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Washington ya no manda en el Golfo

Washington ya no manda en el Golfo
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16 de diciembre de 2025

El mundo acaba de cruzar una línea histórica sin disparos ni explosiones, pero con consecuencias potencialmente más devastadoras que cualquier guerra convencional. Desde Riad, Arabia Saudí ha encendido una mecha que amenaza con volar el corazón del sistema financiero global: el petrodólar. El país que hace medio siglo sostuvo la hegemonía del dólar junto a Estados Unidos ahora vende petróleo a China en yuanes. No es un gesto técnico. Es un acto de guerra económica.

El petrodólar nació en 1974 como un pacto simple y brutalmente eficaz. Washington ofrecía protección militar a la monarquía saudí y, a cambio, todo el petróleo se vendería exclusivamente en dólares. Así se creó una demanda obligatoria de la moneda estadounidense y se consolidó un imperio financiero capaz de financiar guerras, déficits eternos y sanciones globales. Durante 50 años, el sistema funcionó como un reloj. Y quien lo desafiaba, pagaba el precio.

Hoy ese reloj se rompe. Arabia Saudí ha entendido que el mundo cambió. Estados Unidos ya no es un socio indispensable, sino un aliado caro, condicionado y en retirada. China, en cambio, apareció con una propuesta radicalmente distinta: inversión real, transferencia tecnológica y trato de igual a igual. Sin sermones. Sin amenazas. Solo negocios.

Beijing no necesitó portaaviones para conquistar Riad. Ofreció algo que Washington jamás quiso dar: ayudar al reino a dejar de ser una simple estación de servicio global. En el marco de la Nueva Ruta de la Seda, Arabia Saudí se convirtió en un eje logístico entre Asia, África y Europa. El paso decisivo llegó con la creación de un mercado petrolero en yuanes respaldado por oro en Shanghái, una alternativa directa al sistema controlado desde Nueva York y Londres.

El impacto es profundo. Por primera vez en medio siglo, existe una vía real para comerciar energía fuera del dólar. No se trata de destruir el sistema occidental, sino de bypassarlo. Y cuando una alternativa existe, el contagio es inevitable. Emiratos Árabes Unidos, Qatar y otros productores ya exploran esquemas similares. El efecto dominó está en marcha.

Para China, la jugada es estratégica. Cada dólar gastado en petróleo fortalecía el poder militar que la rodea. Cambiar de moneda es cortar esa contradicción. Además, convertir al yuan en una moneda energética es avanzar hacia su consolidación como moneda de reserva global. Para Estados Unidos, en cambio, el escenario es existencial. Sin petrodólar, su capacidad de imponer sanciones, financiar déficits y sostener su red militar se reduce drásticamente.

Europa observa paralizada. Dependiente de la energía, sin moneda propia dominante y atrapada entre dos gigantes, enfrenta el costo de décadas de subordinación estratégica. El Sur Global, en cambio, ve una oportunidad histórica. Si Arabia Saudí pudo romper, cualquiera puede.

No es una revolución ideológica, es una mutación del poder. El dinero está cambiando de manos y con él cambia el orden mundial. El dólar no desaparecerá mañana, pero ya no será el rey indiscutido. Y cuando el dinero cambia, cambia el poder. Y cuando el poder cambia, el mundo entra en una nueva era.

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