Convergen en estos días varias efemérides que, a pesar de la dispersión conmemorativa a la que invitan, y de la diversidad de escalas y epicentros de repercusión e influencia, merecen ser señaladas y sometidas a algunas reflexiones comparativas. Servirán también al autor para una suerte de catarsis nostálgica ante la imposibilidad de estar físicamente en estos días en la margen oriental del Río de la Plata. Estos fines de abril y principios de mayo son allí momentos de concentración: de masas y de vigorosa originalidad política y comunicacional reflejada en varios actos, debates e intervenciones. Casi todos ellos remiten a una compleja relación entre unidad y diversidad política y a su valoración en el duro contexto internacional contemporáneo.
Comencemos por lo que vendrá. Mañana este diario cumple 22 años de publicación ininterrumpida. Y lo celebra como mejor sabe, respondiendo a las necesidades y demandas de transformación política, económica y social de su país. Es decir, organizando un debate público sobre uno de los ejes programáticos del gobierno de izquierda como es la reforma del estado. Convoca para ello a los mejores expertos. Hace bien el Presidente Electo en inaugurar las discusiones por muchas más razones que el mero interés temático. Si no leo mal el gesto, estará además reconociendo la contribución de este medio a la realidad actual de inserción de la izquierda uruguaya en la sociedad, que jamás podría ser tal si no contara con uno o más instrumentos comunicacionales de masas que colaboraran decisivamente en la construcción contrahegemónica. Es casi mecánica la relación entre el involucramiento del diario en las campañas (electorales, de firmas, de convocatoria) y los resultados obtenidos.
Esta aserción no puede ser reducida al despectivo mote de “oficialismo”, como tampoco lo pueden ser las iniciativas de otras expresiones independientes de la sociedad civil comprometidas con el cambio (como el PIT-CNT, el movimiento de derechos humanos o el feminista, entre otros) tengan o no fines políticos, burocráticos, de lucro o de protagonismo. Que los segmentos históricamente sumergidos o marginados de la sociedad y sus voces accedan a un canal de expresión de sus intereses y perspectivas, y que pueda distribuirse pluralmente el mensaje, son contribuciones a la construcción de toda izquierda en todo momento y lugar. Es una tardía conquista histórica universal del cambio. Por el contrario, el pluralismo “desoficializa” el mensaje recuperando su carácter intrínsecamente crítico y polémico. El pluralismo es a la izquierda lo que el agua al pez y la experiencia uruguaya vino a reafirmarlo empíricamente luego de casi dos siglos de historia del movimiento obrero y revolucionario plagada de mordazas, sanciones y monolitismos.
Justipreciar el papel de La República en la cultura y la política uruguaya y latinoamericana, tal vez reavive la necesidad, en mi opinión imperiosa, de incluir una reforma radical de las comunicaciones de masas en el programa y la iniciativa del gobierno uruguayo. El continuismo conservador en este plano (cuyo statu quo se remonta mucho más lejos que al de los gobiernos blanquicolorados posdictadura) es algo desconcertante desde el punto de vista político, a la par que suicida desde la perspectiva de la eficacia a largo plazo y de la profundización indispensable de las transformaciones sociales.
Desde lo personal, me será imposible sustraerme a los recuerdos que el Paraninfo de la Universidad me evoca aún en ausencia, ni menos aún a mi última participación en ese ámbito, cuando junto a Heinz Dieterich, Claudio Katz y Emir Sader, discutimos acerca del “nuevo paradigma” a fin de conmemorar los 20 años del diario. Pero tanto como quisiera estar mañana en 18 y Tristán Narvaja hubiera querido estar ayer en Libertador y Uruguay. Los primeros de mayo montevideanos tal vez sean superados por los habaneros en la Plaza de la Revolución (aunque nunca estuve en esa fecha para corroborarlo) pero me resulta imaginable habiendo participado allí de un 26 de julio. No es sencillo en épocas de individualismo extremo y pragmatismos utilitarios superar la tentación facilista de cuño matero-dominguero para lograr convocatorias masivas. Por el contrario, el fenómeno uruguayo en el Día del Trabajo es prácticamente único en el mundo actual. Que no se alcancen los niveles de participación de fines de los ochenta, no debe soslayar que se trata de uno de los pocos actos realmente de masas que los trabajadores logran realizar en estos momentos posmodernizados, y una prueba del valor de la unidad sindical y de la legitimidad de sus direcciones. En consecuencia sí debería preocupar que ya no sea totalmente unitario y algunas astillas se hayan desprendido del tronco intentando enraizar por fuera. No es novedoso. La historia de las izquierdas está irrigada desde la acequia del sectarismo, el divisionismo y el divismo.
Sin ir más lejos, es lo que caracterizó a las expresiones políticas orgánicas argentinas a lo largo de toda su historia, al límite de ser hoy un país sin izquierda alguna, razón por la cual cualquier advenedizo puede presentarse como progresista y ocupar ese espacio simbólico. A diferencia de los montevideanos, los porteños son primeros de mayo de recoveco familiero, de recurrencia televisiva y despolitización plena. En la vida política y sindical argentina de izquierda rige la pulsión de la subdivisión cariocinética que multiplica grupos e intervenciones tanto como resta efectividad e impotentiza. Que alguna parte de la izquierda uruguaya emule esta penosa experiencia es un retroceso mayor aún que las posibles inconsistencias, dubitaciones y demoras en la ejecución del programa. Desde el punto de vista político y sindical en general y de izquierda en particular, Argentina es el reverso absoluto de la tradición y logros orientales.
Los punteos adelantados del acto del PIT-CNT y la documentación producida con la que puedo contar hasta el momento no denotan pérdida de independencia en sus demandas. Más bien, contrariamente, muestran algunos puntos de confrontación evidentes con las líneas directrices de la actual gestión y las discusiones pendientes al interior del Frente Amplio. Parecen combinar objetivos radicales con intervenciones específicas cada vez que su peso es requerido. Por ejemplo, con sus participaciones y apoyos a las luchas y tomas que los trabajadores están desarrollando puntualmente (como las de Metzen y Sena en Empalme Olmos) hasta aspectos más amplios y vagos como el cuestionamiento del rol de Uruguay en la inserción regional del trabajo y el Mercosur, o más precisos como la eliminación de las AFAPs o la anulación de la ley de Caducidad.
Esto no debe llevar a desconocer la pertinencia de algunas de las preocupaciones y urgencias de los sectores más radicales y sus “contraactos”, sino a enfatizar la inutilidad del lugar exterior desde el que se formulan, junto a la absurda pretensión autoreferencial de excluir de ellas al resto de las izquierdas. Como prueba, el 28 de abril, siempre en el plano conmemorativo, ante el aniversario de la muerte del líder tupamaro Raúl Sendic, Marenales lo expresó claramente al diferenciar izquierda de progresismo, ubicando al homenajeado en la primera opción caracterizada por su lucha contra el sistema, a diferencia de la segunda que intentaría mitigar los efectos más destructivos. Textualmente aseveró que "el riesgo de que nos quedemos en una acción progresista es muy grande. Sería mucho más fácil para conservar nuestros principios no comprometernos con la gestión de gobierno, quedaríamos con nuestros principios sin mácula, pero la vida y la historia transcurrirían, quedaríamos marginales. Los tupamaros del MLN no nos contentamos con ser pasivos, siempre hemos enfrentado riesgos y los de ahora son de otro orden".
Vaya sólo una referencia al pasar, llegados a esta altura del espacio disponible, hacia otra conmemoración en la orilla opuesta que reaviva la tensión interna y la conflictiva relación entre el movimiento y el poder. Las Madres de Plaza de Mayo conmemoraron el inicio de sus rondas. Además de la colaboración de la prensa hegemónica, la celebración pasó casi desapercibida por la división interna del propio movimiento, además de otros aspectos del sectarismo folclórico aludido, como la personalización plena de las instituciones colectivas.
Mejor cierre aportará abandonar el Río de la Plata y traer el recuerdo de la caída de Saigón hace 35 años que costó la vida de 3 millones de vietnamitas quienes aportaron a la humanidad, junto a los sobrevivientes, una de las más grandes lecciones de dignidad y coraje al derrotar al imperio invasor. El mismo que hoy continúa con sus visitas genocidas en latitudes no muy lejanas, que haría muy bien en prestar atención a actos como los aludidos, que siempre ejercitan la memoria.
02/05/2010
– El autor es profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano
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