La escasa oposición que recibe lo que va de gobierno de Sebastián Piñera, desde una mirada simple puede atribuirse a dos males políticos existentes: el escepticismo de la ciudadanía cansada de las traiciones de la clase política; y el relativismo, muchas justificado en el argumento de que un tercer gobierno de Bachelet, o algo similar, no representa una alternativa muy diferente. Claramente el aparente abandono de la vida política encuentra su justificación en que las últimas alianzas de gobierno confluyen a favor de la clase explotadora manteniendo la estructura de explotación e injusticia en desmedro de la clase explotada.