El fin del sueño Americano
por Rafael Luís Gumucio Rivas (Chile)
16 años atrás 9 min lectura
1. De la crisis de a la depresión
Acabo de leer a un analista económico que va a dejar de escribir sus columnas por el sólo hecho de que Estados Unidos está en depresión, no sólo económica y financiera, sino también psicológica. En un artículo anterior escribí que Barack Obama iba a terminar cazado en la jaula de hierro weberiana; desagraciadamente, los pocos días que lleva en el poder están confirmando, por ahora, este aserto.
Una crisis económica es distinta que una depresión, no sólo por su duración, sino también por la profundidad. A estos días, el sistema financiero sigue paralizado: el crédito no fluye, la cesantía en Estados Unidos, llega a 3.5000.000 personas; el precio de la vivienda sigue bajando y los remates continúan y el consumo está estancado.
Depresiones ha habido muchas en la historia, la mayoría de ellas en el siglo XIX, y una en el siglo XX 1929 -1939. La de 1895 se caracterizó por las quiebras de bancos y el derrumbe de Wall Street. Los hermanos Henry y Boocks Adams, cuyos ancestros habían sido padres de la independencia norteamericana, se arruinaron a raíz de la depresión; de ahí surgió su odio al capitalismo financiero y a Wall Street.
El período finisecular del siglo XIX lleva el nombre de la edad del oropel. Para los hermanos Adams, los grandes valores de la independencia habían sido destruidos por la codicia del capitalismo financiero – su antipatía a Wall Street no es muy diferente a que sienten actualmente los ciudadanos- basta la mención de la Bolsa o de los políticos de Washington para erizar los nervios de los norteamericanos comunes y corrientes.
Barack Obama ha tenido que sufrir, para lograr una pequeña mayoría en el Congreso – que gracias al voto de tres republicanos- una difícil situación; en 1933, Franklin Delano Roosevelt peroraba contra el Senado, acusándolo de ser una institución diabólica pero, en 1936 logró la mayoría en todos los Estados, salvo en dos y, así contra la Corte Suprema, pudo imponer la totalidad “del Nuevo Trato”.
Obama no se encuentra en la misma situación: tiene apenas 58 senadores y necesita, siempre, convencer a algunos republicanos. Está claro que los trillones de dólares son, claramente, insuficientes para salvar el sistema financiero y, mucha más, para frenar la creciente cesantía que, de continuar, tendrá cifras que se acercarán a la gran depresión. ¿Qué podrá hacer Obama con el complicado sistema de balances y contrabalances, propios de la Constitución norteamericana? A diferencia del presidencialismo chileno, en el sistema presidencial de Estados Unidos hay que tener mayoría en ambas Cámaras , y esto se agrava al haber diferencias ideológicas, más o menos radicales, entre republicanos y demócratas, especialmente en el campo de la intervención o no intervención del Estado en la economía.
2. El Sueño Americano y el ideario de la Ilustración
Marie Jean Antoine Caritat, marqués de Condorcet (1743-1794), era un filósofo que tenía una confianza ilimitada en el progreso humano. El Siglo de las Luces se debatía en el mejor de los mundos posibles; en 1794, en prisión, escribió el Bosquejo Histórico de los progresos del Espíritu Humano, en el cual sostiene que la humanidad avanza indefectiblemente hacia la perfección. Condorcet pertenece a una tendencia de historiadores que cree que, por etapas, el espíritu humano va logrando la perfección. A esta misma Escuela pertenecen, también Hegel, Comte y, en cierto grado, Marx; el opuesto es el decadentismo de derecha y de izquierda, cuyo centro de atención es la decadencia de las civilizaciones.
En 1788, Condorcet publicó La Influencia de la revolución americana en Europa. Para el autor, Estados Unidos es el ejemplo concreto de la libertad, la igualdad, los derechos humanos, la propiedad y la participación ciudadana en las distintas instituciones.
En el pensamiento del Siglo de las Luces, la igualdad excluye a la “chusma”, a la plebe ignorante: “el nosotros, el pueblo”, de la Constitución norteamericana, no era valido para los negros, ni para las mujeres e indios; la igualdad suponia propiedad, por consiguiente, autonomía personal.
Condorcet ve en el destino manifiesto de estados Unidos, al igual en el liberalismo de Smith, el libre comercio y el desarrollo del tráfico marítimo.
3. El viaje de Max Weber a Estados Unidos, en 1904
Los pensadores de la Ilustración admiraron la Constitución de 1779, especialmente por la separación entre la iglesia y el Estado: se había controlado “a la infame”, como la llamaba Voltaire.
Para Max Weber, el espíritu del capitalismo se basa en la ascética intramundana calvinista; su tipo histórico se fundamenta en la relación entre la religión y el capitalismo. Es cierto que esta tesis ha sido rebatida con argumentos contundentes, sin embargo, hasta ahora, pervive en el sentido común.
Para Weber, en el capitalismo hay un sentido del ahorro, de la honradez, del oficio y del trabajo, concepción que es muy lejana a la especulación financiera actual; podríamos decir que hay un capitalismo bueno y un capitalismo malo, en el análisis weberiano: el primero se basa en la ética de Benjamín Franklin, por la cual el dinero es crédito, el tiempo es dinero y, la gracia del capitalista consiste en la honorabilidad; el segundo es estafa, juego financiero y creación de instrumentos engañosos y tóxicos.
En la Sociología de las Religiones, del mismo autor, el capítulo XIII está dedicado a los Estados Unidos; en el fondo, para ilustrar su tesis principal, la relación entre el calvinismo y el capitalismo, relata sus experiencias basado en la visita a diversas sectas norteamericanas- cuáqueros, bautistas, pentecostales, metodistas, presbiterianos. Para Max Weber, la única forma de garantizar la honorabilidad y obtener un crédito es el examen de conducta que realiza la comunidad de la secta: quien está apartado de la comunión era, prácticamente, un paria. La ascética intramundana, propia del calvinismo – a diferencia del catolicismo- acepta el éxito económico de sus miembros como señal de predestinación.
Max Weber termina el capítulo sosteniendo “…únicamente el estilo metódico de las sectas ascéticas podía dar legitimidad y glorificar los intereses económicos <individualistas> del ethos capitalista moderno”.
Algo de este enfoque está en el discurso de transmisión de mando de Barack Obama: “…nuestra economía está gravemente debilitada, como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también del fracaso colectivo…” Ve solamente la crisis como consecuencia de un capitalismo financiero inmoral y no de la radical injusticia y exclusión que el capitalismo siempre produce.
4. Barack Obama y el mito del pueblo elegido
El discurso del Presidente está adornado de una serie de alusiones históricas: a la independencia, a la Constitución, a la segunda guerra mundial, a la guerra de Vietnam, a la de Irak y Afganistán; el punto culminante del discurso es el recuerdo de su padre negro, que no podía ser servido en los restaurantes, sin embargo, la idea “del crisol de razas y pueblos no conlleva una concepción del multiculturalismo, que es mucho más radical en la visión segregada norteamericana. Incluso, John F. Kennedy llegó más lejos en Estados Unidos. País de inmigrantes. Hay muy poco en el discurso de asunción al poder, de Obama, del pensamiento negro americano, cuyos líderes fueron Martin Luther King y Du Bois.
La historiografía norteamericana ha avanzado lo suficiente para desmistificar esta visión canónica de la colonización, la independencia, la Constitución, la guerra civil, el imperio, la Guerra Fría y las brutales y genocidas guerras de Vietnam, Irak y Afganistán.
Charles Beard, en su libro, La Interpretación económica de la Constitución americana, desmistifica la visión beatífica de ésta, transmitida por la historia oficial, que se repite en las escuelas. Los grandes personajes constituyentes ya no son los héroes perfectos, sino que están movidos por antagónicos intereses económicos y políticos. La guerra civil entre el Norte y el Sur no implica sólo la abolición de la esclavitud, sino también el conflicto entre el agro y el poder económico industrial del Norte.
Frederic Jackson Turner, en su Historia sobre la frontera, demuestra el desprecio a los amerindios, al igual que a los negros, que trae consigo la expansión capitalista hacia el Oeste. Perry Millar profundiza en La historia de los puritanos, primeros colonizadores de Estados Unidos. No se hace ninguna ilusión sobre su santidad, pues para él son pastores tiránicos, cuya idea es fundar una ciudad de Dios en los nuevos territorios americanos; para los puritanos, “todo lo que viene de Dios es perfecto, y lo del hombre es siempre perdido, equivocado y sucio” – nada más lejano del Estado liberal y laico -.
La Historia Social transforma la imagen idealizada del pueblo elegido de Dios. Los historiadores comienzan a reconstruir la vida de los de abajo: de los negros, en Nueva York; de los pobres, en Chicago; la hediondez y miseria de los barrios pobres en las grandes ciudades; es una historia cuyos protagonistas son los excluidos. También existe una serie de obras del período de la gran depresión de los años 30 que muestran el miserable invierno de los cesantes.
En esta crisis nos acercamos a un prolongado período de pérdida del sentido optimista, que forma parte del “Destino manifiesto de Estados Unidos”. Está muy lejos de ser la nación elegida por Dios, según la frase de Jefferson. Hoy arrastra al mundo a una depresión que no se sabe cuándo va a terminar y cuáles serán sus consecuencias a mediano y largo plazo, pero lo que es seguro es que el mundo cambiará radicalmente, y el neoliberalismo, hoy por hoy, está en agonía.
Beatrice: a lo mejor, leerás estas ideas en una época más tranquila, aun cuando las crisis son las incitan a pensar, a escribir y a buscar. Como decía Toynbee, “siempre habrá un desafío y una respuesta. La historia no es nunca el progreso indefinido, como le sostenían Compte, Hegel y Condorcet, tampoco, un “eterno retorno”; se mueve a través de avances y retrocesos, de épocas optimistas y pesimistas. Es muy difícil para el historiador encontrar el hilo conductor de la vida humana, mucho menos globalizar conductas y acciones muy diversas en el tiempo, pero siempre, lo que importa es reconstruir, lo más fielmente posible, la historia del pasado, el único testamento sobre el cual podremos construir nuestra vida.
4/11/09
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