A casi cien días de Guaidó está fallando la estrategia de EEUU
por Misión Verdad
6 años atrás 7 min lectura
02 de abril de 2019
El esquema de extrema presión sobre la institucionalidad militar venezolana para que cediera ante los dictámenes de la Casa Blanca y dieran un golpe contra el presidente Nicolás Maduro, parece agotarse sin tener los resultados esperados.
Al mismo tiempo, tal sedimentación se estaría replicando en el plano político regional, mediante el desgaste de todas las narrativas contra el gobierno de Venezuela, sin que haya resultados concretos a la vista.
Caracas no termina de tambalearse. Y esta es una condición que sobrepasa muchas estimaciones iniciales en las mesas de Washington, pues se ha mantenido la integridad del tejido político e institucional. No ha habido deserciones masivas ni motines significativos en la esfera de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
Al mismo tiempo, análisis desde varias direcciones hacen suponer que las posibilidades de una guerra abierta contra Venezuela, es cada vez más cuesta arriba.
Estos eventos podrían dar cuenta de una falla en la lectura desde Washington y el consecuente desarrollo viciado de su estrategia contra Venezuela. A casi cien días del «ascenso» de Juan Guaidó en la política venezolana, no es el «presidente interino» de Venezuela, por el contrario, ha sido inhabilitado para ejercer cargos públicos durante 15 años y ha sido allanada su inmunidad parlamentaria por la Asamblea Nacional Constituyente, órgano plenipotenciario del país, previa solicitud del Tribunal Supremo de Justicia.
LA PROBABLE FALLA DE ORIGEN DE LA ESTRATEGIA CONTRA VENEZUELA
Recientemente The Washington Post analizó el caso, señalando que Caracas ha hecho lectura del contexto geopolítico y sobre las posibilidades de una intervención mediante modalidades abiertas. Según el diario, el directorio del gobierno venezolano entendió que Washington estaba haciendo «Bluffing» por la amenaza de guerra abierta y así lo han entendido los mandos militares venezolanos.
«Hasta la fecha, la campaña prácticamente no ha tenido ningún efecto en su objetivo previsto. No ha habido deserciones significativas de los generales venezolanos, y no hay señales de ningún movimiento contra Maduro», señalan.
Los indicios de estas posibilidades yacen en el amplio conocimiento que el chavismo ha tenido sobre su adversario local. En efecto, luego de la autojuramentación de Juan Guaidó y el cabildeo del gobierno estadounidense para forzar el «reconocimiento» internacional que tuvo, la apuesta plena dentro de las fronteras de Venezuela, estuvo sostenida en la ruptura de los mandos militares para propiciar un «golpe desde adentro» contra Maduro, como elemento de entrada a otras operaciones destituyentes por cortesía de Washington.

El chavismo siguió de cerca todos los actos de intención de sedición en la FANB y mediante ese mecanismo escudriñaron a profundidad que gran parte de la parafernalia, era un cascarón vacío. Pues muchas de las detenciones esenciales habían sido desarticuladas en el desmontaje del «Golpe Azul» y la «Operación Constitución» en 2014 y 2018, respectivamente.
Por ello la narrativa emanada desde la Casa Blanca, que insistentemente solicitaba a los militares venezolanos a actuar, no tuvo asidero. Tal como tampoco lo tuvo el llamado «Decreto de Amnistía» con el cual Guaidó «perdonaría» a los militares venezolanos que se sublevaran. Fueron evidencias de que el despliegue operativo del golpe en Venezuela se sostuvo sobre la aspiración del golpe «desde adentro», aunque no hubieran plenas condiciones para ello.
Sobre esa apuesta se construyó el andamiaje de enormes presiones políticas y diplomáticas, así como la profundización del cerco económico contra Venezuela que en conjunto significaban movimientos de extrema presión que producirían el quiebre. La amenaza de guerra abierta, sería en esta trama un accesorio indispensable, pero a fin de cuentas accesorio.
La posibilidad de que algunas de estas presiones estuvieran guiadas por informaciones y promesas de la gendarmería local de la oposición, concretamente del partido Voluntad Popular, son bastante posibles, toda vez que el partido de Leopoldo López ha sido artífice de la violencia de los años 2014 y 2017 en Venezuela en base a acciones desbocadas y triunfalistas.
Como favoritos de Washington, han hecho ahora uso máximo a la circunstancial presidencia de esa organización del parlamento venezolano para erigir a su «líder» en la conducción nacional, pasando por un lado de los demás partidos de la oposición y en un intento máximo de capitalizar el primer lugar de la política venezolana.
Es decir, las ansias y los fatales errores de cálculo, vienen desde Leopoldo López a Juan Guaidó como un factor denominador de Voluntad Popular, que amparados en sólidos lobbys externos cortesía del Departamento de Estado, han sabido instrumentalizar su protagonismo, pero no han inferido sobre el devenir de la estructura política interna de Venezuela.
EL ÁMBITO INTERNACIONAL
También es apreciable el quiebre de los esquemas de la política exterior estadounidense en varios frentes simultáneos. En contexto, Europa crea un bypass para burlar las sanciones contra Irán. La cumbre con Corea del norte fracasa estrepitosamente y Washington lidia con dicho saldo. Las políticas proteccionistas estadounidenses incrementaron las tensiones con China y el gigante asiático acelera su reposicionamiento luego de la salida de Estados Unidos del Tratado TransPacífico. La Casa Blanca no logra hacer creíble que su incursión en Siria haya sido «exitosa» y que su retirada es «digna».

Se debe sumar a esos elementos, el contexto de la política interna estadounidense, que deja claras evidencias de que la actual administración tiene un marco de maniobra bastante limitado por el enorme costo a manejar frente a las presiones internas.
Trump ha tenido que desviar fondos del Pentágono para construir su muro en la frontera sur y al mismo tiempo alardea de su dinero arremetiendo contra la elite liberal de su país, en un episodio burdo de la pugna interna que divide las instancias del poder en un Estados Unidos.
Dicho de otra manera, hay serios condicionantes sobre la política estadounidense que han confinado su manejo del caso venezolano para pisar el acelerador en diversos ámbitos, pero para contenerse sobre pulsar el botón de la guerra abierta.
El jefe del Comando Sur de Estados Unidos, almirante Craig Faller, declaró recientemente a Reuters el rechazo de mandatarios de la región al desarrollo de una guerra en Venezuela. «Hemos estado hablando con nuestros socios y nadie piensa que una opción militar sea una buena idea», declaró Faller.
Las declaraciones de Faller son retrato de las contradicciones regionales. La encarnecida agenda de deslegitimación del gobierno de Venezuela que se focalizó en meses anteriores, está dando señales de decaer a los casi cien días del «ascenso» de Juan Guaidó. Las declaraciones viscerales de Iván Duque, Mauricio Macri y Jair Bolsonaro como referentes regionales, han ido decayendo al unísono y conforme al hecho de que el gobierno alemán decidió no reconocer al «embajador» de Juan Guaidó.
Las señales que son apreciables desde la región latinoamericana y caribeña son de desgaste frente a la inamovilidad del gobierno venezolano y en este punto es apreciable la insostenibilidad de los argumentarios, que ya tienen años en vigor, sin que el proclamado «estallido y golpe a Maduro» ocurran.
No obstante estos eventos no infieren la desaparición de las posibilidades de un conflicto bélico de tipo mercenarizado en Venezuela. El canciller Jorge Arreaza y el mismo presidente Maduro, han recalcado que en Colombia hay un despliegue de elementos paramilitares que serían punta de lanza en una hoja de ruta mercenaria contra la institucionalidad venezolana, como punto de máxima presión a los entes castrenses y como punto de partida de ampliación del conflicto.
Desde el 7 de marzo y así durante las últimas semanas, Venezuela ha sido objeto de situaciones de sabotaje a gran escala a su sistema eléctrico, actos que estarían desarrollados con la intención de generar conmoción nacional y caos interno. Tanto como para golpear los sistemas vitales del país y acelerar condiciones de un colapso inducido que genere oportunidades para desatar un conflicto interno. Lo que parece ser la apuesta inmediata de Washington, ante el fallo del «plan Guaidó».
*Fuente: Misión Verdad
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