Claude Lévi-Straus acaba de morir tal como los robles centenarios
por Paco Peña (Paris, Francia)
15 años atrás 11 min lectura
«Cada vez que el saber avanza comprendemos por qué nunca comprenderemos todo».
Claude Lévy-Strauss
Claude Lévi-Straus acaba de morir tal como los robles centenarios. Nacido en Bruselas de padres franceses, ha sido sin duda uno de los antropólogos más influyentes de nuestro tiempo. « No soy un hombre del siglo XX », le complacía decir, haciendo alusión a su inveterado pesimismo sobre la capacidad de la sociedad actual para respetar los cada vez menos vestigios del pasado de la humanidad.
Filósofo de formación, inició los estudios de etnología en Nueva York donde se había radicado en 1941, huyendo de Francia ocupada por la Wehrmacht. Poco antes, en 1932, había sido candidato a un cargo municipal bajo emblema socialista, « Durante mi época de estudiante de sociología en La Sorbona y gracias a algunos camaradas más despiertos que yo, empecé a leer a Karl Marx y Engels.
Curiosamente, su distanciamiento del marxismo comenzará después de su primer viaje a Brasil en 1935, donde fue enviado a impartir cursos de sociología en la recientemente creada Universidad de San Pablo. « En esos años, había estudiado sociología en La Sorbona, pero no me sentía atraído por los grandes autores como Durkheim. Creo que no estimé demasiado entonces lo que consideré era una reflexión libresca. ». En efecto el descubrimiento « in situ » de una nueva forma de conocimiento de los hombres y sus sociedades -la etnología- lo había atrapado durante sus expediciones a Brasil. De esa primera estancia en Brasil surgirá posteriormente su famoso libro Tristes Trópicos, donde relata su experiencia en contacto con las comunidades de los indios Caduveo y Bororo. Años más tarde, reconocerá el aporte teórico de autores como Durkheim y otros sociólogos.
Una vez que terminó la guerra volvió a Francia y fue nombrado profesor en el Museo del Hombre. En 1949 publicó Estructuras elementales del parentesco, en 1952 su polémico Raza e Historia y a fines de la década de los cincuenta la Antropología Estructural.
En los años sesenta publica El totemismo y el pensamiento salvaje.Los estudiantes que se alzaron contra el establishment en mayo-junio 1968 le reprocharán su tibieza durante esos acontecimientos. Con posterioridad dirá : «Para mí, mayo de 1968 representó el descenso de un escalón suplementario en la escala de degradación universitaria iniciada desde hacía mucho tiempo… No creo que mayo de 1968 haya destruido la Universidad francesa . Mayo de 1968 tuvo lugar porque la Universidad se destruía sola».
Miembro de la Academia Francesa y del colegio de Francia, inicia la publicación de su obra de cuatro volúmenes, Mitológicos. Luego publicará sus conocidos libros, La vía de las máscaras, La mirada alejada, La alfarera celosa, en 1991 La historia del lince y en 1993, Mirar, Escuchar, Leer.
En 1986 había sido publicado un libro de entrevistas, De cerca y de lejos
Lévi-Strauus fue uno de los precursores de la ecología y tenía una opinión bastante crítica sobre la capacidad de los científicos para comprender y explicar el mundo, llegando a afirmar como en la introducción de La historia del lince, que desde ahora los científicos echan mano a los mitos para poder comprender « un mundo incomprensible para los profanos ». No es, dirá, el trabajo científico de los especialistas el que está en tela de juicio sino la incapacidad misma del hombre para hacer comprensible un mundo complejo : «El foso que separa esta complejidad y la percepción cotidiana que nosotros, los hombres comunes, tenemos del mundo. Lo que quise decir sin confundir ciencia y mito, es que cada vez se ahonda más el abismo entre el conocimiento en permanente expansión de la física o de la biología y el poder restringido de la imaginación. Entonces, para poder explicarnos lo que hacen los científicos, ellos mismos deben recurrir a apologías y narraciones que restauran para los profanos los antiguos modos de pensamiento…Esta reutilización inesperada del pensamiento mítico es una suerte de mediador entre los descubrimientos científicos y el hombre de la calle, incapaz de comprender tales descubrimientos y que está obligado entonces a percibirlos únicamente bajo la forma de un mundo imaginario, paradójico, extraño y desconcertante, que tiene hoy a sus ojos las mismas propiedades que los mitos ».
Recordó en una entrevista que algunos científicos como Niels Bohr, uno de los fundadores de la física cuántica, decía que para acercarse al universo cuántico, el lenguaje de la lógica y de la razón no bastaban y que era necesario emplear el lenguaje psicológico o el del arte. « Bohr nos honra a nosotros los estudiosos de las ciencias humanas. Tal vez sea cierta esta idea de Bohr, pero la realidad física toma la forma de ecuaciones matemáticas que son verificables o contestables. Eso no lo tenemos nosotros, los especialistas de ciencias humanas y no lo tendremos jamás. Las ciencias humanas son ‘ciencias’ únicamente gracias a una halagadora impostura. Se enfrentan a un límite infranqueable, puesto que las realidades que aspiran a conocer tienen la misma complejidad que los medios intelectuales puestos en práctica para conocerlo, de esta manera siempre serán incapaces de conocer, dominar su objeto de estudio ».
Para Lévi-Strauss, las ciencias « exactas » o « duras » tuvieron la suerte de que sus objetos de estudio fueran considerados en el siglo XIX menos complejos que los medios que el espíritu humano tenía para estudiarlos. Sin embargo, según CLS, la física cuántica habría demostrado que eso ya no es verdad y que hay cada vez más convergencia entre las diversas ciencias. Aun si el vasto campo de los misterios del universo no son conocidos, los físicos encontrarían la manera para plantear hipótesis, relaciones, que pueden expresar matemáticamente y que a veces demuestran su exactitud. « Para nosotros, los especialistas de ciencias humanas, dicha experiencia está fuera de nuestro alcance. Cuando nos esforzamos -y he aquí el sentido de la aventura estructuralista- de susbstituir el conocimiento ilusorio de realidades difícilmente penetrables, nuestros intentos quedan reducidos a tentativas torpes y balbuceantes ».
CLS incluía dentro de estas tentativas infructuosas su propio trabajo de más de cincuenta años, porque afirmaba que comparado al trabajo realizado por las ciencias « duras », « pienso -dijo una vez- que dentro de veinte años o un siglo, se encontrará algo mejor que lo que he hecho y así indefinidamente. Nunca habrá un término ».
Cierto escepticismo y cierta idea tendiente a relativizar la importancia del conocimiento humano, impregnaron los años postreros de su vida. Refiriéndose a uno de sus últimos libros, La historia del Lince, fue categórico : « Si hay algo que se desprende de las páginas finales de este libro es que el esfuerzo de cincuenta años se detiene en el umbral de tierras desconocidas. Estoy perfectamente conciente que hay cosas que siempre escapan y escaparán a nuestra comprensión ».
En un célebre discurso pronunciado en 1968, LS, recomendaba el « buen uso » del estructuralismo, porque argüía que éste no era responsable de los abusos que se cometían en su nombre. Los especialistas de disciplinas de ciencias humanas trabajan decía, en ámbitos muy definidos. Ahora bien, el estructuralismo bien entendido no traía consigo ningún mensaje, no disponía de la « ganzúa » que algunos han querido ver en él y no pretendía formular una nueva concepción del mundo. No ha querido, afirmaba, fundar una filosofía. Sólo trataba de detectar los diferentes componentes de una realidad social. Es entonces un método y no una doctrina. Método de acercamiento a una realidad, una manera de comprender los problemas de ésta.
Como se sabe, esta noción fecundó en el ámbito de la lingüística. Los sonidos no serían significantes en sí mismos, sino gracias a su combinación, sus variadas interrelaciones le darían sentido a la lengua. CLS aplicó este método al estudio de las estructuras del parentesco y a los mitos. Serían entonces las combinaciones de los elementos de parentesco, de los mitos, los que le darían sentido a una sociedad. Se trata de soluciones particulares que una lengua o una sociedad adopta para resolver un problema de comunicación o de funcionamiento. El estructuralismo considera entonces el objeto como una totalidad que puede ser descrita y formalizada a partir de los elementos que la constituyen y de las relaciones de interdependencia que sus elementos mantienen entre ellos.
La deriva filosófica estructuralista de los años sesenta en Francia a la que respondía CLS en 1968, refutaba a algunos como Foucault por ejemplo, que atribuía una realidad a lo que no era nada más que un instrumento de análisis.
El centenario antropólogo que acaba de extinguirse consideraba que todas las verdades eran esencialmente efímeras y transitorias. De ahí su extremo distanciamiento y sus contradicciones ante las cuestiones del « tiempo presente ». Su obra está impregnada de una desconfianza manifiesta ante la metafísica, sin embargo no estaba desprovista de alcances políticos, morales o filosóficos. Durante largo tiempo su libro Raza e Historia fue el libro de cabecera de aquellos que estaban contra las visiones « etnocéntricas ». Luego la pluma considerada conservadora de Mirada Alejada, apareció como una defensa del tradicionalismo en materia de educación. Y en una revista francesa de comienzos de los años ochenta, fustigó duramente tanto a los racistas como a los antiracistas. Estas contradicciones retratan muy bien al hombre. Poseía la moral de los escépticos, tomando voluntariamente muchas veces el papel de « abogado del diablo ». Entonces, ¿conservador o progresista ? Gran defensor de las culturas y pueblos « primitivos » y adversario de todos los etnocentrismos, pero nostálgico de una cultura francesa sólidamente arraigada. Había en CLS sí, una « actitud política », que él caracterizó alguna vez como « anarquista de derecha ».
Pero este escepticismo no lo expresaba solamente en el ámbito político o filosófico, sino también como hemos escrito antes, en la opinión que se hacía del trabajo intelectual, en la pretensión del hombre a conocerlo todo.
Luego de sus viajes a Oriente, Corea y Japón en los años ochenta, manifestará una gran proximidad con el budismo, que junto al cristianismo había clasificado en Tristes trópicos como las dos grandes religiones sabias, impregnadas de sabiduría : « Más avanza el conocimiento humano, más comprende por qué no puede comprender todo…Creo que de todas las ciencias se puede decir lo mismo : cada vez que el saber progresa, comprende por qué es impotente. Cada vez que tenemos el sentimiento de haber hecho un pequeño paso en el conocimiento del mundo, constatamos que dicho conocimiento suscita nuevos problemas y que el paso siguiente será aún más difícil. Avanzando, el conocimiento se percata de su impotencia ».
La única satisfacción que tendría el hombre es la ilusión que puede llegar a comprender fenómenos que antes le parecían ininteligibles. Pero como paradoja, al mismo tiempo en que parece comprender dichos fenómenos, se da cuenta por qué no podrá comprender nunca todo. « Toda comprensión es vana e ilusoria…Estoy compenetrado por una especie de moral última : ‘nada es’. Pero, claro, para vivir hay que hacer como si las cosas tuvieran un sentido… ».
Su escepticismo se acerca a la sabiduría budista : lo que hay que comprender realmente es que no hay nada que comprender. « Hay que hacer como si la existencia tuviera sentido, sabiendo que no lo tiene».
CLS fue uno de los primeros en reflexionar acerca de los estragos que el hombre ocasionaba a la Naturaleza, fue un precursor de la ecología. Al irse de Brasil confesará con tristeza que dejaba a los Caduveo y a los Bororo, sabiendo que su existencia en tanto sociedades estaba condenada por la llegada de la « civilización ».
Como dijimos al inicio, no se sentía bien viviendo en esta época. Época de dólares, traders y colmillos afilados, una época en que lo sagrado -el aspecto más importante en los pueblos « primitivos » y al que consagraban gran parte de su tiempo los « salvajes » observados por CLS- ha cedido el paso al Dios dinero. « El único sentimiento sagrado que tengo está ligado a la contemplación maravillada de una planta o de un animal. Por lo tanto, todo lo que amenaza su vidas me hace sufrir… En otros períodos históricos -siglos XVII y XVIII- también hubo progreso del conocimiento humano que no conllevaron una degradación planetaria como hoy en día. En consecuencia, dos elementos, el desarrollo de las ciencias y el saqueo del planeta no parecen obligatoriamente ligados.»
CLS había manifestado desde hacía años su preocupación por la explosión demográfica verificada durante el siglo XX, a la que consideraba como un factor altamente conflictivo : « Creo que el umbral que puede soportar nuestro planeta ya ha sido sobrepasado…Fue un lujo increíble para la humanidad y una suerte inaudita para todas las formas de vida, cuando sólo dos o tres mil millones de individuos vivían en nuestro planta. Dicho lujo está hoy en día lejos de nuestro alcance. »
Ante el reproche que se le hizo muchas veces de ignorar la historia, CLS respondía que ello era falso, que simplemente se inclinaba ante ella, como algo con lo cual resultaba imperioso contar.
Reticente a aceptar que sus trabajos o palabras sirvieran como base de proposiciones filosóficas o morales, admitía sin embargo que en algunos libros se había « laissé aller » (dejado ir) y había indicado hacia qué plano filosófico podrían conducir reflexiones elaboradas, en principio, con otros objetivos y para otros campos.
« Considero que dichas líneas filosóficas son lo peor que he escrito durante mis cincuenta años de trabajo. De mis raras escapadas hacia el ámbito de la filosofía, podría decir como Montaigne : ‘No sería tan osado al hablar así si supiera que alguien me creyese’ ».
Paco Peña, París, 4 de noviembre de 2009
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