Los valientes niños palestinos
por Dr. Tito Tricot (Valparaíso, Chile)
1 año atrás 3 min lectura
27 de marzo de 2024
Cuando mis hijos eran pequeños me pedían que les contara un cuento para quedarse dormidos. Y yo les inventaba relatos de tierras lejanas, de océanos fantásticos, de unicornios, de caballitos de mar púrpura, pero un niño palestino no puede rogarle eso a sus padres o a sus abuelos, porque no puede dormir tranquilo ya que no sabe cuándo una bomba de un avión israelí pagada por Estados Unidos caerá sobre su casa, destrozando para siempre su vida, la de su familia, la de sus vecinos. Es que eso es lo que ha estado haciendo el Estado infanticida, femicida, genocida de Israel en los últimos 100 días. No lo sabe; es más, ese niño, con el temor que sin duda siente, con la inmensa valentía que posee, sabiendo como los misiles del Estado terrorista han destruido inmisericordemente hospitales, edificios, casas, albergues, y asesinado más de 30 mil gazaties, si llora es por rabia y orgullo. No se va, es su tierra.
Es más, es tal su decisión, que ese niño o niña que deberían estar jugando, yendo a la escuela o simplemente soñando con su primer beso, se graban en sus brazos o piernas sus nombres para que, si algún día son asesinados por la máquina de guerra israelí y son sepultados bajo toneladas de escombros, sus familias -en un mes, dos meses o un año más, quien sabe- puedan encontrar su cuerpo, una manita, un trozo de su cuerpo, y así identificarlos. De esta manera, quizás, una noche cualquiera, aquella madre, aquel padre, esa abuela que no pudieron contarle un cuento, en el silencio de una noche estrellada, puedan hacerlo con una lágrima preñada de orgullo por aquel niño que jamás abandonó su tierra, y ellos tampoco. Porque simplemente son palestinos desde el río hasta el mar.
Cuando mis hijos eran pequeños me pedían que les contara un cuento para quedarse dormidos, pero mientras narraba acerca de tierras lejanas jamás podía siquiera imaginar que Israel repetiría el horror nazi: Casi la mitad de los asesinados en Palestina, 14 mil son niños; casi 10 mil son mujeres y, al menos hay 7 mil desaparecidos. Además de 2 millones de desplazados que sobreviven, o, mejor dicho, bajoviven, entre el hambre, la falta de agua, electricidad y en condiciones inhumanas.
Aquí no caben ni unicornios ni caballitos de mar púrpuras, solo la ocupación, la destrucción, la colonización y la limpieza étnica de todo un pueblo. Han sido ya 144 mil minutos de terror y han asesinado tantos palestinos que, aquellos que creen en los ángeles, seguramente deberán convocar a miles más para saber qué hacer con tanto muerto y, por sobre todo, comprender la crueldad israelí. Lo que no podrán entender jamás es la colosal dignidad de un pueblo que resiste la vileza del Estado sionazi. mientras tanto la llamada comunidad internacional -incluidos varios países árabes- les da vuelta la espalda y simplemente mira o murmura apenas palabras que se pierden en el viento. Pero los pueblos del mundo se han movilizado para denunciar al Estado de Israel y solidarizar con el pueblo palestino, para que algún día ningún niño palestino deba escribir su nombre en sus bracitos y dormir serenamente mientras su madre o su abuelo les hablan de una tierra, de un río y de un mar que siempre fueron suyos. Y quién sabe, tal vez asome su melena un caballito púrpura.
-El autor, Dr. Tito Tricot, es sociólogo, Director del Centro de Estudios de América Latina y el Caribe-CEALC
Valparaíso, 26 marzo 2024
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