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El legado de Pinochet

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En el balance de una vida siempre hay demasiadas emociones y razonamientos cruzados que hacen siempre tan difícil la objetividad, pero, cuando se trata de la vida de un hombre tan gravitante en la vida de un pueblo, como Augusto Pinochet, el balance es aún mucho más difícil.

Hay un balance privado, el de su vida íntima con sus amigos y cercanos, sobre el cuál, son sus próximos y familiares directos que se encargarán de hacer la contabilidad respectiva, tanto financiera como humana propiamente tal. Y aquí solo resta concordar con la sabia frase evangélica “deja que los muertos entierren a sus muertos”.

Sin embargo, Pinochet no fue un hombre íntimo, fue también la figura política más gravitante de los últimos 30 años de la historia de Chile.  Su figura se yergue al nivel de los padres de la patria y los fundadores de la República.  En eso no hay que equivocarse, es, cómo ya se ha dicho, el padre del Chile actual, mal que nos pese y mal que le venga a la patria casi toda entera.

Es más o menos evidente el balance como Jefe de Estado desde la perspectiva primariamente humana.  El no fue una figura de morfología gandiana, ni de un caballero de la Mancha, su talante agresivo, autoritario, cruel e insensible nos permite explicar su legado de crímenes, injusticias y crueldades mayores que ensombrecieron y acongojaron a tantos hombres y mujeres de Chile.  El abuso y la impunidad como norma de convivencia moral, es quizás uno de sus legados éticos más sobresalientes, sin contar con la institucionalidad política autoritaria que aún perdura.

Lo que no es evidente para el país es su legado económico, reconocido incluso por sus otrora más enceguecidos detractores, entre los cuales, prominentes líderes de la Concertación, tales como, Ricardo Lagos, Alejandro Foxley y Nicolás Eyzaguirre, por nombrar sólo algunos.

Pero hay un Chile dormido o amordazado que sin tener un panorama muy claro sobre las tendencias económicas del Chile actual, le cuesta enormemente aceptar las bondades del legado económico de la dictadura.  Me refiero a ese estudiante, que pertenece al 90% que sabe que con su formación en colegios públicos no llegará muy lejos; a ese pueblo pobre que debe atenderse en hospitales públicos que se siente maltratado y denigrado; al trabajador que sabe que su pensión de vejes será indecente y que lo condenará a ser un mendigo de sus hijos; a esa mujer que trabaja como esclava en los call centers, sin derechos laborales y sin horarios apropiados a una vida familiar saludable; a los trabajadores salmoneros o empleados públicos que deben conformarse con aumentos salariales mediocres pues las negociaciones colectivas no les dan el poder necesario.

La oligarquía chilena que ha detentado siempre el control y que Pinochet con su cruenta revolución militar, les devolvió tal poder y se los aseguró por muchos años, tiene mucho que agradecer a su legado, de hecho, el control total de esta oligarquía sobre la sociedad chilena, es el gran legado de la dictadura.  Pero este Chile no es más grande que el 5%.

De este país cabizbajo, adormecido y sometido, egoísta y complaciente, el cruel dictador recientemente muerto es no sólo el Padre y fundador, sino también, su inspirador y protector.  Mira lo que han hecho de ti mi país.

El autor es economista

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