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La verdad sobre Venezuela: una revuelta de los ricos, no una ‘campaña del terror’

La verdad sobre Venezuela: una revuelta de los ricos, no una ‘campaña del terror’
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The Guardian / 20-03-2014 /
Traducción de Ernesto Carmona

Manifestante Rayban
Una manifestante “raybans” venezolana posa para un retrato en la Plaza Altamira en Caracas. Fotografía: Jorge Silva / Reuters

 Las imágenes forjan realidades que el efecto del poder de la televisión y el vídeo -e incluso de fotografías fijas- puede zambullirse profundamente en la conciencia de la gente sin que lo perciban. Pensaba que yo también era inmune a las representaciones repetitivas de Venezuela como Estado fallido en medio de una rebelión popular. Pero no estaba preparado para lo que vi en Caracas este mes: lo poco que la vida cotidiana parecía estar afectada por las protestas, la normalidad que se impuso en la gran mayoría de la ciudad. Yo también había sido engañado por las imágenes mediáticas.

Los medios de comunicación más importantes ya se han informado que los pobres de Venezuela no se han unido a las protestas de la oposición de derecha, pero eso es un eufemismo: no se trata sólo de la abstención de los pobres de Caracas, que es casi todo el mundo, excepto unas pocas áreas ricas como Altamira, donde pequeños grupos de manifestantes participan en batallas nocturnas con las fuerzas de seguridad, tirando piedras y bombas incendiarias y corriendo entre los gases lacrimógenos.

Caminando desde el barrio de clase trabajadora de Sabana Grande, en el centro de la ciudad, no había ninguna señal de que Venezuela estuviera en las garras de una «crisis» que requiere la intervención de la Organización de los Estados Americanos (OEA), no importa lo que diga John Kerry. El Metro también funcionó muy bien, aunque no pude bajar en la Estación Altamira, donde los revoltosos tuvieron su base de operaciones hasta su desalojo esta semana.

Conseguí mi primer vistazo de las barricadas en Los Palos Grandes, una zona de altos ingresos, donde los manifestantes tienen apoyo popular, y los vecinos acuden a gritarle a cualquiera que trate de remover las barricadas, e intentarlo es algo arriesgado (al menos cuatro personas han sido aparentemente asesinadas a tiros por hacerlo). Pero incluso aquí, en las barricadas, la vida era más o menos normal, salvo por alguna hostilidad del tráfico. El fin de semana, el Parque del Este estaba lleno de familias y corredores sudando en el calor de 32 grados; antes de Chávez había que pagar para entrar y los residentes de aquí me dijeron sentirse decepcionados cuando a los menos favorecidos se les permitió entrar gratis. El recinto todavía está atestado en la noche.

Demonstratios to support Venezuelan opposition leader Leopoldo Lopez
Foto: Miembros de la Guardia Nacional Bolivariana custodian las calles de Altamira, en el municipio Chacao de Caracas. Fotografía: Miguel Gutiérrez / EPA

Por supuesto, el recorrido ofrece poco más que una revisión de la realidad, y visité Caracas principalmente para recopilar datos sobre la economía. Pero me puse escéptico de la narrativa reportada a diario en los medios de información, de que el aumento de la escasez de alimentos básicos y bienes de consumo es una motivación seria de las protestas. Las personas que están más molestas por esas carencias por supuesto son los pobres y la clase trabajadora. Pero los residentes de Los Palos Grandes y Altamira, donde vi las protestas reales que suceden, tienen sirvientes para hacer cola para lo que necesitan, y tienen ingresos y espacio de almacenamiento para almacenar cierto inventario.

Estas personas no han sido lastimadas, sino que están muy bien. Sus ingresos han crecido a un ritmo saludable desde que el gobierno de Chávez obtuvo el control de la industria petrolera hace una década. Incluso conseguir un folleto caro del gobierno: cualquier persona con una tarjeta de crédito (que excluye a los pobres y a millones de personas que trabajan) tiene derecho a 3.000 dólares al año a un tipo de cambio subsidiado . Enseguida, puede vender los dólares 6 veces más caros de lo que pagaron, en lo que equivale a un subsidio anual de miles de millones de dólares a favor de los privilegiados. Sin embargo, son ellos quienes suministran la base y las tropas de la revuelta.

La naturaleza de clase de esta lucha siempre ha sido cruda e ineludible, ahora más que nunca. Al atravesar la multitud que el 5 de marzo asistió a las ceremonias para conmemorar el aniversario de la muerte de Chávez, era un mar de obreros venezolanos, decenas de miles. No había ropa cara o zapatos de 300 dólares. Qué contraste con las masas descontentas de Los Palos Grandes, con jeeps Cherokee de 40 mil dólares con el lema del momento: SOS VENEZUELA.

Cuando se trata de Venezuela, John Kerry sabe a favor de qué lado está en la guerra de clases. La semana pasada, justo cuando me iba de la ciudad, el Secretario de Estado de EEUU duplicó sus descargas retóricas contra el gobierno, acusando el presidente Nicolás Maduro de librar una «campaña del terror contra su propio pueblo». Kerry también amenazó con invocar la Carta Democrática de la OEA contra Venezuela, así como la aplicación de sanciones.

Esgrimir la Carta Democrática contra Venezuela se parece un poco a amenazar Vladimir Putin con una votación auspiciada por la ONU sobre la secesión de Crimea. Quizá Kerry no lo supo, pero sólo unos pocos días antes de sus amenazas, la OEA torció una resolución que Washington dirigió contra Venezuela y la transformó de principio a fin, declarando «la solidaridad” del organismo regional «con el gobierno de Maduro. Veintinueve países la aprobaron, sólo en contra los gobiernos derechistas de Panamá y Canadá, al lado de EEUU.

El artículo 21 de la Carta Democrática de la OEA aplica en la «ruptura inconstitucional del orden democrático en un Estado miembro» (como el golpe militar de 2009 en Honduras, que Washington ayudó a legitimar, o el golpe militar de 2002 en Venezuela, apoyado aún más por el gobierno de EEUU). Atendiendo a su votación reciente, sería más probable que la OEA invocara la Carta Democrática contra el gobierno de EEUU por sus asesinatos –sin juicio- de ciudadanos estadounidenses con aviones no tripulados, antes que hacerlo contra Venezuela.

Protesters pray in Altamira despite heavy presence of National Guard
Foto: Manifestantes sostienen carteles de cartón que muestran imágenes de muertos durante las protestas contra el gobierno en la Plaza Altamira de Caracas. Fotografía: Marco Antonio Bello / Demotix / Corbi

La retórica «campaña del terror» de Kerry está igualmente divorciada de la realidad, y previsiblemente provocó una respuesta equivalente del ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, quien lo llamó «asesino». Aquí está la verdad sobre los cargos de Kerry: desde que comenzaron las protestas en Venezuela, parece que más personas han muerto a manos de los manifestantes que de las fuerzas de seguridad. De acuerdo con las muertes reportadas en el último mes por el CEPR [Centro para la Investigación Económica y Política], además de quienes murieron por tratar de remover las barricadas de los manifestantes, aparentemente otros siete han sido asesinados por sus barreras, incluyendo un motociclista decapitado por un cable que se extendía a lo ancho de la carretera y cinco miembros de la Guardia Nacional asesinados.

En cuanto a la violencia de la policía, al menos tres personas parecen haber sido asesinadas por la Guardia Nacional u otras fuerzas de seguridad, incluyendo dos manifestantes y un activista progubernamental. Algunas personas culpan al gobierno por tres homicidios adicionales cometidos por civiles armados. En un país con un promedio de más de 65 homicidios por día es muy posible que estas personas actuaran por su cuenta.

Un total de 21 miembros de las fuerzas de seguridad están bajo arresto por supuestos abusos, incluyendo algunos de los asesinatos. Esta no es una «campaña del terror».

Al mismo tiempo, es difícil encontrar una denuncia seria de la violencia de la oposición de los principales líderes de ese bloque. Datos de sondeos encuentran que las protestas son profundamente impopulares en Venezuela, a pesar de que les va mucho mejor en el extranjero cuando se promueven como «protestas pacíficas» por gente como Kerry. Los datos también sugieren que la mayoría de los venezolanos ve estos disturbios como lo que son: un intento de eliminar del poder al gobierno elegido.

Las políticas internas de la postura de Kerry son bastante simples. Por un lado, usted tiene gritando por el derrocamiento al lobby de la derecha cubano-americana de Florida y sus aliados neoconservadores. A la izquierda de la extrema derecha, bueno, no hay nada. Esta Casa Blanca se preocupa muy poco de América Latina, y no tiene mayores consecuencias electorales que la mayor parte de los gobiernos del hemisferio se disgusten más con Washington.

Quizás Kerry cree que la economía venezolana va a colapsar y que atraerá a las calles contra el gobierno a algunos de los venezolanos no-ricos. Pero la situación económica está actualmente estabilizándose, la inflación mensual se redujo en febrero y el dólar del mercado negro ha caído fuerte con las noticias de un nuevo tipo de cambio basado en el mercado que está introduciendo el gobierno. Los bonos soberanos venezolanos regresaron al 11,5% desde el 11 de febrero (el día anterior al comienzo de las protestas) al 13 de marzo, los mayores rendimientos en el índice Bloomberg de bonos emergentes del mercado del dólar. La escasez es muy probable que se alivie en las próximas semanas y meses.

Por supuesto, ése es exactamente el problema principal de la oposición: la próxima elección está a un año y medio de distancia y en ese momento, lo más probable es que hayan disminuido las penurias económicas y la inflación que han aumentado en los últimos 15 meses. La oposición, entonces, probablemente perderá las elecciones parlamentarias, ya que han perdido todas las elecciones en los últimos 15 años. Pero su actual estrategia insurreccional no está ayudando a su propia causa: parece haber dividido a la oposición y unido a los chavistas.

Washington es el único lugar donde la oposición parece estar obteniendo un apoyo amplio.

El autor, Mark Weisbrot, es co-director del Centro para la Investigación Económica y Política, de Washington, y co-escribió con Oliver Stone el documental Al sur de la frontera. También es presidente del Just Foreign Policy, orientado a reformar la política exterior de EEUU para ponerla al servicio de los intereses y valores de la amplia mayoría de estadounidenses, en lugar de los llamados «intereses especiales».

Fuente: The Guardian
piensaChile agradece el envío de este artículo a MapochoPress

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2 Comentarios

  1. José Maria Vega Fernandez

    Los «ricos» tuvieron que irse de Cuba al definirse Castro con su revolución a tanques y rifles. Y Cuba pudo hacer su programa posteriormente trancado como sabemos.
    En la empresa venezolana, los «ricos» se quedaron, pensando que era solo uno o a lo sumo dos períodos….

  2. jose garcia peña

    Son dos cosas unidas, una revuelta de los ricos en forma de una campaña del terror.
    A los detenidos, culpables por estas revueltas, se les debería aplicar el arma letal de «el paso del tiempo», manteniéndoles SIN PAN NI AGUA, hasta que cesen las revueltas callejeras. Al fin y al cabo, la prensa fascista va a seguir criminalizando a los chavistas aunque traten muy decentemente a los detenidos.
    La mejor forma de dar la razón a los que te criminalizan es, matándoles a ellos.

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