba de vencer en una elección. En cambio, el ataque al Sr. Wilson los volvió vulnerables, así como al grupo Cheney-Libby, porque se refiere a algo mucho mayor: proteger las mentiras que llevaron al país a los que el director de la Agencia de Seguridad Nacional del gobierno de Reagan, teniente general William Odom, llamó recientemente ‘el mayor desastre estratégico de la historia de los Estados Unidos’".
"Si el señor Fitzgerald descubre o no un crimen imputable, habrá de todos modos una víctima, pero no son el Sr. o la Sra. Wilson, sino la nación. Es un ironía de la historia que, aunque la Casa Blanca convenza de que el referendo constitucional de este fin de semana es otra ‘victoria’ para la democracia en Irak, nosotros aún no conocemos la historia completa de cómo nuestra propia democracia fue secuestrada en el camino a la guerra".

Fue igualmente revelador el artículo del ex asesor de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski, publicado el domingo 9 en Los Angeles Times, titulado correctamente "Derrumbe estadounidense". "Hace sesenta años, en su monumental Un Estudio de Historia, Arnold Toynbee concluía que la causa final del derrumbe imperial era ‘el estadismo suicida’. Por desgracia para el lugar del presidente George W. Bush en la Historia, pero -mucho más importante- como presagio para el futuro de los Estados Unidos, a últimas fechas parece que aquella expresión sagaz se puede aplicar a la política seguida por los Estados Unidos desde el cataclismo del 11 de septiembre".

Para Brzezinski, "debería ser una fuente especial de preocupaciones para los estadounidenses conscientes que hasta naciones conocidas por su tradicional afecto por los Estados Unidos se hayan vuelto abiertamente críticas a la política estadounidense. Como resultado, gran parte del mundo, -sea el Este asiático, Europa o América Latina- han explorado en silencio formas de establecer asociaciones regionales más cercanas, menos ligadas a las nociones de cooperación transpacífica, transatlántica o hemisférica con los Estados Unidos. La alineación geopolítica de los Estados Unidos se puede convertir en una realidad duradera y amenazadora".

"Para ser sincero, mientras los Estados Unidos sean extraordinariamente poderosos y ricos podrán, por algún tiempo, darse el lujo de una política articulada
con excesos retóricos y perseguida con ceguera histórica. Pero, luego de andar este camino, probablemente los Estados Unidos se verán aislados en un mundo hostil, crecientemente vulnerables a actos terroristas y menos capaces de ejercer una influencia constructiva a escala mundial. Salir blandiendo una cachiporra en un nido de avispas y proclamar alto y fuerte que ‘mantendré el curso’, es un ejercicio de dirección catastrófico",
dispara el ex asesor del gobierno de Jimmy Carter.

Brzezinski, con la invasión de Irak en el centro del desastre estadounidense, sugiere que se establezca una comisión bipartidista, "no para redefinir el triunfo en Irak, sino, de verdad, para salir -tal vez no tan pronto como el año que viene-. Cuanto más rápido salgan los Estados Unidos, más rápido los chiítas, kurdos y sunitas, o llegan a un acuerdo político a su manera, o forzosamente alguna combinación de ellos prevalecerá".

"Con una política exterior fundada en el bipartidismo y dejando atrás a Irak, será también más fácil delinear una política más amplia para el Medio Oriente, que, de forma constructiva, aborde el problema de Irán y la pacificación israelí-palestina, al mismo tiempo que restaura la legitimidad de la función mundial de los Estados Unidos".

Para complicarle aún mas la vida a Bush & cía, en una reciente investigación de opinión, tan sólo 28 por ciento de los entrevistados consideraron que el país está en el rumbo correcto, mientras que 66 por ciento afirmó lo contrario. Aún más sombría resulta la cifra de 52 por ciento de los que afirman que aprobarían la acusación del presidente si se comprueba que mintió sobre los motivos de la invasión de Irak.
21.10.05

Artículo enviado a PiensaChile por  PorLaLibre  PLL
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