Una opinión sobre el discurso de Obama en Cuba
por Guillermo Rodríguez Rivera (Cuba)
5 años atrás 4 min lectura
Viernes, 1 de Abril de 2016
Fernando Ravsberg me parece un muy respetable periodista y, por eso, me lo pienso bien cuando discrepo de alguno de sus artículos, y mucho más cuando me decido a contradecir por escrito uno de ellos: ahora quiero discrepar de su reciente trabajo en el que califica de “clase magistral de comunicación política”, el discurso pronunciado por el presidente de los Estados Unidos en el Teatro Nacional de La Habana.
Tiene sentido que Obama dirija su discurso preferentemente a los jóvenes, porque son los que actuarán en el futuro pero, también, porque son los que no han vivido la historia de la Revolución Cubana.
Incluyó una cita del Martí más universal, del aforismático Martí de La Edad de oro; una cubana entrevistada después dijo que nos habló de un Martí que “no conocemos”. Si así lo entendió, debió ser más justa y decir con humildad singularizada, del Martí “que no conozco”, porque “Tres héroes” lo conocen los niños en Cuba.
Nos remitió a unas comunes raíces de esclavistas y esclavos para norteamericanos y cubanos, pero nuestros líderes independentistas abolieron la esclavitud desde que combatían contra España. Los fundadores de la democracia estadounidense mantuvieron la esclavitud tras un siglo de independencia. Martí escribió de una América del Norte “que ahoga en sangre a sus indios” y de Nuestra América “que ha de salvarse con sus indios”.
Los colonizadores españoles aniquilaron a nuestros indígenas. En Estados Unidos fueron los ciudadanos de su democracia quienes los mataron primero y luego acorralaron en reservaciones a los que quedaron.
Obama casi igualó las dos Américas, pero no son iguales. Los norteamericanos desarrollaron la idea del panamericanismo: América unida pero con la hegemonía estadounidense. Bolívar, a inicios del siglo XIX pretendió una Hispanoamérica unida y Martí, en sus finales, creyó en la unidad latinoamericana. Ambos próceres pensaban en la proximidad de los pueblos al sur del Río Bravo. Alguien dirá que todo eso es pasado, pero el pasado genera marcas decisivas para el porvenir.
Nuestras oligarquías prefirieron la cercanía de la potencia anglosajona, blanca y rubia. Casi dos siglos de hegemonía de los Estados Unidos nos convirtió en países subdesarrollados en los que, además, proliferaron execrables tiranías sostenidas por los paladines de la democracia.
Yo creo que los Estados Unidos siempre han practicado aquello que Martí llamó en ellos “el culto desmedido a la riqueza” y, por ello, su prioridad ha sido siempre sostener sus intereses económicos. ¿O es que los quince meses de buenas intenciones de Obama nos han hecho olvidar más de un siglo, primero de dominio y después de agresiones, cuando se nos ocurrió hacer una reforma agraria?
Es cierto, al decir de Ravsberg, que Obama “apuntó al corazón cubano”. Aldo Baroni llamó a Cuba “país de poca memoria”. Yo prefiero creer que el corazón cubano no tiene cabida para el rencor, aunque sabemos recordar.
Creo que esos “disparos” solo pudieron conmover lo más externo de nuestra sensibilidad. Obama tenía – así lo hiciera solo “de dientes para afuera”– que empezar por ser el primer presidente de los Estados Unidos que se disculpara por el daño que sus autoridades han hecho a Cuba.
Me pareció irrespetuoso que dijera que los cubanos deben decidir el destino de su país, porque desde 1959 rescatamos ese derecho sin aguardar que nadie nos autorizara.
Me parece inconcebible que Ravsberg considere las palabras de Obama, una declaración que “terminaría el derecho de los Estados Unidos a intervenir en los asuntos internos de la isla”. Hace 82 años que fue derogada la Enmienda Platt y, desde entonces, los norteamericanos no tienen ese “derecho” que nos impusieron en 1901, cuando ocuparon Cuba, aunque en 1961 organizaron y armaron una invasión que vino a Cuba para derrocar a un gobierno que detestaban. Cuando en 1898 declararon la guerra a la decadente España colonial, proclamaron en la Joint Resolution que “Cuba es, y de derecho debe ser, libre e independiente”. Los mambises pelearon junto a los norteamericanos, pero los del norte subrayaron que la victoria era únicamente suya. El general Leonard Wood, jefe del gobierno interventor, le señaló a los cubanos que redactaron la Constitución de 1901 que si no se incorporaba a ella la Enmienda Platt, no habría república. La Cuba “libre e independiente” pasó a ser un protectorado de los Estados Unidos.
Confío en que Ravsberg me entenderá si le digo que yo admiro a Obama y que creo que, al tratar con Cuba, ha hecho mucho, si tenemos en cuenta los valores que él representa. El orgullo cubano reacciona enseguida cuando tratamos con los grandes poderes de este mundo porque, varias veces, han querido tratarnos como si fuéramos un pueblo de segunda. Acaso ese sea el primer obstáculo a salvar con los imperiales Estados Unidos. Ravsberg les concede una gran ventaja, pero los cubanos no hemos resistido tanto tiempo sino para hacer las cosas como queremos. Creo que la vida nos ha preparado largamente para enfrentar, en la guerra y en la paz, ese difícil problema que son las relaciones con los Estados Unidos.
*Fuente: Segunda Cita
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