La conquista histórica de la Gran Madre Tierra
por Andrés Kogan Valderrama (Chile)
4 años atrás 6 min lectura
A propósito de una nueva celebración del Día Mundial de la Tierra este 22 de abril, resulta llamativa la retórica de buena parte de los gobernantes en el mundo, centrada en una guerra declarada contra el Covid-19, como si fuera un enemigo poderoso a vencer desde los distintos Estados, en un especie de nuevo Leviatán Sanitario, el cual se ha dedicado a instalar la idea de la aparición de un ser implacable y criminal que solo quiere asesinar a seres humanos.
Un discurso bélico contra este nuevo virus que no hace más que reactualizar la guerra contra la Gran Madre Tierra, iniciada hace miles de años atrás con la aparición del patriarcado, en donde su conquista fue el horizonte a seguir, dentro de un proceso que se irá profundizando con el tiempo, hasta llegar a un momento actual en donde las condiciones mínimas para la reproducción de la vida se encuentran en peligro.
En consecuencia, un proceso histórico, el cual según distintas investigaciones arqueológicas, tendrá a La Venus de Willendorf, aparecida hace 25.000 años atrás, como el ícono que mejor representa a la Gran Madre Tierra del período paleolítico, la cual no se percibirá como un ser omnipotente, dominador y trascendente, como es representado el Dios creador por las religiones patriarcales existentes.
entre muchas otras denominaciones históricas.
No obstante, estas deidades situadas territorialmente, se verán en peligro por un proceso de masculinización de la divinidad, iniciado con la Revolución Neolítica en adelante, en donde el aumento de conflictos por el control de tierras aumentará considerablemente, trayendo consigo que muchas de aquellas perdieran sus cualidades, se fragmentaran e incluso fueran vistas como seres de sufrimiento y de muerte, para dar paso a la aparición de Dioses guerreros fuertes, valientes y heroicos, donde el centro estaba puesto en la conquista y en la superioridad de unos sobre otros, como es el caso de Horus, Marduk, Teshub, Zeus, Júpiter, entre otros.
En cuanto a la triada de religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo e Islamismo), no hizo otra cosa que profundizar aquel proceso de conquista patriarcal de la Gran Madre Tierra, llegando a su punto más alto con la colonización de Abya Yala, en donde los conquistadores traían una concepción completamente negadora de aquella deidad de vida histórica, la cual aún se mantenía viva en muchos de los pueblos existentes, pero que para los conquistadores será una mera canasta de recursos. Es por esto que el Dios patriarcal y antropocéntrico traído con los conquistadores, verá a su entorno (humanos y no humanos) como seres salvajes que se les deberá dominar.
Con el paso de los siglos, aquella concepción naturalista del mundo de carácter occidental se impondrá a nivel global, por intermedio de la secularización de Dios, a través de la Ciencia Moderna de corte racionalista y empirista, la cual será el mejor instrumento para imponer la idea de una supuesta civilización universal, la cual no es otra cosa que una civilización de muerte que ha buscado erradicar otros mundos de vida, ya sea a través de las guerras o simplemente de la negación de estas.
De ahí que procesos eurocéntricos y antropocéntricos, como lo son el Renacimiento, la Ilustración, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial sean parte de un correlato lineal de la historia, como del tiempo y del espacio, en donde la Gran Madre Tierra no es otra cosa que un ser que debe ser conquistado y controlado. El filósofo inglés Francis Bacon, padre del empirismo, dejará en explícito esa mirada moderna al momento de decir “que la ciencia torture a la Naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio de la Inquisición con sus reos, para conseguir develar el último de sus secretos”.
Por todo lo señalado anteriormente, más que celebrar el Día Mundial de la Tierra este 22 de abril, debiera ser una oportunidad para reflexionar sobre el sentido de darle un día a un sistema vivo complejo del cual somos parte, como seres humanos, y que en los últimos siglos se ha intentado hacer creer de que estamos por encima de él, ya sea a través de un Dios poderosos o de una Ciencia objetiva.
Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable
Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea
Doctorando en Estudios Sociales de América Latina
Integrante de Comité Científico de Revista Iberoamérica Social
Más sobre el tema:
Eduardo Galeano: La madre tierra, la Pachamama, celebra hoy su fiesta grande
La Pachamama o Madre Tierra es la diosa femenina de la tierra y la fertilidad, concebida como la madre que nutre, protege y sustenta a los seres humanos. Cada 1° de agosto los pueblos aborígenes del noreste de Argentina, Bolivia y Perú celebran su día rindiéndole culto.
«Pacha» es un término en aymara y quechua que significa cosmos, universo, tiempo, espacio y tierra mientas que «mama» quiere decir madre. La Pachamama representa a la Tierra en todo su conjunto, tanto en el suelo, la tierra geológica y la naturaleza toda.
Durante todo el mes de agosto, y principalmente el 1ro de agosto, los pueblos aborígenes realizan distintos ritos y ofrendas para agradecer a la Madre Tierra por cuidar el pueblo y aportar alimentos, y a su vez le entregan todo lo que no quisieran que le falte a la familia durante el año.
Quienes participan de la celebración están comprometidos con que deben cuidarla todos los días de su vida y aportar su granito de arena para que el ciclo de vida continúe con normalidad solicitándole a cambio buenas cosechas y protección.
La Madre Tierra sufre las consecuencias de la contaminación, la explotación de recursos naturales, la degradación del suelo, el aumento de la emisión de gases de efecto invernadero provocadas por el hombre que dejan huellas irreparables en ella, al igual que en los océanos y mares de nuestro mundo.
Eduardo Galeano dedica en su libro «Los hijos de los días» un espacio para la celebración del Día de la Pachamama en el 1° de agosto:
Madre nuestra que estás en la tierra
En los pueblos de los Andes, la madre tierra, la Pachamama, celebra hoy su fiesta grande.
Bailan y cantan sus hijos, en esta jornada inacabable, y van convidando a la tierra un bocado de cada uno de los manjares de maíz y un sorbito de cada uno de los tragos fuertes que les mojan la alegría.
Y al final, le piden perdón por tanto daño, tierra saqueada, tierra envenenada, y le suplican que no los castigue con terremotos, heladas, sequías, inundaciones y otras furias.
Ésta es la fe más antigua de las Américas.
Así saludan a la madre, en Chiapas, los mayas tojolabales:
Vos nos das frijoles, que bien sabrosos son con chile, con tortilla.
Maíz nos das, y buen café.
Madre querida, cuídanos bien, bien.
Y que jamás se nos ocurra venderte a vos.
Ella no habita el Cielo. Vive en las profundidades del mundo, y allí nos espera: la tierra que nos da de comer es la tierra que nos comerá.
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