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Las Universidades chilenas y las falacias reformistas ministeriales

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Las deficiencias de la Universidad Chilena son tan numerosas y están todas tan interrelacionadas, que parece uno pecar de parcialidad al tratar una cuestión sin mencionar las demás.

Yo quiero referirme a una falacia en especial, la que estoy escuchando durante todo este periodo de transición “a la democracia en la medida de lo posible” en boca de los genios, ministros de educación de la concertación: “la universidad empresa privada” – la educación es un negocio -, si ha de ser eficiente y moderna, dice maravilla Bitar, debe regirse por los principios de la empresa privada. ¿Entendería alguien que una empresa fuese a las empresas de la competencia a que le seleccionen su personal?. La falacia está en que la universidad chilena, pública o privada se nutre de los presupuestos del Estado. Reconociendo el trato preferencial del Gobierno por las Universidades privadas.  Si la universidad pública es comparable a la empresa privada, ¿quiénes son sus accionistas? ¿dónde están sus cuentas de resultado? ¿en qué mercados compiten? ¿cuál es su política de precios?.

Maravilla Bitar, y el Consejo de Rectores, paradigma de la libre concurrencia, defienden a raja tabla la privatización de la universidad chilena en general, pero con subvenciones estatales. El desahogo ante cualquier mal negocio para estos dispensadores de prebendas pasa por el erario nacional. ¡Es verdaderamente admirable!. Intentan hacernos creer que son los campeones de la libre concurrencia en la educación, pero con el dinero público. Si maravilla Bitar y el Consejo de Rectores pretenden que comulguemos con rueda de carretas con las privatizaciones de las universidades públicas, deberían honestamente proclamar su independencia del presupuesto del Estado para las futuras universidades privadas, y evidentemente para las actuales.

La reforma universitaria entre el fraude y la irracionalidad
La reforma de maravilla Bitar ha fracasado. En vez de cambiar la universidad, se ha limitado a revolverla. La universidad concertacionista heredada de la dictadura de marras no se organiza en conjuntos de profesores y estudiantes, sino en conjuntos de comerciantes de la educación y de padrinos políticos. Al olor del cebo, la apacible charca de ranas se ha convertido en un estanque de pirañas.      

El error de los ministros de educación concertacionistas, en general, y de maravilla Bitar en particular, ha sido intentar hacer un buen negocio de la universidad privada ante de hacerla democrática. Los estudiantes han tenido que pagar el costo de este irracional proyecto: elevados aranceles de matrícula, y pago mensual, con un crédito de fondo solidario que lo que menos tiene es de solidario. Todo esto apunta a un objetivo claro, esquilmar las familias para que los bancos y los comerciantes de la educación “particulares, iglesias, sectas religiosas, etc. se sigan llenando sus faltriqueras”.

Los planes de estudio, y las grandes decisiones de la administración de la universidad, se cuecen a espalda de la mayoría de los profesores y de los estudiantes. Los representantes de los mandamases de este negociado, responden sólo ante Dios, y Expedito.

“Enseñanza democrática, gratuita y científica”
Para maravilla Bitar, y el Consejo de rectores de Universidades Chilenas, la reforma universitaria significa cambiar el nombre a las cosas para mostrar que estas cambian. Una reforma valiente debería haber abordado cambios profundos al modelo de universidad de la dictadura de marras, pero esto último es impensable. El engendro reformista concertacionista evita cualquier cambio profundo y positivo. Pensar que el año 1968 se hizo en Chile una reforma universitaria que fue elogiada en Latinoamérica y Europa. Frente a ella, estuvieron los Prof. Fernando Castillo Velasco, Prof. Dr. Viterbo Osorio Santelices, Prof. Hugo Alonso, Prof. Dr. Daniel Carrizo, Prof. Dr. Antonio Mirabé, Prof. Osvaldo Mendoza Cosio, Prof. René Muñoz de la Fuente, de los dirigentes estudiantes de esta reforma, recuerdo a los hermanos Miguel Enríquez Espinoza, y Edgardo Enríquez Espinoza, Galvarino Jaramillo P., Juan Gallardo O., Héctor Muñoz Cruz, José Joaquín Brunner, Jaime Ravinet, Alejandro Rojas, etc. Nuestro lema fue: enseñanza democrática, gratuita y científica. La universidad la entendíamos como la institución capaz de generar ideas, construir pensamientos y transmitir a los estudiantes el conocimiento científico acumulado.  

Para el hundimiento de la universidad, maravilla Bitar no tiene salvavidas. Para aquellos frustrados y desesperados profesores, que siguen creyendo en la prestigiosa universidad en que se formaron en las décadas del sesenta y setenta, hay que seguir dedicándose a ellas con carácter exclusivo. La desazón de quienes confiaban en un cambio de verdad, aumenta al ver lo que nunca esperaban que llegaría a vivir la universidad chilena: La liquidación y saqueo de ésta, que cada vez se va quedando más atrasada y sin experimentar la evolución que requieren los tiempos y las personas que preparan. No es ni mucho menos una institución investigadora, y en consecuencia, se nutre para su docencia de la ciencia y de los conocimientos que han hecho otros países con bastante antelación. La Universidad chilena, ha muerto de pasotismo, es decir, mediocridad, oportunismo, ramplonería, mercantilismo al por mayor, y estupidez, mucha estupidez.

Ante tal situación, a algunos profesores su dignidad les lleva al rechazo global de la universidad chilensis, a su renuncia a ser miembro de ella, mientras sigan los fraudes y las irracionalidades. Se cansaron de denunciar y criticar el estrangulamiento de la vida intelectual en las aulas universitarias por jerarquías académicas heredadas, que no se legitiman por su actividad científica, sino por sus astucias burocráticas.

A la calificación de la universidad como fábrica de cesantes, se añade, la de haberse convertido en una institución retardataria de la modernización y del rearme técnico y cultural del país. Tanto las autoridades como la parte conciente del estamento universitario, deben dejar de ser cómplices de los perversos intereses que paralizan la promoción y difusión del conocimiento. En efecto, si no hay cómplices, no puede explicarse que se cometan numerosos fraudes e irracionalidades y que, además, casi nadie atienda las reclamaciones de un modo justo y ni siquiera de una forma razonada. Como colofón, afirmo, que difícilmente cambiará la universidad mientras la educación en Chile siga siendo concebida como un subsistema de la economía. La educación chilena es  más que un fracaso, ha sido y es una estafa.
Prof. Dr. Moreno Peralta

Director Cesal eV Berlín, Alemania
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