La realidad tiene la facultad de asombrarnos y el asombro muchas veces nos deja en el inmobilismo. Unos se asumen como espectadores: gente que mira desde la orilla o gente que está a la expectativa de lo que pueda ocurrir. Se asume que movimiento y avance son sinónimos, sin querer saber que lo que se mueve no siempre avanza, pero lo que avanza es porque se mueve. La clave es que hay que tener una dirección, un objetivo, una meta, una visión de futuro.
En realidad cuesta creer que movimiento no es sinónimo de avanzar y sin embargo en el universo todo se mueve, aunque no siempre avance. Hay un punto de inercia, que cuesta romper, como hay un punto de no retorno a partir del cual ya nada es como era y no siempre es como debió ser. Cuesta creer que la vasta tierra, en el espacio infinito, sea mucho, menos que un grano de arena. Cuesta creer que si el universo es infinito, estemos donde estemos, estaremos en el centro, Cuesta creer que no hay mayor misterio que la hierba creciendo o que todo cabe en un grano de maíz.
Las verdades están allí para ser asimiladas por quienes sepan ver. Lo lamentable es que no queramos verlas.
Hay un país en el mundo donde los parásitos de uniforme acaban de dar un golpe de estado, amparados en la voluntad de los que temen perder sus escasos poderes, temerosos de que los pobres, el 70% de la población, digan basta y asuman el poder. Los oficiales, los cardenales, los comerciantes de patrias, los burgueses (palabra que ya casi no se usa), los jueces y diputados (sinónimo de mentiroso), todos de estola y soluciones para si, asumieron la nefasta solución de dar un golpe.
La gente en las calles ha dicho y continuará diciendo que no lo acepta. Algo grande ha cambiado en el mundo, todos los gobiernos de América se oponen, por lo menos en las palabras. Así las cosas sólo falta una chispa para encender la pradera. Que la crisis terminal del sistema o termina con nosotros o nosotros terminamos con el sistema. Desde lo hondo de si misma ha de renacer Honduras para decirnos que el pueblo en la calle lo es todo.
Momentos como estos nos muestran con hechos que avanzamos para un cambio de verdad o nos movemos para quedar más atrás de donde estábamos. Veo que muchos, de los y tantos textos que he leído sobre Honduras, solamente dos o tres apuntan al cambio de verdad, los otros se mueven o nos cuentan lo que pasa sin proponer nada o lo que tímidamente proponen no asegura el cambio. Cambio que no puede ser otro que no sea el pueblo de Honduras asumiendo el poder.
Se habla de vuelta a la democracia y el retorno de Zelaya a la presidencia, como si la democracia fuera la panacea de todas las soluciones y Zelaya el único iluminado. Zelaya no es el problema ni la solución, el pueblo es el problema y es la solución. Problema cuando no asume, solución cuando se manifiesta con toda su voluntad.
Hace como cinco años escribí un artículo diciendo que la OEA era una basura. Lo mantengo hoy. Hay unos cuantos que se ilusionan con declaraciones y tibias gestiones. La verdad es otra. Desde La OEA no saldrá ninguna solución, pues el poder es el imperio y el otro poder son los pueblos dispersos al SUR del Río Bravo. La mejor forma de solidarizar con la democracia en Honduras es quitarle poder al imperio, terminar con la OEA, afianzar las fuerzas propias, ampliar la democracia en todos nuestros pueblos.
Hay otro país en el mundo cuyas mayores decisiones se toman en espacios cerrados, donde no se habla el idioma de Cervantes. Un país que tiene treinta mil millones de dólares en bancos del imperio, quizá los mismos que han creado la bancarrota del sistema, un país donde es costumbre mirar para otro lado y los pobres no se ven ni son bien vistos.
Pronto llegará el turno para otro presidente y como asunto natural hay quienes creen que son los más capaces de asumir ese tedioso trabajo. Poderoso país con nueve candidatos, nueve señalados por el destino, nueve personas de superior calidad, nueve comandos esmerándose en que su discurso sea distinto. Por momento parece que lo logran, pero nadie se ha tomado la tarea de ganar la confianza de las mayorías que no participan del circo electoral ni mucho menos partir de los problemas de la gente y organizarla para las soluciones. La papa es que despertar al monstruo es de espanto. Lo que el país necesita es una cosa, lo que los candidatos prometen es otra.
Los medios del circo que son estas elecciones hablan de dos y a veces de tres candidatos, que si uno de ellos gana, nada esencialmente distinto le acontecerá a la gente, la misma que sobrevive con un salario de hambre o se dedica profesionalmente a buscar un trabajo. El poder podrá cambiar de manos, pero no cambiará de rumbo. Así las cosas todos somos perdedores, pues las enfermedades del país no se arreglan con palabras ni buenas intenciones.
Asumir las soluciones en el Chile de hoy significa enfrentarse a estas realidades:
- Re-Nacionalización del cobre.
- Socialización de los bancos.
- Creación de la empresa única de transporte, de propiedad social.
- Agua como un derecho humano y por lo tanto gratis.
- Nueva constitución discutida con todo el país.
- Fin y cambio del sistema binominal, por uno de porcentajes.
- Plan de inversiones para el desarrollo y creación de empleo.
- Que la crisis la paguen los que la crearon.
- Recuperar las empresas del estado vendidas bajo la dictadura y estos gobiernos continuistas a precio de huevo.
- Plan de cinco años para alcanzar la independencia alimentaria.
- Democratización de las fuerzas armadas.
- Restablecer el papel del estado en la educación.
Me pregunto si habrá un candidato respetable que se atrreva a enfrentar estas soluciones, que chocan con los poderes de facto que la continuación de lo mismo tiene.
¿Cuál sería la frase que mejor define el drama actual?
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