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La Operación Colombo y las cuentas pendientes de cierto periodismo

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Los familiares de “Los 119” continúan bregando porque se esclarezca el montaje de inteligencia periodística conocido como “Operación Colombo”, exactamente 30 años después de que la prensa “informara” alegremente que sus seres queridos se mataron unos a otros, en fantasiosos enfrentamientos que habrían ocurrido en las pampas argentinas.

“Los medios jamás se critican a sí mismos”, dijo el célebre periodista estadounidense George Seldes, fallecido en 1995, tras vivir 104 años. Los periodistas tampoco. La prensa chilena nunca ha examinado su papel en el estímulo al golpe militar y la cadena de acontecimientos sucios que desencadenó la nueva impronta de gobierno puesta en marcha por quienes se tomaron el poder por 17 años.

Otros sectores de la sociedad chilena han mostrado arrepentimiento o pedido disculpas por sus actuaciones, con mayor o menor vehemencia, desde el comandante en jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre, hasta el presidente de Renovación Nacional, Sergio Díez, que era embajador en Naciones Unidas cuando se inventó la acción de guerra psicológica llamada “Operación Colombo”, pero que dijo no saber que se había cometido crímenes tan horrorosos.

¿Qué fue “Colombo”?

“Operación Colombo” fue una expresión de coordinación internacional típica de la “Operación Cóndor”, urdida por la DINA de Manuel Contreras con los servicios de inteligencia de Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y otras naciones sudamericanas. También, una burda campaña de prensa, amoral, concebida por mentes morbosas como una fórmula novedosa de “lavar cadáveres” con noticias falsas. La cifra de 119 personas detenidas y hechas desaparecer parecía monstruosa en julio de 1975, pero con el paso de los años se reduciría a menos del 5% del total de víctimas que hizo desaparecer la dictadura.

Hubo periodistas que participaron con entusiasmo en urdir mentiras y después, en difundirlas. Para fabricar la “noticia” de “Los 119” se inventaron dos medios que salieron a la circulación por una sola vez en países diferentes. El periódico Novo O Día de Curitiba, Brasil, publicó el 25 de junio la “noticia” de la muerte de 59 extremistas chilenos en Argentina y la revista Lea, de Buenos Aires, añadió el 15 de julio otro listado de 60 personas. El número de 119 víctimas se acercaba a los 169 detenidos desaparecidos cuyo paradero reclamaban sus familiares ante la justicia. El 28 de mayo de 1975, una fastidiada Corte de Apelaciones de Santiago había respondido “no ha lugar” al recurso de “hábeas corpus”, pero el problema seguía presente en la prensa internacional y en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, donde Díez actuaba como Embajador.

Crear las publicaciones para sustentar la campaña fue un trabajo de periodistas que se desempeñaron como agregados de prensa y cultura, o por lo menos cercanos, a las embajadas de Brasil y Argentina. En el financiamiento del diario de Brasil estuvo involucrada la agencia en ese país de Lan-Chile. La campaña mediática fue sincronizada internacionalmente con agencias de noticias y una vasta red de periódicos y radios, donde en Chile destacaron El Mercurio, La Segunda, La Tercera y La Mañana de Talca, entre muchos otros. En resumidas cuentas, toda la prensa chilena a la que por entonces se le permitía circular se puso al servicio de la dictadura.

Periodistas víctimas de “Colombo”

Las noticias falsas incluyeron una preparación del terreno psicológico con abundantes informes sobre inminentes actividades guerrilleras en preparación en Chile y Argentina y descalificándose los recursos de amparo presentados en Chile por personas que en realidad habían muerto en el exterior, como destacó La Tercera del 24 de junio que “conoció” la “primicia” un día antes de su aparición de Novo O Día. Nadie reparó que entre las víctimas aparecieron por lo menos tres periodistas detenidos desaparecidos y entonces poco conocidos: Mario Eduardo Calderón Tapia, entonces de 32 años, del diario La Unión de Valparaíso; Luis Eduardo Durán Rivas, de 30 años, editor de la revista Chile Nuevo; y Máximo Antonio Gedda Ortiz, 28 años, de Televisión Nacional de Chile.

La muerte por hemorragia cerebral del periodista Eugenio Lira Massi, ocurrida en París también en junio, sirvió de leit motiv para explicar “la vendetta chilena” al redactor que rebotó desde México la “información” aparecida en la precaria revista Lea: “El factor que determinó la denuncia de estos hechos fue la extraña muerte del periodista Eugenio Lira Massi en su departamento de París”, explicó el autor de los infundios.

El “lead” de esta “noticia” merece los anales del periodismo basado en mentiras: “Alrededor de 60 extremistas chilenos han sido eliminados en los últimos 3 meses por sus propios compañeros de lucha en un vasto e implacable programa de venganza y depuración política. El plan de ejecución materializado en una feroz cacería a lo largo y ancho de las tres Américas y Europa”…, etcétera.

Periodistas en el banquillo ético

El Colegio de Periodistas recibió en estos días una denuncia, que atenderá el Tribunal Regional de Ética y Disciplina del Consejo Metropolitano, contra algunos periodistas que intervinieron en esa campaña de guerra psicológica, entre otros, Arturo Fontaine Aldunate, como responsable de “El Mercurio”, y a la periodista Mercedes Garrido, editora nacional de “La Segunda” en 1975 y actual redactora política de “El Mercurio”, ambos miembros de la orden, según noticias de prensa.

Muchos ciudadanos coinciden con el senador Carlos Ominami en que “estos medios de comunicación le deben una explicación al país, porque una cosa es la línea editorial de un diario, y otra distinta es prestarse para encubrir un delito”. Soledad Silva, del Consejo de Monumentos Nacionales, informó que la primera sesión de ese organismo, en agosto, resolverá la solicitud de los familiares de “Los 119” de declarar monumento nacional la casa de Londres 38 (hoy Londres 40, ocupada por el llamado Instituto O’Higginiano), ex prisión clandestina DINA donde fueron vistas por última vez muchas víctimas de la Operación Colombo.

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