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Chile. El pueblo unido puede avanzar sin partido, pero, ¿sin ideología?

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No es un despropósito afirmar que al finalizar la década de los 80, con la caída de los muros, cayó también la ideologización de la política. Se perdió el equilibrio de fuerzas que constituían el fiel de la balanza. Ahora, ambos platillos se inclinan hacia el mismo lado.
En su derrumbe las ideologías arrastraron a las lealtades. No sólo a ellas, también a los valores que movieron a la política durante décadas.
Con la caída de los muros ideológicos y del socialismo real, hicieron su irrupción –junto con el fenómeno de la globalización- la bancarización de las naciones, el consumismo desatado, el individualismo (replicado por la carencia de solidaridad interna y externa), las mafias político-partidistas, la apropiación de los medios de comunicación por pocas (y las mismas) manos, la muy desigual distribución de la riqueza, etc..
Para la derecha, su ideología es el mercado y la privatización de todo bien o servicio que satisfaga necesidades económicas. Esa misma derecha tiene claro que sus adversarios pueden ser fuertes y peligrosos sólo si cuentan con sólidas organizaciones basadas y refrendadas por una ideología. Sabe, además, que sin sustento ideológico ninguna organización puede sobrevivir políticamente mucho tiempo, y lucha y se esfuerza por conseguir que sus opositores renuncien a ideologizarse y marchen así, sin partidos ni referentes filosóficos, rumbo a ninguna parte, salvo a aquellas que puedan ser mellizas del individualismo y de la diferenciación de clases.
Una de las frases que brilló con fuerza en los primeros meses del estallido social decía: “el pueblo unido avanza sin partido”. Una bella ilusión, un anhelo digno de destacar y de concretar, pero, en honor a la verdad, ese ‘avance sin partido’ lleva a ninguna parte. Mejor dicho, conduce hacia el escenario de la derrota a mediano plazo. Miel sobre hojuelas para la derecha. Un pueblo desideologizado es fácilmente manipulable por quienes sí están ideologizados y poseen el poder del dinero, de las armas, de la prensa y de las cruces.
El estallido social que comenzó el 18 de octubre del 2019 lleva más de ciento veinte días intentando colocar las bases para construir un nuevo Chile. La explosión surgió desde el alma del pueblo, sin conducción ni liderazgo conocido. Ello le permitió crecer a niveles impensados, magníficos. Pero, a poco andar fue perdiendo consistencia y quedó bajo la férula de aquellos mismos que criticó en sus primeras manifestaciones masivas. En un comienzo la lucha era contra el sistema y contra los políticos traidores, venales y corruptos que habían engañado y sometido al pueblo…pero, ahora, 120 días más tarde, la conducción del estallido está en manos de esos mismos políticos traidores, venales y corruptos. El pueblo unido, pero sin ideología, es pasto de las llamas partidistas neoliberales.
En una nota publicada el 23 de febrero del 2020 por Le Monde Diplomatique, Juan Luis Castillo Moraga escribió: <<Soy un ciudadano independiente con algunas incógnitas, las que, estimo deberían ser respondidas públicamente por los aludidos: ¿Por qué, ni el gobierno ni los partidos políticos, tampoco los parlamentarios, dan respuesta a la multitudinaria demanda de la ciudadanía respecto de las AFP y de las Isapres? ¿Por qué estos mismos, no dan respuestas claras a las demandas contenidas en la agenda social levantada por la ciudadanía, desde octubre del año pasado? ¿Por qué no se le otorgan las mismas condiciones a los independientes en las próximas «franjas televisivas? ¿Va a continuar el mismo nivel de represión a las movilizaciones pacíficas que se realicen en marzo? ¿Quiénes integran el «partido del orden», el que opera en las sombras, como poder fáctico con acuerdo de muchos de los antes aludidos? ¿Por qué no hacen público sus nombres?>>
Mucha razón tiene el señor Castillo Moraga en expresar tales preguntas, ya que el mundillo político ha reaccionado con sorpresa luego de comprobar, con las actuaciones de artistas chilenos en el Festival de Viña del Mar, que la gente continúa manifestando una durísima opinión respecto del actuar zigzagueante y tramposo de instituciones otrora dignas y creíbles, como el poder legislativo, carabineros, tribunales de justicia, servicio de impuestos internos, y el mismo poder ejecutivo.
A ese respecto, reaccionando por los cánticos contra Sebastián Piñera en la Quinta Vergara, en el Festival de Dichato, en Iquique, y en muchos estadios de fútbol, desde la Moneda se ofreció al mundillo político trabajar una vez más por un “Acuerdo Nacional”. De inmediato respondieron positivamente a tal llamado varios personajes autodenominados ‘centro izquierdistas’, entre quienes destacan inefables individuos como Mariana Aylwin, Jorge Burgos, Felipe Harboe, José Migue Insulza, Ignacio Walker y Pepe Auth…precisamente, quienes son sindicados por muchos chilenos como responsables directos del estallido social.
“La idea es que se trabaje en conjunto; que lo hagan todos los partidos moderados”, fue la respuesta ofrecida por un experto en la materia, académico de la UDP, (Universidad Diego Portales), en entrevista realizada por Matilde Burgos en CNNChile. Claro que el experto no definió qué significa ‘moderado’ en política, ni tampoco aclaró cuáles son los ‘partidos moderados’; sólo excluyó al partido comunista, pero, ¿la UDI es un partido ‘moderado’? La Historia reciente podría entregar la respuesta.
Volvemos entonces a la idea central de esta nota. La derecha chilena tiene desde hace más de un siglo una clara ideología que sustenta su actuar unitario. Eso ya lo dijimos. En cambio, el resto del arco político actual carece de tal unidad en lo ideológico, puesto que hoy encontramos un verdadero archipiélago de partidos, referentes y grupos, cada cual con una base unitaria en lo que no desean para Chile, pero con una atomización de ideas y propuestas diferentes y encontradas, en lo que sí desean para el país.
Junto a ese cuadro, el pueblo unido marcha sin partido…y sin ideología sólida que le permita contar con unidad, programa y liderazgo. Hasta este momento, pareciera que lo verdaderamente rescatable ha sido volver a posicionar al arte y a la cultura en el lugar que nunca debieron dejar, pero en lo referente a cambios estructurales no se ven ni se avizoran avances.
La Historia, esa ciencia que la derecha teme y odia, nos ha enseñado que sin unidad, sin programa y sin ideología, no se obtienen cambios profundos ni esenciales. Como botones de muestra al respecto, recordemos la revolución mexicana de 1913, y el Mayo de París, en 1968. ¿Nuestro ‘estallido’, se unirá a esa lista?
No es un despropósito afirmar que al finalizar la década de los 80, con la caída de los muros, cayó también la ideologización de la política. Se perdió el equilibrio de fuerzas que constituían el fiel de la balanza. Ahora, ambos platillos se inclinan hacia el mismo lado.
En su derrumbe las ideologías arrastraron a las lealtades. No sólo a ellas, también a los valores que movieron a la política durante décadas.
Con la caída de los muros ideológicos y del socialismo real, hicieron su irrupción –junto con el fenómeno de la globalización- la bancarización de las naciones, el consumismo desatado, el individualismo (replicado por la carencia de solidaridad interna y externa), las mafias político-partidistas, la apropiación de los medios de comunicación por pocas (y las mismas) manos, la muy desigual distribución de la riqueza, etc..
Para la derecha, su ideología es el mercado y la privatización de todo bien o servicio que satisfaga necesidades económicas. Esa misma derecha tiene claro que sus adversarios pueden ser fuertes y peligrosos sólo si cuentan con sólidas organizaciones basadas y refrendadas por una ideología. Sabe, además, que sin sustento ideológico ninguna organización puede sobrevivir políticamente mucho tiempo, y lucha y se esfuerza por conseguir que sus opositores renuncien a ideologizarse y marchen así, sin partidos ni referentes filosóficos, rumbo a ninguna parte, salvo a aquellas que puedan ser mellizas del individualismo y de la diferenciación de clases.
Una de las frases que brilló con fuerza en los primeros meses del estallido social decía: “el pueblo unido avanza sin partido”. Una bella ilusión, un anhelo digno de destacar y de concretar, pero, en honor a la verdad, ese ‘avance sin partido’ lleva a ninguna parte. Mejor dicho, conduce hacia el escenario de la derrota a mediano plazo. Miel sobre hojuelas para la derecha. Un pueblo desideologizado es fácilmente manipulable por quienes sí están ideologizados y poseen el poder del dinero, de las armas, de la prensa y de las cruces.
El estallido social que comenzó el 18 de octubre del 2019 lleva más de ciento veinte días intentando colocar las bases para construir un nuevo Chile. La explosión surgió desde el alma del pueblo, sin conducción ni liderazgo conocido. Ello le permitió crecer a niveles impensados, magníficos. Pero, a poco andar fue perdiendo consistencia y quedó bajo la férula de aquellos mismos que criticó en sus primeras manifestaciones masivas. En un comienzo la lucha era contra el sistema y contra los políticos traidores, venales y corruptos que habían engañado y sometido al pueblo…pero, ahora, 120 días más tarde, la conducción del estallido está en manos de esos mismos políticos traidores, venales y corruptos. El pueblo unido, pero sin ideología, es pasto de las llamas partidistas neoliberales.
En una nota publicada el 23 de febrero del 2020 por Le Monde Diplomatique, Juan Luis Castillo Moraga escribió: <<Soy un ciudadano independiente con algunas incógnitas, las que, estimo deberían ser respondidas públicamente por los aludidos: ¿Por qué, ni el gobierno ni los partidos políticos, tampoco los parlamentarios, dan respuesta a la multitudinaria demanda de la ciudadanía respecto de las AFP y de las Isapres? ¿Por qué estos mismos, no dan respuestas claras a las demandas contenidas en la agenda social levantada por la ciudadanía, desde octubre del año pasado? ¿Por qué no se le otorgan las mismas condiciones a los independientes en las próximas «franjas televisivas? ¿Va a continuar el mismo nivel de represión a las movilizaciones pacíficas que se realicen en marzo? ¿Quiénes integran el «partido del orden», el que opera en las sombras, como poder fáctico con acuerdo de muchos de los antes aludidos? ¿Por qué no hacen público sus nombres?>>
Mucha razón tiene el señor Castillo Moraga en expresar tales preguntas, ya que el mundillo político ha reaccionado con sorpresa luego de comprobar, con las actuaciones de artistas chilenos en el Festival de Viña del Mar, que la gente continúa manifestando una durísima opinión respecto del actuar zigzagueante y tramposo de instituciones otrora dignas y creíbles, como el poder legislativo, carabineros, tribunales de justicia, servicio de impuestos internos, y el mismo poder ejecutivo.
A ese respecto, reaccionando por los cánticos contra Sebastián Piñera en la Quinta Vergara, en el Festival de Dichato, en Iquique, y en muchos estadios de fútbol, desde la Moneda se ofreció al mundillo político trabajar una vez más por un “Acuerdo Nacional”. De inmediato respondieron positivamente a tal llamado varios personajes autodenominados ‘centro izquierdistas’, entre quienes destacan inefables individuos como Mariana Aylwin, Jorge Burgos, Felipe Harboe, José Migue Insulza, Ignacio Walker y Pepe Auth…precisamente, quienes son sindicados por muchos chilenos como responsables directos del estallido social.
“La idea es que se trabaje en conjunto; que lo hagan todos los partidos moderados”, fue la respuesta ofrecida por un experto en la materia, académico de la UDP, (Universidad Diego Portales), en entrevista realizada por Matilde Burgos en CNNChile. Claro que el experto no definió qué significa ‘moderado’ en política, ni tampoco aclaró cuáles son los ‘partidos moderados’; sólo excluyó al partido comunista, pero, ¿la UDI es un partido ‘moderado’? La Historia reciente podría entregar la respuesta.
Volvemos entonces a la idea central de esta nota. La derecha chilena tiene desde hace más de un siglo una clara ideología que sustenta su actuar unitario. Eso ya lo dijimos. En cambio, el resto del arco político actual carece de tal unidad en lo ideológico, puesto que hoy encontramos un verdadero archipiélago de partidos, referentes y grupos, cada cual con una base unitaria en lo que no desean para Chile, pero con una atomización de ideas y propuestas diferentes y encontradas, en lo que sí desean para el país.
Junto a ese cuadro, el pueblo unido marcha sin partido…y sin ideología sólida que le permita contar con unidad, programa y liderazgo. Hasta este momento, pareciera que lo verdaderamente rescatable ha sido volver a posicionar al arte y a la cultura en el lugar que nunca debieron dejar, pero en lo referente a cambios estructurales no se ven ni se avizoran avances.
La Historia, esa ciencia que la derecha teme y odia, nos ha enseñado que sin unidad, sin programa y sin ideología, no se obtienen cambios profundos ni esenciales. Como botones de muestra al respecto, recordemos la revolución mexicana de 1913, y el Mayo de París, en 1968. ¿Nuestro ‘estallido’, se unirá a esa lista?
*Fuente: KaosEnLaRed
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