La derecha chilena retoma en sus manos el gobierno
por Angel Nuñez (Chile)
14 años atrás 6 min lectura
El resultado de las elecciones presidenciales chilenas pone fin a una etapa de la historia de Chile. La Concertación, esa coalición política que asumió al final de la dictadura de Pinochet, abandona el gobierno luego de 20 años al frente de los negocios del país y lo entrega a la derecha, la que sin grandes saltos continuará la tarea.
En las últimas semanas, según las encuestas de opinión, la presidente Bachelet contaba con el 80% de apoyo de la ciudadanía. Pocos presidentes en el mundo pueden exhibir este éxito. Sin embargo el candidato de la misma coalición logró hoy apenas el 48% de los votos. ¿Por qué? ¿Cómo es posible esto?
De seguro que hay muchos factores a tomar en cuenta al momento de responder estas preguntas, pero hay un hecho que resulta clave para explicarlas:
En los veinte años de gobierno de la Concertación hubo una actitud permanente por desarticular el gran movimiento cívico y popular que se creó en las condiciones de la lucha contra la dictadura; por despolitizar la labor del gobierno. Frente a cada problema, la respuesta fue siempre: “Estén tranquilos, estamos trabajando para solucionarlos” La larga tradición del movimiento popular chileno, de apoyarse en sus propias fuerzas, de buscar en la movilización de los afectados y de la ciudadanía solidaria, fue abandonada totalmente. En su reemplazo reinó la burocracia, la tecnocracia, la arrogancia, la falta de capacidad para escuchar. En ese ambiente, los partidos políticos desaparecieron como tales, transformándose en simples oficinas para designar candidatos, ministros; se divorciaron de la realidad del país, pasaron a ser dirigidos por burócratas asalariados, no acompañaron el proceso que vivía la sociedad. De organizaciones con ideales se convirtieron en simples oficinas de empleo.
Todo el proceso descrito, ha ido impactando en los sectores que compusieron la coalición opositora a la dictadura de Pinochet hasta llegar a los resultados de hoy. Muchos participantes del movimiento que llevo a terminar con la dictadura, se quedaron esperando el cumplimiento de las promesas del 90: “La alegría ya viene” y que muchos chilenos humildes sienten que no llegó. En un país cuya población sigue creciendo año a año, los inscritos para votar se reducen:
8.220.897 inscritos para votar en el año 2005
8.110.265 inscritos para votar en el año 2010
Tan grave es esta situación que en el sitio web de la Biblioteca del Congreso Nacional es posible leer estos datos:
las personas que se ubican en el rango de edad entre los 18 y los 34 años pasaron de 2.305.275 inscritos en el año 2000 a un total de 1.213.521 en 2008.
El último censo poblacional realizado en nuestro país en 2002, estableció que 10.444.605 chilenos tienen más de 18 años, lo que significa que hay cerca de dos millones 400 mil ciudadanos que no se han inscrito en los registros electorales, pese a reunir los requisitos para votar.
De éstos, según las cifras del Servicio Electoral, casi dos millones tienen menos de 29 años, de lo cual se desprende que sólo el 62% de los mayores de 18 años está inscrito y, peor aún, los menores de 30 años representan apenas el 7,6%.
* Fuente: BCN
Si seguimos los datos de la BCN (del año 2008!) constamos que de aproximadamente 10.444.605 (año 2008!) sólo 8.110.265 están inscritos, y que hoy, 17 de enero de 2010, solo 6.903.358 participaron, es decir, apenas un 66%.
Es evidente que los esfuerzos por despolitizar la ciudadanía han dado sus resultados. Seamos generosos y pensemos que no era esto lo que quería la Concertación, pero es lo que ha logrado. El resultado de hoy es su criatura, le guste o no.
Hoy, 17 de enero de 2010, aquellos que vivimos el gobierno de Allende, su trágico fin, los duros y negros años de la dictadura, como simples militantes o como máximo con cargos de nivel medio, el fin de la era de los gobiernos de la Concertación tiene un sabor más agrio que dulce. Ha sido derrotada una forma de hacer política que rechazamos, demostrándose que teníamos razón con nuestras críticas, pero sabemos que el camino para volver a triunfar será muy duro. El candidato de la derecha se encuentra con unas arcas fiscales bien abastecidas, a costa de negar inversiones fiscales para dar mejor educación, mejor salud, mejor vivienda a millones de chilenos. La derecha tendrá un gobierno que dispone del monopolio de prensa, pues aquella que se creó para luchar contra la dictadura, fue aplastada sin misericordia por ‘las leyes del mercado’ mientras la Concertación cerraba los ojos y entregaba jugosos contratos de publicidad estatal a los dos grandes consorcios periodísticos que habían apoyado a la dictadura.
En los festejos del candidato de derecha, hemos visto hoy por la noche imágenes que nos duelen: no es la alta sociedad la que hemos visto celebrando el triunfo de Piñera, sino la de mucha gente humilde. Entre los manifestantes hemos visto a uno que llevaba un busto de yeso del dictador. Esa es otra parte del Chile que esta noche celebró. Parte de lo que en este país llamamos pueblo, nuestras bases, nuestra gente, han preferido creer en la promesas de un candidato que se hizo multimillonario bajo la dictadura de Pinochet. Esta noche la Concertación se ha convertido en oposición. ¿Qué hará sin medios de comunicación en sus manos?. El resultado de hoy es su criatura, le guste o no.
En su discurso de celebración del triunfo Piñera ha hablado de sueños, de futuro, de trabajo por los humildes y los más débiles, por la clase media. Desde el punto de vista literario, publicístico, un lindo discurso, pero no puede ser más que demagogia. Promete llevar a Chile a convertirse en el primer país desarrollado de Latinoamérica, como si esa meta fuera solo alcanzar ciertos índices promedios, olvidando que Chile es uno de los países sigue teniendo uno de los peores índices de distribución de la riqueza a nivel internacional. Además, la gran mayoría de sus promesas pasan por el escritorio de los grandes empresarios de Chile y estos no las van a aceptar.
La Concertación ha reaccionado diciendo y proponiendo realizar lo que siempre debió haber hecho desde el fin de la dictadura: mantener su contacto con la ciudadanía, su consulta permanente a los trabajadores, a los estudiantes, al electorado.
Pudiera tratarse de una elección ejemplo de ejercicio democrático, pero no lo puede ser cuando se recuerda que es un acto realizado dentro del marco constitucional heredado de la más sangrienta de las dictaduras que ha sufrido nuestro país. Por efectos de esa misma constitución y su sistema binominal, la Concertación, a pesar de haber perdido la elección presidencial, queda con una enorme cuota de poder y puede seguir haciendo uso de muchos de los privilegios que están previstos para la fuerza ‘opositora’. Muy pronto sabremos cual es su opción. O se queda en la oposición en un sistema binominal que margina a una gran parte de la sociedad, o vuelve a aquellos barrios, fábricas, universidades, donde se montaron las barricadas y creció el movimiento que terminó creando las condiciones para que EE.UU. moviera su hilos y ayudara a sacar al dictador antes de que todo terminara fuera de su control.
Fuera de las pantallas y del interés de los grandes medios late y crece otro Chile, ese que sueña con una democracia verdadera, con participación real de los diversos sectores que componen y dan vida a una sociedad.
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