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Las conflictivas relaciones entre Colombia y Venezuela

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14/09/2019
La idea del narco-Estado no es una invención venezolana, sino un proyecto del narcotraficante Pablo Escobar a fin de convertir a Colombia en un Estado inviable, dominado por el Cartel de Medellín.

Las guerrillas, el narcotráfico y los paramilitares son aporte colombiano y no al contrario, y la guerrilla colombiana sigue actuando como tal, más allá del Tratado de Paz, a través de los descolgados de las FARC y del ELN. Los paramilitares, por su parte, están infiltrados en los pueblos aledaños de la frontera colombo-venezolana, donde reinan sin contrapeso.

La colaboración  del gobierno de Nicolás Maduro – antes durante el gobierno de Chávez – fue decisiva para el logro del Tratado de Paz, por consiguiente, antes Juan Manuel Santos y, ahora,  Iván Duque, debieran estar agradecidos del llamado “régimen venezolano”.

Los distintos gobiernos colombianos a partir de los años 60, con la “república de Marquetalia” y hasta hoy han demostrado su incapacidad de lograr la paz y la seguridad de su pueblo. El Presidente del Partido Conservador, Belisario Betancourt, lo intentó, pero los grupos delictuales asesinaron a muchos de  los militantes del nuevo Partido, Unión Patriótica, forzando a los entonces ex guerrilleros a retornar al monte.

El también líder conservador Andrés Pastrana Arango decretó, en San Vicente del Caguán el establecimiento de una zona libre para ser administrada por las FARC. Las conversaciones fracasaron ante la negativa de Manuel Marulanda Vélez, “(Tiro fijo”), de concurrir al diálogo con el Presidente Pastrana. Marulanda había aprendido a  través  de su experiencia como guerrillero que no se deben entregar las armas hasta tanto no se haya firmado el documente de paz, pues la oligarquía colombiana – como lo prueba la historia desde sus inicios hasta ahora –  es traidora.

El entonces Presidente, Álvaro Uribe Vélez, un delincuente que había tenido tratativas con Pablo Escobar y, además, su familia estaba implicada con los paramilitares, estaba decidido a aniquilar a la guerrilla, sin importarle los medios para lograrlo, haciendo gala de una gran inmoralidad. El “Plan Colombia”, que se creó durante el gobierno de Uribe, transformó a Colombia en colonia norteamericana.

“Los falsos positivos” crímenes que hasta hoy son investigados por la justicia, consistía en exigir a los soldados una cuota de “guerrilleros muertos” a cambio de cierta suma de dinero, y estos servidores de la patria asesinaban a campesinos y personas en situación de calle, los vestían con uniforme de guerrillero y los exhibían como trofeo a cambio de la anhelada suma de 100 dólares.

En lo que dice relación entre los gobiernos de Hugo Chávez y de Álvaro Uribe llegaron a tal extremo que estuvo a punto de producirse la guerra, incluso, Álvaro Uribe declaró, una vez entregado el poder a Juan Manuel Santos,  (quien había sido su ministro de Defensa), que le faltó tiempo para haber declarado la guerra, y Chávez le respondió que “le faltaron cojones y que era un cobarde”.

Para Uribe no existían  fronteras, incluso, masacró a Raúl Reyes y  a sus compañeros de armas, en territorio ecuatoriano.

El comienzo del gobierno de Juan Manuel Santos marcó una mejoría en las relaciones colombo-venezolanas: Santos invitó a Chávez a Santa Marta y ambos mandataros visitaron la hacienda de San Pedro Alejandrino, donde murió el libertador Simón Bolívar. En su discurso Chávez, muy emocionado, leyó una carta donde el Libertador describe el mar Caribe de esta ciudad.

Con el gobierno de Nicolás Maduro, las relaciones entre estos dos países volvieron a fracturarse: Maduro llamó a Santos “imbécil y alacrán”, recordando la fábula entre el sapo y el alacrán.

Con Iván Duque, un “hijo” de Uribe, (a quien colocó en su reemplazo) y, sobre todo, un lacayo de Donald Trump, las relaciones entre los dos países han llegado a su punto máximo de conflicto.

La frontera entre estos dos países se extiende por 2.200 kilómetros, y en la Guajira, estado de Zulia, y el departamento  de Guajira colombiana siempre ha habido puntos de conflicto limítrofes. En el caso de Santander del Norte y Táchira, la frontera está  invadida de narcotraficantes paramilitares colombianos.

En todo conflicto y/o guerra el primer muerto es la verdad, y así está ocurriendo entre Venezuela y Colombia: Juan Guaidó, el autoproclamado presidente de Venezuela, y rápidamente reconocido por el gobierno norteamericano, no sólo se da el lujo de traicionar a su país invocando el TIAR que permitiría la invasión, sino que también aparece relacionado con paramilitares.

El colombiano Wilfredo Cañizales, defensor de los derechos humanos, dio a conocer fotos en que Guaidó aparece sonriente y  abrazando a dos peligrosos narcotraficantes y asesinos, (alias “el menor”, y “el Broder”), pertenecientes a la banda de “Los rastrojos”, que se han adueñado de los pueblos y veredas fronterizas de Colombia y Venezuela. Según el testigo, el día 22 de febrero del presente año, los jefes de Los Rastrojos habían decretado el toque de queda para facilitar el paso de Guaidó y su comitiva, que se dirigía a Cúcuta para participar, junto al “flamante” Presidente de Chile, Sebastián Piñera, en la recepción de la ayuda humanitaria.

La policía colombiana ya detuvo al jefe de esta banda criminal, Jesús Torres Gómez, además de Juan Pozo, Diego Pérez y Alfredo Lobos, el “Broder” y a John Jairo Durán, “el Menor”.

Colombia, Venezuela y Ecuador, incluso Perú y Bolivia, junto con ser liberadas por el prócer, Simón Bolívar, formaban parte del proyecto  de la Gran República Latinoamericana de Simón Bolívar. Dicho proyecto incluía la promulgación de una Constitución similar a la del Alto Perú, en que además, tendría un Presidente vitalicio, con la facultad de elegir a su sucesor. A partir de esta proposición nació el odio entre Francisco de Paula Santander, (“El hombre de las Leyes”), y Simón Bolívar, que condujo a la condena por el atentado a Bolívar “en la noche nefasta del 25 de septiembre de 1828”.

Posteriormente, el “León de Apure”, José Antonio Páez, luchó y consiguió la separación de Venezuela de La Gran Colombia.

Está claro que ni colombianos ni venezolanos desean la guerra, pero nunca falta un cabeza caliente que la provoque.

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