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Demandas de transformación: patriarcado y colonialismo

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La escasa oposición que recibe lo que va de gobierno de Sebastián Piñera, desde una mirada simple puede atribuirse a dos males políticos existentes: el escepticismo de la ciudadanía cansada de las traiciones de la clase política; y el relativismo, muchas justificado en el argumento de que un tercer gobierno de Bachelet, o algo similar, no representa una alternativa muy diferente. Claramente el aparente abandono de la vida política encuentra su justificación en que las últimas alianzas de gobierno confluyen a favor de la clase explotadora manteniendo la estructura de explotación e injusticia en desmedro de la clase explotada. Hay una valoración por la cultura del dominio propia del patriarcalismo y del colonialismo.

Sin embargo, como ha sostenido el filósofo boliviano Luis Tapia siguiendo a René Zavaleta, las ideas que parecen monopolizar la vida política y cultural a favor de la hegemonía conviven siempre con las resistencias ideológicas proveniente del subsuelo político. Hay fuerzas políticas activas de grupos subalternizados e invisibilizados, pero que son elementos permanentes de la vanguardia política a favor de las grandes transformaciones que surgen sólo desde procesos revolucionarios.

El movimiento estudiantil chileno lleva varias décadas asumiendo, en su praxis política, demandas que permiten fisurar el aparente monopolio de lo político. Los movimientos feministas y de género en sus demandas por el reconocimiento asumen militancias comprometidas. Por más tiempo aún siguen las movilizaciones de los pueblos originarios maltratados de antes de la creación del Estado-nación. A estos movimientos, en los próximos años, habrá que sumar las reivindicaciones de los migrantes que se comprenderán víctimas no sólo de la exclusión sino que también de la injusticia.

En lo que va del año aparecen con fuerte contenido político transformativo las tomas de los establecimientos educacionales secundarios y superiores por mujeres organizadas que se aferraron con decisión al “no es no”. El semestre educativo se ha visto interrumpido por este movimiento social que exige demandas urgentes a una estructura social altamente patriarcalista, pero que también nos sugiere elementos sustantivos para la urgente transformación del orden moral. Nos vemos enfrentados a la emergencia de cambiar nuestras formas de relaciones que empobrecen nuestra calidad humana, dada la mala costumbre de dominación y subalternación de la mujer, de la cual somos parte dado el estado de naturalización existente de prácticas opresoras. Hay un llamado a la liberación que permita nuevos modos de relación social sin abusos.

Otro aspecto a destacar es el largo e injusto encarcelamiento del Machi Celestino, antes la persecución del Estado se había manifestado con mayor vehemencia en contra de la Machi Francisca Linconao. Hoy aparece como elemento principal a destacar, en la persecución al pueblo mapuche, el caso de este Machi. Comienzan en estos días movilizaciones políticas más radicales por parte de jóvenes mapuches que se tomaron la Casa Central de la Universidad de Chile por la causa que exige la liberación de esta autoridad indígena. Hay un reclamo que exige la liberación. Frente a este caso la sociedad chilena que sigue siendo excluyente de los pueblos originarios no ha solidarizado en las demandas en contra de la injusticia.

Como se puede observar a partir de estos casos señalados, se puede refutar la idea de que no hay oposición política al actual gobierno de derecha. La cuestión es que estas mismas demandas a favor de la liberación -la del pueblo mapuche- también se realizaban al gobierno anterior. Hay hoy día procesos de radicalización en algunas demandas históricas que exigen una transformación que fisure la actual hegemonía. Estos hitos políticos nos colocan frente a una posibilidad de participación política decisiva a favor de la maduración de nuestra vida democrática. No somos una nación homogénea, hay identidades y sensibilidades diversas que enriquecen el espacio de lo cotidiano. No somos una sociedad vencida, la función utópica sigue siendo necesaria en los procesos de transformación social que no aceptan la dominación de la clase privilegiada.

Frente al capitalismo salvaje, tenemos alternativas de resistencia que con sus saberes y sabidurías aportan proyectos de vida que superan la lógica del individualismo y la acumulación de riqueza que niegan nuestra condición humana más genuina, aquella que tiene que ver con la empatía y la solidaridad. Nuestra concepción de la democracia debe cambiar el centro de sus demandas agotadas en el pobre reclamo de derechos individuales y de participación en el consumo.

Las demandas actuales apuntan hacia un cambio de horizonte, frente al fracaso de los partidos políticos nos queda la alternativa de reencontrarnos como ciudadanos. El optimismo político se fundamenta en que en los actuales procesos de reoriginalización que aparecen se posibilita el espacio de encuentro de nuestras sensibilidades emocionales que fermentan procesos creativos. Los brotes terminan su desarrollo en el nacimiento de la flor. No hay que esperar, hay que hacerse parte de este proceso, que refutará la tesis del “fin de la historia” a partir de la convicción de que “otro mundo es posible”.

El autor, Alex Ibarra Peña, es miembro del Colectivo de Pensamiento crítico “palabra encapuchada”

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