El giro del Ecuador: El caso de Julian Assange
por Eva Golinger (EE.UU.)
6 años atrás 8 min lectura
Desde su llegada a la Embajada del Ecuador en Londres, el Gobierno ecuatoriano ha estado intentando negociar su salvoconducto para viajar al territorio ecuatoriano y finalmente gozar de su estatus como asilado, y también como ciudadano ecuatoriano nacionalizado a finales del 2017. Y desde hace seis años, el Gobierno británico ha rechazado esa posibilidad y, a cambio, ha mantenido una postura totalmente contraria al derecho internacional. Varios organismos de las Naciones Unidas han emitido opiniones y sentencias a favor del salvoconducto de Julian y en contra de su ‘detención arbitraria’, y han demandado su traslado seguro a Ecuador, o a cualquier lugar donde desee ir y donde podría gozar de su libertad. No obstante, los británicos han ignorado los llamados de la ONU y los defensores de los derechos humanos internacionales.
Julian no tiene ahora ni ha tenido nunca cargos legales en su contra. Los suecos habían iniciado una investigación en su contra por supuestos, posibles crímenes sexuales, pero nunca llegaron a acusarlo formalmente de nada. Y Ecuador, y el equipo legal de Julian, habían ofrecido todas las posibilidades y oportunidades para que las autoridades suecas entrevistaran a Julian en la Embajada del Ecuador en Londres. Los suecos se negaron a hacerlo, y finalmente venció el tiempo de sus investigaciones y cerraron cualquier caso o investigación relacionados con Julian. Los británicos acusan a Julian de haber violado su libertad condicional cuando entró a la Embajada del Ecuador en Londres y pidió asilo. Julian estaba bajo arresto domiciliario en aquel momento, mientras los suecos estaban iniciando sus investigaciones en su contra y habían solicitado su detención vía Interpol. Pero ahora, sin investigaciones vigentes en Suecia, no hay por qué seguir persiguiendo a Julian. Y allí es donde entra Washington.
Todo indica que el Gobierno de Estados Unidos ha preparado una acusación formal contra Julian por haber divulgado sus secretos. Como todo se ha realizado de manera clandestina —conviniendo un gran jurado en secreto para lograr la acusación oficial, sin, hasta ahora, avisar a Julian o sus abogados— no se saben los detalles de la acusación o los cargos en su contra. Pero se especula que sería algo relacionado con el espionaje y el terrorismo, los cargos más pesados que existen en Estados Unidos. Washington ha instado a los británicos a extraditar a Julian apenas lo tengan bajo su custodia, y por esa razón Ecuador no lo ha querido soltar. Bueno, hasta ahora.
El cambio de Gobierno en Ecuador ha tenido un fuerte impacto sobre el caso de Julian Assange. El presidente Lenín Moreno ha asumido una postura totalmente agresiva contra el expresidente Rafael Correa, y parece que quiere borrar y revertir todos sus logros y todas sus políticas. Moreno ha anunciado su alineamiento con los gobernantes de derecha en la región, solicitando el ingreso formal en la Alianza del Pacífico, un bloque de libre comercio muy cercano a los lineamientos de Washington, y ha casi declarado el cierre de la sede de la Unión de Naciones Suramericanos (UNASUR) en Quito. Pidió la devolución de la sede de la UNASUR, que fue construida durante el Gobierno de Correa y había convertido a Ecuador en el corazón de la integración suramericana. Un corazón que parece roto hoy.
Hoy, con Lenín en la presidencia, Ecuador parece volver a ser una ‘colonia’ ‘de facto’ de Washington, subordinado a su agenda y sus intereses, y cumpliendo con sus órdenes. Su dependencia del dólar estadounidense —su moneda oficial desde el principio de siglo XXI— dificulta mucho su relación con Estados Unidos. Con Correa, un hombre valiente, desafiante y orgulloso de su patria, y muy sabio y estratégico, Ecuador se puso los pantalones y ejerció su soberanía. Pero con Lenín regresó la cobardía y la sumisión. El Gobierno de Moreno ha abandonado al bloque de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) —aunque aún no formalmente, todo indica que pronto lo hará— alejándose de los gobiernos izquierdistas en la región, principalmente Venezuela y Nicaragua. Y cuando fue el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, un ultraderechista, ultraconservador, sirviente de Trump, a una extraña visita oficial a Ecuador en junio pasado, dio órdenes sobre tres cosas: 1) A que Ecuador asuma una postura más agresiva contra el Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela para aislarlo y presionarlo por su renuncia; 2) A que Ecuador se junte con la Alianza del Pacífico y se aleje de la UNASUR, ALBA y todo lo que huele a izquierda y socialismo; y 3) A que Ecuador entregue a Julian Assange a los británicos para ser extraditado a Estados Unidos.
Aunque Lenín Moreno está traicionando todo lo que dijo y prometió durante su campaña electoral que lo llevó a la presidencia, con la bendición de su predecesor Rafael Correa, a quien Lenín públicamente calificó como ‘el mejor presidente del Ecuador’ y a quien hoy acusa de ser un ‘matón del barrio’ y lo persigue con venganza y una furia que parece al borde de lo irracional, parece que su palabra con Pence se está cumpliendo al pie de la letra, como un buen servidor. En un giro muy marcado de la década anterior, Ecuador ha asumido una postura contra Venezuela y pidió entrada en la Alianza del Pacífico. La última de sus tres promesas que queda por cumplirse es la entrega de Julian, y ya está en marcha.
Lenín se enfrenta aún a un obstáculo antes de entregar a Julian. Estará violando su compromiso con el derecho internacional y la protección de un perseguido político y un asilado, y un ciudadano ecuatoriano. Y es esa última parte lo que le ha puesto trabas reales. Lo demás no le parece importar mucho. Pero, según un antiguo tratado de extradición entre Ecuador y el Reino Unido, Ecuador no puede permitir la extradición de un ciudadano suyo a un tercer país. O sea, Ecuador podría entregar a Julian al Reino Unido, pero no sabiendo que luego lo van a extraditar a Estados Unidos. Lenín ahora se distancia públicamente de la decisión —avalada por él mismo— de otorgarle la nacionalidad ecuatoriana a Julian en diciembre pasado. Ahora dice que ‘no está de acuerdo’ con esa decisión. Lo dice porque están buscando la manera de revocarle la ciudadanía ecuatoriana para liberarse de ese obstáculo. Sin ese problema, la entrega de Julian sería un hecho.
El impresionante cambio de Lenín Moreno y Ecuador en solo un año es una lección para todos. No se puede nunca confiar en un Gobierno o un político en campaña. Lenín mintió abiertamente y públicamente. Dijo una cosa en campaña y ahora dice lo contrario. Sus decisiones están afectando vidas humanas, sus familias y sus futuros. A Correa, Lenín lo quiere preso. Y a Julian, lo quiere fuera de su embajada, lo cual significa una amenaza a su vida. Quiere lavarse las manos de Julian Assange. ‘Yo no fui’, intenta decir Lenín sobre Julian Assange, asegurando que nunca estuvo de acuerdo con la decisión de darle asilo. Pero el asilo no funciona así. Es un derecho, no es un capricho de un presidente de turno.
La vida y la libertad de Julian Assange no deberían estar en manos de alguien que no respeta el derecho internacional, los derechos humanos o los compromisos adquiridos por su país. Alguien que ejerce el periodismo no debería ser perseguido por la información que divulgue. Ojalá la vuelta que está dando Ecuador no transcienda los límites de la racionalidad, la legalidad y la dignidad.
*Fuente: ActualidadRT
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