El Síndrome de Judas

No se necesita ser cristiano para haber oído hablar de Judas y de su traición.
Es más, la palabra Judas más allá de que realmente haya sido culpable o no, representa el concepto de la traición al amigo.  Uno de los cronistas del cuento dice que preso de remordimientos, se colgó.  Pero como los periodistas siempre aprovechan de tirar la piedra con la mano del gato sin querer queriendo, dijeron que fue en una higuera, árbol sagrado de los romanos;  así por siglos la mala fama de Judas le llegó de paso al cruel Imperio que condenó a Jesús por una rencilla local, pero que cumplía la función ejemplificadora de mandar un mensaje de terror al pueblo dominado.
Otro que se pasó al enemigo fue Flavio Josefo, judío aristócrata, que después de pelear en las guerras contra Roma, de las cuales fue víctima Jesús, se pasó tranquilamente al enemigo y terminó en la corte imperial y muy amigo, demasiado para muchos, de Tito Vespasiano, destructor de Jerusalén, gozando de pensión del Imperio y de la buena vida de sus emperadores.
Fue testigo de la destrucción de Jerusalén y cronista de la vida de los judíos y sus guerras en el siglo I.
Siempre queda la impresión de que Flavio Josefo, experto en el arte de sobrevivir, fue un traidor a su patria, porque su traición fue a alto nivel y un mentirosillo ya que con sus crónicas se autojustifica.
Traidor también fue, en la Guerra Civil española, el ingeniero Goicoechea, que después de diseñar las defensas de Bilbao, se pasa al enemigo con los planos, mostrando todos los puntos débiles de la defensa y propiciando la caída de Bilbao y la huida de unas 250.000 personas que se subieron a todo lo que flotara para arrancar de los ejércitos franquistas que venían apoyados por la aviación alemana y los italianos fascistas.  Todo esto a vista y presencia de los ingleses y del Vaticano, que se lavaron las manos como Pilatos.
Y así vemos que en los pueblos pequeños y débiles que enfrentan fuerzas poderosas, cunden los traidores y los que se lavan las manos.  Aquellos que teniendo el poder político  y la confianza que les da la Patria, obran a espaldas de ella, abriendo las puertas de defensa de la ciudad, mostrando los puntos débiles, poniéndoles a los vencedores la alfombra roja para que entren cómodamente sin mancharse los pies.  Aquellos que juran amistad y protección a los ciudadanos y a la hora de la verdad, se hacen los locos o se lavan las manitos simulando inocencia, y diciendo “Es que yo no sabía, no me enteré.”
Estamos en época de crisis y de traidores en nuestra pequeña patria, y tenemos que cuidarnos, porque están enquistados en puestos claves y nos pueden llevar a un futuro que no queremos ni que hemos elegido de invasión y dependencia, que no nos favorece.
Y toda esta ristra de escándalos es una nube de humo que tapa la visión de las maniobras de largo plazo de estos especímenes asquerosillos.
Olga Larrazabal S
Abril, 2016