La pandemia de Covid-19 continúa su avance en América Latina con al menos diez mil casos confirmados y unos 225 fallecidos, mientras 13 de los 20 países han optado por aplicar toques de queda y cuarentenas totales, y siete estados llamaron a la población a quedarse en casa sin aplicar medidas obligatorias.
Un planeta cada vez más confinado, que cuenta día a día a sus muertos mientras suma signos de interrogación a su futuro inmediato y mediato, trata de sobrevivir a la pandemia de coronavirus, que ha sumado incontables malas noticias, pero quizá también algunos puntos positivos, como la mejora de la higiene, la reducción de la contaminación y el fortalecimiento de los lazos sociales.
Ya nada (o poco) será igual. Hay que repensar el mundo que viene y reconsiderar las prioridades de su agenda. En una región hoy llena de temerosos con tapabocas, queda en claro que la prioridad no es el pago de la deuda externa, sino los problemas de salud pública. Nuestras sociedades van reaccionando, y a las muestras de psicosis y paranoia de los primeros días, la solidaridad parece surgir como el aliciente para garantizar la sobrevivencia humana.
Estamos de cara a la crisis del sistema, y las propuestas para enfrentar el virus no significan lo mismo para unos que para otros: amplifican las diferencias, contribuyen a la marginalización y la vulnerabilidad y desnudan el costo del desmantelamiento neoliberal de la salud pública.
El sencillo mensaje Lavarse las manos frecuentemente es para muchas familias más que un consejo, una ilusión o burla, en una región donde el 40% de hogares carece de acceso al agua potable en sus casas, señala Álvaro Verzi Rangel.
Parece que nadie se preguntó que significa el Quédate en casa para aquellas familias que viven en villas miseria, favelas, hacinándose las familias en pocos metros, donde duermen, viven, cocinan, se higienizan… si consiguen agua. El confinamiento no es lo mismo para ellos, que encuentran en la calle la única posibilidad de sobrevida.
Y los medios –no sólo los hegemónicos- no saben cómo o qué informar, se pierden en lamentar las pérdidas bursátiles y se olvidan de los condenados de la tierra, los marginados de estas sociedades de consumo. Muchos, queriéndolo o no, desde derecha e izquierda, se han transformado en armas funcionales a la batalla que Estados Unidos ha lanzado para no perder su hegemonía económica frente a China.
Este fenómeno, el de las noticias falsas inspiradas en las usinas del gran capital que maneja los medios hegemónicos y las redes sociales, no es un hecho aislado, tampoco nuevo. Hoy es el coronavirus, mañana será otro el tema a manipular. En la guerra económica, la batalla ideológica-cultural es estratégica. ¿Por qué las autoridades y los medios de información hacen lo posible para propagar el pánico?
El Covid 19 puso en descubierto, en todos los países que se basan en la lógica del mercado, la precariedad de la salud pública y la ausencia del Estado y de la planificación, con un “mercado laboral” desregulado, precarizado y mercantilizado en extremo, con niveles de desigualdad y pobreza económica, habitacional y energética que conforma el eslabón más débil de la sociedad.
En la actualidad, alrededor de 190 millones de latinoamericanos viven en situación de pobreza y 65 millones en situación de pobreza extrema; hay más de cinco millones de niños con desnutrición crónica, y la mayor parte también viven en zonas rurales.
Tenemos un Estado ausente en los problemas cruciales de la ciudadanía. La policía -y a veces el ejército- se transformó en la principal presencia del Estado en los sectores populares. La tendencia a que las crecientes medidas de excepción se vayan transformando en doctrina oficial es algo que practican en nuestra región, sobre todo en aquellos países con gobiernos neoliberales. Ello, en lugar de generar confianza, produce miedo y nos encierra sobre nosotros mismos.
La gestión que se viene haciendo desde nuestros gobiernos sobre la actual conmoción por el coronavirus, más que una respuesta adecuada y medida a la situación, parece un ensayo general para la gestión de más crisis de nivel planetario/vírico/imparable que habrán de venir. Se ensaya cómo parar el mundo en pocas semanas, comprobar cuánto se puede hacer antes de su colapso, e instalar nuevas y profundas herramientas de poder y su ejercicio.
El reto no es tanto/solo parar el virus, sino probar cómo parar el mundo en un espacio de pocas semanas e instalar nuevas y profundas herramientas de poder y su ejercicio. La situación pandémica va instalando la respuesta del golpe “ordenador”. Ésta es una guerra ideológica. Si no se logra reaccionar colectivamente e insertar una nueva idea de normalidad sobre la responsabilidad compartida de cuidarnos entre la ciudadanía y el Estado, quizá debamos vivir muchos encierros como éste.
Todo ello tiene que ver con el disciplinamiento social que tiene a los grandes medios de comunicación e información –y las redes sociales- como su principal instrumento de instalación. Esto no es nuevo: venimos padeciendo desde 1990 noticieros donde el 80% de la información tiene que ver con crímenes y delitos que atormentan a la ciudadanía y siembran el terror en la sociedad.
En contra de la plaga el proyecto disciplinario pone en juego el biopoder médico y político que eventualmente reemplaza al poder soberano. Este modelo de separación social y exclusión es un despliegue biopolítico que muestra la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como modelo a seguir. Las razones de salud y seguridad pública excusan una verdadera militarización de municipios, regiones y países.
Hay diversas visiones de futuro: Slavoj Zizek vislumbra una sociedad alternativa de cooperación y solidaridad, basada en la confianza en las personas y en la ciencia; el coreano-alemán Byug Chul Han presagia un mayor aislamiento e individualización de la sociedad, terreno fértil para que el capitalismo regrese con más fuerza.
Desde el punto de vista económico, el derrumbe de la demanda y de la oferta por el parate de la producción, las prohibiciones de viaje y el cierre de las fábricas es una pesadilla para nuestra economía y nuestras sociedades.
Pero para el medio ambiente es una bendición que circulen muchos menos vehículos y se consume mucho menos combustible, que las centrales eléctricas a carbón se hayan paralizado, que el transporte aéreo se haya paralizado : la emisiones de CO2 cayeron y varias ciudades del mundo lograron descubrir que el cielo es azul.
En América Latina crece la demanda social para que el Estado tome el control de la producción y la distribución de bienes esenciales, que frene la especulación con los precios, que intervenga empresas, que asuma la responsabilidad de la producción de alimentos, que se ocupe de garantizar la provisión de electricidad, gas y medicamentos.
Hay un gran acuerdo sobre implementar políticas novedosas y arriesgadas, como también posponer todos los pagos de deuda externa. Es que está cambiando el sentido común y la realidad supera toda la (des)información mediática.
La economía en nuestros países se va a paralizar, el mundo entrará en recesión. El virus circula en el movimiento del capital y detener el virus significa detener el capital. Y se necesita decisión política para hacerlo. Difícilmente lo pueda hacer un país aisladamente. Ahora se puede entender mejor los esfuerzos de Washington por sepultar los organismos de integración de la región, como Mercosur, Unasur, Celac.
Lo que la prensa hegemónica se tragó –y no por casualidad- fue la intervención de los presidentes de México y Argentina, en la cumbre extraordinaria del Grupo de los 20, que se realizó el jueves por videoconferencia. El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador pidió a los jefes de Estado de las grandes potencias una tregua económica con el fin de estabilizar los mercados financieros afectados por la pandemia de Covid-19.
Planteó que no haya cierre de fronteras por políticas arancelarias unilaterales, que no prevalezcan los monopolios comerciales ni se utilice el precio del petróleo para afectar la economía de los pueblos, cerrarle el paso a la especulación financiera y que Naciones Unidas controle el mercado de medicamentos y equipos,
Por su parte, el mandatario argentino Alberto Fernández advirtió que el mundo tuvo un «cambio de visión» a partir de la pandemia de coronavirus y abogó por afrontar la crisis como una «gran aldea», al remarcar la necesidad de «socializar» a nivel global los «elementos necesarios» para mitigar los efectos de la enfermedad.
Fernández destacó que habló con López Obrador para que se ponga en funcionamiento en la Comunidad de Estados del Caribe, Celac (de la que es presidente), una instancia de coordinación de los países latinoamericanos y caribeños para afrontar la pandemia.
El mandatario sostuvo que va a haber un proceso de aceleración del contagio, y sin citar directamente a Estados Unidos, Brasil o Gran Bretaña, habló de los países que «minimizaron la pandemia y hoy la están padeciendo», del mismo modo que los que «se demoraron en tomar medidas para cuidar a la gente».
Más allá de la gran desigualdad social, el problema grave que subsiste es un sistema de salud raquítico y muy privatizado, en una economía enfocada para enriquecer aún más a los ricos. Es el Estado el que hoy debe intervenir y administrar toda la red hospitalaria, incluida la privada, y contratar directa y abreviadamente la adecuación para la epidemia en todo hospital o clínica abandonado o cerrado. Y amputar de una vez por todas la mano tan visible del mercado.
Gracias a la lucha contra el Covid-19 hoy tenemos manos limpias y cielo azul. Debemos asumir que cada uno de nosotros está bajo la amenaza de este ataque, lo que nos hace participantes de una tragedia común. Pero cuando generalizamos, (casi) siempre obviamos a los desposeídos, a los marginados, a las mayorías. Hablamos de crisis sistémica, de biopolítica, del fin del capitalismo, (¡ay!) de lo que vendrá… olvidando lo más importante: el factor humano.
El autor, Aram Aharoniam, es periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) y susrysurtv
*Fuente: SurySur
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