La última encuesta CEP aporta una serie de antecedentes que llaman la atención. Un presidente impopular con índices macroeconómicos aceptables, una ex presidente muy querida, de una coalición muy poco querida. Desde la derecha se intenta explicar estos resultados como un fallo comunicacional del gobierno: Gobernar es comunicar. Desde la oposición, palabras como simpatía, “carisma”, entre muchas, intentan dar cuenta de esta persistente popularidad personalizada.
Una de las lecturas posibles ante los resultados que arroja la reciente encuesta tiene relación, en efecto, con la “comunicación”, aunque esta aseveración requiere de una serie de precisiones. En primer lugar, si gobernar es, hoy, comunicar, habría que agregar que hacer oposición también. El ámbito comunicacional se ha convertido en el sello de nuestra época: Vivimos una sociedad “mediatizada”. Esto quiere decir que son las redes mediáticas las que conforman el imaginario histórico social contemporáneo.
En segundo lugar, es indispensable precisar qué se entiende hoy por comunicación. Estamos asistiendo a un tránsito cultural mayúsculo a nivel planetario. Se ha instituido una modalidad que deja atrás la verticalidad de medios institucionalizados, así, el llamado “Broadcast” va cediendo en favor de un modo horizontal, interactivo, personalizado, típico de las “redes sociales”: la modalidad “Podcast”. Es en estas redes donde se fragua – hoy por hoy – la alquimia del imaginario social.
En tercer lugar, es claro que el discurso argumental y deliberativo de la política, discurso anclado en la lecto-escritura se desplaza hacia un discurso visual. Las nuevas generaciones abandonan la “grafósfera” y se alimentan de la “videósfera”. Por tanto, la vieja retórica política de buenas razones pierde toda eficacia frente a la “video política”, anclada más en la seducción que en la convicción. Ello explica que los públicos juzguen “figuras” y no coaliciones, del mismo modo, explica la futilidad de números en azul a la hora de evaluar una gestión.
En cuarto lugar, las llamadas “redes sociales”, en tanto “redes ciudadanas”, se orientan más por intereses temáticos y reclamos morales que por doctrinas ideológicas duras. Hagamos notar que los temas, en general, se inscriben en un repertorio mundial legitimado como “sentido común” por una suerte de “Cultura Internacional Popular”: Minorías sexuales o étnicas; Luchas estudiantiles; Defensa del medioambiente; Indignados frente a la crisis económica…etc. La “Híper Industria Cultural” está globalizando en el imaginario contemporáneo un “estándar democrático global” que sostiene los reclamos de los ciudadanos en todo el orbe.
Por último, no podemos olvidar que los fenómenos comunicacionales que observamos se dan en las llamadas “sociedades de consumidores”, un diseño antropológico que tiende a generar una masificación indistinta donde el concepto de “clase” se extingue de la fantasía imaginal de las mayorías, afirmando en cambio el individualismo y la satisfacción inmediata de los deseos. Con todo, los intereses temáticos siguen conformando públicos dispuestos a hacer oír su voz.
El Chile de hoy, después de varias décadas, está evidenciando mutaciones antropológica que confronta la tradición, y especialmente la “tradición política” (republicana, presidencialista, partitocrática y, digámoslo, autoritaria y excluyente) con el reclamo ciudadano por “cambiar la vida”. Esto explica, en parte, la radicalidad expresada en las calles. Una lección para la actual administración de derechas, pero también para una oposición que no encuentra su norte en un país que expresa un “malestar” profundo ante una clase política que no quiere, no sabe o no puede abrir las puertas del mañana.
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