Invitación a un debate sobre la construcción de una estrategia
por Manuel Acuña Asenjo (Chile)
9 años atrás 32 min lectura
ESCENARIO PREVIO
En nuestros documentos anteriores (de enero y febrero), sostuvimos que la característica central del actual período es el amplio predominio que ejerce la escena política sobre la escena social del país. Queríamos con ello señalar que tanto los medios de comunicación como las conversaciones cotidianas de los habitantes del país se encontrarían dominadas por los avatares políticos; y, dentro de éstos, por las elecciones municipales que se avecinan para este año y las presidenciales/parlamentarias del próximo[1]. Tales aseveraciones no constituyeron, en modo alguno, predicciones; tampoco vaticinios. Eran apenas razonamientos formulados a partir de un examen más o menos minucioso de la práctica política nacional; en palabras más precisas, de la acción que realizan las clases y fracciones de clase dominantes dentro de la escena política nacional y de la situación de inestabilidad que afecta a nuestra formación social.
Enfrentar un proceso eleccionario no es algo sencillo; obliga a determinar escenarios, conductas, prácticas que identifican las estrategias que desde ya comienzan a emplear los diversos actores políticos para las justas electorales que se aproximan. Pero, cuidado: puesto que se trata de acciones ejecutadas dentro de un modo de dominación, no tienen aquellas otra finalidad que asegurar dicha dominación a través del control de la escena política nacional; se trata, pues, de obtener la victoria política dentro de las reglas que establece el propio sistema para la generación de sus autoridades.
En los documentos citados sosteníamos que hay distintas estrategias para lograr tal objetivo, pero que todas operan dentro de un mismo campo de acción que es el sufragio universal, el ejercicio del derecho a voto o, si se prefiere, una manifestación de la llamada ‘estrategia del voto’ que opera tanto si se ejercita o no aquel derecho.
El acto de sufragar no presenta mayores complicaciones. Como lo hemos asegurado en uno de los documentos ya citados,
“[…] si las clases y fracciones de clase dominantes han ideado un sistema en donde la renovación de la autoridad deba ser realizada a través del sistema electoral, también las clases y fracciones de clase dominadas serán partidarias de ir a las elecciones”[2].
Así es. Las ideas de las clases y fracciones de clase dominantes son las ideas de las clases y fracciones de clase dominadas. Votar es parte del sistema; las clases y fracciones de clase dominante irán a votar. Y también lo harán sus representaciones políticas tanto natural como espuria obligando con ello a hacer lo mismo a gran parte del universo de las clases y fracciones de clase dominadas. Elecciones habrá, y contarán con un determinado contingente de participantes, incluso, de estructuras que antaño manifestaron su repudio al evento electoral, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR.
LA PARTICIPACIÓN EN LA JUSTA ELECTORAL
En la escena política nacional participa un doble tipo de sujetos: por una parte, el ciudadano corriente, el simple habitante de un país, el individuo común; por otra, el sujeto político o actor. La participación del primero es precaria; miserable, si se quiere. Es un sujeto pasivo. Su acción se reduce a elegir a quienes van a participar real y efectivamente en la escena política nacional, es decir, a los actores políticos. No a todos sino a aquellos que es posible elegir, que son los sujetos designados por los partidos políticos; los demás actores (jefaturas, ministerios, personalidades, altos representantes del Estado, etc.) son, a su vez, nominados por los elegidos.
De lo cual podemos concluir que, real y efectivamente, quienes participan en los procesos eleccionarios son los partidos. Los sujetos que no se organicen como tales deberán hacerlo con prontitud o, al menos, reunir las firmas requeridas para inscribir al candidato respectivo, exigencia siempre bastante difícil de cumplir. Pero tales son las reglas que es necesario acatar para el ejercicio del derecho a sufragio.
Las clases y fracciones de clase dominantes siempre van a actuar a través de sus partidos; las clases y fracciones de clase dominadas, no. Cuando lo hacen deben acatar las reglas impuestas por los sectores dominantes. No hay alternativa para ellas. Salvo que quieran actuar al margen del sistema; o prefieran orillar sus deslindes.
Por consiguiente, el primer requisito que los habitantes de una nación deben observar para la participación en una justa electoral es el de su organización; esta deberá ser en el carácter de partido político. Por regla general. No deja de ser irónica la circunstancia que también el requisito de la organización sea imprescindible para actuar fuera del sistema pues cualquier acción colectiva requiere, antes de todo, una concertación de voluntades o, lo que es igual, un principio de organización. Pero, para actuar, en esas circunstancias, no es necesario hacerlo como partido político; basta con permanecer en el carácter de ‘movimiento social’.
Analizaremos la participación electoral, en consecuencia, tanto desde el punto de vista de las clases y fracciones de clase dominantes como el de las clases y fracciones de clase dominadas.
LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LAS CLASES Y FRACCIONES DE CLASE
Como se ha dicho, las clases y fracciones de clase dominantes lo hacen normalmente a través de sus representaciones políticas tanto natural como espuria.
Lo hacen desde el punto de vista de su representación política natural cuando tanto la militancia como la dirigencia de esas organizaciones proviene o se extrae de los sectores dominantes. En Chile, dicha representación la constituye el conglomerado denominado ‘Chile Vamos’, pero específicamente lo hacen las organizaciones políticas ‘Renovación Nacional’ RN y ‘Unión Demócrata Independiente’ UDI, pues representan el interés del sector hegemónico del Bloque en el Poder. Sin embargo, también representan a ese sector, aún cuando no exactamente a su estamento hegemónico sino a intereses subordinados a aquel el partido ‘EVÓPOLI’ y la organización ‘Sentido Futuro’ a la que pertenecen las organizaciones ‘Ciudadanos’ (formada por Andrés Velasco) y ‘Amplitud’ a la que pertenece la senadora Lily Pérez.
Las clases y fracciones de las clases dominadas se organizan, igualmente, en partidos cuyas directivas, e incluso bases mayoritarias, no siempre van a representar el interés de las mismas. Por ese motivo se hacen, entonces, representantes espurios de los intereses de las clases y fracciones de clase dominantes pues es la práctica política la que da el carácter de clase a segmentos sociales estructuralmente determinados. De lo cual se desprende que la determinación estructural de una clase o fracción de clase no es el elemento que le va a asignar con exactitud su carácter de tal sino la práctica política que realice. Es lo que ha sucedido con el conglomerado llamado ‘Nueva Mayoría’ compuesto de organizaciones que, autoasignándose el carácter de representantes de los sectores populares, han realizado, en la práctica, no sólo el interés de las clases y fracciones de clase dominantes sino el de su sector hegemónico, que es el bancario (financiero) aliado al capital comercial. Por eso le hemos denominado ‘representante espurio’ del interés de las clases y fracciones de clase dominantes. Integran ese pacto el partido Socialista PS, partido Por la Democracia PPD, partido Radical Socialdemócrata PRSD, partido Comunista PC, partido MAPU Obrero Campesino, partido Izquierda Ciudadana (ex Izquierda Cristiana) y partido Revolución Democrática RD.
LA PROLIFERACIÓN APOTEÓSICA DE LOS ‘PARTIDOS’
Así, pues, las organizaciones populares copian las formas políticas de funcionar que adoptan las organizaciones de las clases y fracciones de clase dominantes. No debe llamar la atención, pues es éste un simple efecto del axioma aquel según las ideas de las clases y fracciones de clase dominantes son las ideas de las clases y fracciones de clase dominadas. Quien posee el poder material dentro de una sociedad posee, también, su poder espiritual[3]. En consecuencia, la tendencia dentro de un régimen democrático será, siempre, a constituirse como ‘partido político’. No sucede de manera diferente en el Chile construido durante el período post dictatorial; menos aún, dentro de una fase tan especial como lo es esta que abre el año 2016. Constituirse como ‘partido’ es la moda del momento; supera con creces la moda de hacer teleseries con sexo o la de convertirse en humorista gracias a la grosería o a la vulgaridad. Esta apoteosis partidaria ha sido denunciada recientemente por el periódico ‘La Tercera’ de 21 de febrero recién pasado:
“Más de 20 movimientos se las ingenian para captar los adherentes necesarios para constituirse como partido político, participar en las elecciones y acceder al financiamiento público. Todo en medio de la crisis de representación que afecta a la clase política”[4].
Se supone que la generalidad de esos movimientos debería engrosar la fuerza política de los representantes tanto naturales como espurios de las clases y fracciones de clase dominante.
Sin que la enumeración se considere como exhaustiva, podemos indicar que algunos de tales partidos en formación serían:
- El partido ‘Poder’.
- El partido ‘Revolución Democrática’.
- El partido ‘Amplitud’.
- El partido ‘Ciudadanos’.
- El partido ‘Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR’.
- El partido ‘Unión Patriótica’.
- El partido ‘Todos’.
- El partido ‘Evópoli’.
- El partido ‘Orden Republicano’.
- Coalición de centro ’Sentido Futuro’, donde participaría ‘Ciudadanos’ y ‘Amplitud’.
Todos estos movimientos tienen una característica central: se organizan independientemente los unos respecto de los otros ante la imposibilidad de unirse a los existentes o de buscar acuerdos con otros grupos afines también en proceso de organización. Constituyen, por lo mismo, una protesta a la acción de los partidos que se desplazan hoy por la escena política de la nación. No puede suponerse por tanto, en modo alguno, que tal apoteosis represente el nacimiento de una alternativa a la crisis actual. Por el contrario: la proliferación de tales grupos no obedece sino, como lo expresa el propio matutino que entrega la información, a una manifestación más de la crisis política que conmueve al país. En palabras más simples, la afiebrada carrera emprendida por ciertas organizaciones sociales para constituirse como partido no representa un avance en la participación de mayores sectores sociales en el desarrollo de la vida de la nación; multiplicar el número de las organizaciones políticas es un índice que representa tan sólo la atomización del movimiento político a la vez que la imposibilidad de encontrar una solución a los conflictos que conmueven a las representaciones tanto natural como espuria de las clases y fracciones de clase dominantes.
EXIGENCIAS PARA PARTICIPAR EN LAS JUSTAS ELECTORALES
Las organizaciones políticas que participarán en las justas electorales que se avecinan deberán, ante de todo, ser legales, es decir, deberán ajustar su orgánica a lo estatuido por la nueva Ley de Partidos que exige nuevas cifras para constituir tales organizaciones. En la Región Metropolitana se requiere de 6.646 firmas; el partido ‘Revolución Democrática’ no ha alcanzado a juntar 2.000 aún. Y los partidos viejos se niegan a reinscribir a su militancia por temor a desaparecer.
Hay, no obstante, otras exigencias. Una de ellas guarda estrecha relación con la naturaleza de la forma de acumular estatuida bajo la dictadura. Gústeles o no, deberán las organizaciones políticas participantes aceptar las reglas del juego, que no son sino las reglas del mercado. Lo cual significa que deberán hacer propaganda política e incurrir en gastos comunicacionales, lo que las obliga a participar en el reparto del dinero fiscal para enfrentar el desembolso que implica el empleo de la propaganda eleccionaria. Puesto que la ayuda estatal puede no satisfacer las reales necesidades de la organización, deberá ésta, además, recabar la ayuda de capitalistas o empresarios individualmente considerados pues tal cooperación no ha sido abolida por la nueva ley sino tan sólo la que prestaban las grandes empresas. Hacer propaganda política implica competir en el mercado electoral; implica vender electoralmente un producto que dicho mercado acepte como óptimo.
El mercado electoral no es diferente al mercado de bienes y servicios; los productos más vendidos son aquellos que más se vocean o pregonan, los que más aparecen en los medios de comunicación, en los letreros luminosos o en los carteles que invaden los espacios de la ciudad. Los candidatos son productos arrojados al mercado que no sólo deben ser conocidos sino, además, han de contar con apoyo partidario. En lo posible, deben ser ‘personalidades’. De donde sea. De la farándula, del espectáculo o de la propia política. Por eso, una forma de sortear ese inconveniente es la presentación de sujetos que hayan tenido presencia en los medios de comunicación, especialmente, en la televisión. Poco o nada importa que sean políticos. Lo determinante es que puedan ser elegidos, que tengan posibilidades de ganar, de alcanzar un triunfo; el partido suplirá sus falencias entregándoles las instrucciones de cómo deberán comportarse para el caso de ser elegidos. Como lo expresa ese viejo refrán chileno, ‘en el camino se arregla la carga’. Candidato óptimo, decíamos en uno de nuestros trabajos,
“[…] es aquel sujeto que se introduce permanentemente en los hogares gracias a la pantalla televisiva; puede ser un actor de telenovelas, un personaje de la farándula nacional, una vedette e, incluso, un pícaro o truhán conocido cuyas faltas, a menudo, constituyen no una desventaja sino, por el contrario, una virtud que lo eleva por sobre quienes van a competir con él”[5].
Las organizaciones políticas saben lo que eso significa. No por algo algunos de esos personajes invaden los pasillos del Congreso y de las Municipalidades. No por algo en las elecciones que se avecinan se comienzan a barajar los nombres de algunas de esas celebridades donde no han podido faltar los de Sebastián Piñera y Ricardo Lagos. Y es que ambos son mercancías realizables. Se pueden vender con extrema facilidad. No son los únicos; también participan en esa justa otras celebridades. Por lo pronto, ha iniciado su campaña como candidato a la alcaldía de Valparaíso, apoyado por el partido ‘Por la Democracia’ PPD, Leopoldo Méndez , más conocido como DJ (disk jockey) Méndez, quien ya ha empezado a visitar algunas localidades de la región como lo es Placilla Nueva[6]; también lo hacen personajes de los ‘reality’ como Dominique Gallegos (recluta de ‘Pelotón) y su pareja Rodrigo Wainraihgt que, apoyados por ‘Renovación Nacional’ RN, se presentan como candidatos a concejales en las municipalidades de Valdivia y Puerto Montt respectivamente; y, por supuesto, no faltaba más, Luis Dimas por ‘Chile Vamos’[7] que disputará la Alcaldía de Lo Espejo a otros conspicuos candidatos. Es, lo que llama Alfredo Joscelyn-Holt, la ‘política de espectaculo’:
“[…] empezamos el año con espectáculos, y vienen más. Me señalan que ahora que se ha puesto complicada la pista con lo del financiamiento político, partidos y movimientos van a ir en busca de ‘rostros’ como candidatos y avales. Esto es, más ‘teatrocracia’ (Georges Balandier), más escenificación del poder, más jugar con emociones, seudo-eventos e insinceridad, más el afán de querer sustituir la verdad por mera credibilidad (Christopher Lasch), en fin, más sociedad del espectáculo, como planteara años atrás Guy Debord”[8].
La participación de las ‘personalidades’ en la escena política nacional no es algo que se limita solamente a las justas electorales; también definen el destino de las organizaciones, hecho que se advierte en esa velada crítica de los organizadores de ‘Revolución Democrática’ cuando aseveran haber trabajado en la construcción de su organización
“[…] sin figuras mediáticas que nos apoyen”[9].
ENTRE BUEYES NO HAY CORNADAS
Uno de los rasgos que ha de exhibir la participación de los actores políticos en las próximas justas electorales es que tanto Gobierno como Oposición estarán unidos en torno a limpiar sus imágenes para enfrentar con éxito aquellas, pues de lo que se trata es de salvar al sistema reproduciendo su funcionamiento una y otra vez. En este sentido ha de entenderse la defensa corporativa que ha hecho el nuevo flamante agente del Estado chileno ante La Haya, José Miguel Insulza[10], en torno a las acusaciones que recaen sobre Pablo Longueira por el financiamiento irregular de su campaña, calificándolo de ‘hombre de Estado’ por la simple circunstancia de haber logrado un acuerdo con el gobierno en la época en que Ricardo Lagos ejercía el cargo de presidente de la República:
«[…] no quisiera verlo en una situación difícil. Es un tema donde no me corresponde involucrarme. Las cosas tienen que funcionar con calma. Si lo llaman a declarar como testigo, irá y dará su testimonio. Hay que darle normalidad a esto».
Tal acción no ha aislado a Insulza de sus compañeros de partido; José Antonio Viera-Gallo[11] ha salido en su defensa. Y no es aventurado suponer que éste sea, a su vez, defendido por otro, y otro, pues, como lo expresa con acierto Ricardo Hormazábal,
“[…] las elites se autoprotegen”[12].
sí, en los meses siguientes no veremos una lucha frontal de los actores políticos entre sí, sino más bien una suerte de mutua colaboración: el verdadero enemigo que tienen por delante es la comunidad nacional, aún atónita por los escándalos protagonizados tanto por ellos mismos como por sus representados. La lucha de clases ha de comenzar a revelarse en su real dimensión[13].
A ese pacto de ayuda mutua se suma no sólo la propuesta del ex Contralor General de la República Ramiro Mendoza, de amnistiar a quienes incurrieron en actos de financiamiento ilegal de la política[14], sino también la conducta de la Fiscalía Nacional, tras la condena de Jovino Novoa, abierta para buscar soluciones que no impliquen mayores condenas a los imputados. Según lo expresa un rotativo,
“[…] desde el propio Ministerio Público algunos plantean que la condena de Novoa deja muy abierta la opción de la suspensión condicional de las causas, porque a pesar de la fuerza de las pruebas se le otorgó una condena menor. En esta línea, por ejemplo, una situación como la del senador Iván Moreira lo dejaría con una pena máxima aplicable de 61 días”[15].
En forma directa, Mauricio Daza, abogado de ‘Ciudadano Inteligente’, sostiene que la nueva forma de proceder que tiene el Servicio de Impuestos Internos, dirigido por Fernando Barraza,
«Se debe a que en la arista SQM aparecieron personeros vinculados a la alianza de gobierno de la Nueva Mayoría, sector que designa el cargo del director del SII y, lamentablemente, es un cargo de confianza político y, eso, empañó todo lo que hizo y no hizo el Servicio de Impuestos Internos, desde ese instante en adelante en las otras causas”[16].
LA ESTRATEGIA DE NO VOTAR O ‘ESTRATEGIA DE LA ABSTENCIÓN’
Los que no van a votar engrosarán el universo de la abstención, opción de difícil (por no decir imposible) cuantificación pues no se sabe si tal conducta obedece a una acción volitiva o a una desafección. Ya nos hemos referido a esta vía en nuestros documentos anteriores. No obstante, es la que se perfila con mayor nitidez en la actual coyuntura. Y es que las mediciones a la confianza ciudadana realizadas por las últimas encuestas arrojan resultados cada vez peores. La población chilena se siente alejada del mundo político. De acuerdo al 7° Estudio Nacional de Transparencia que realiza el Consejo para la Transparencia CPLT, realizado recientemente,
“[…] el 91% de los chilenos afirma que tiene poca o ninguna confianza en que los políticos puedan solucionar los problemas del país, situación similar en el papel de los parlamentarios, las autoridades políticas y los jueces”[17].
Un 91% de desconfianza en la escena política de la nación no es una broma; no es, tampoco, algo que se pueda ignorar o pasar por alto. Es el sistema mismo lo que ha sido puesto en duda. Por lo mismo, no puede ni debe sorprender que un miembro del partido ‘Renovación Nacional’ como lo es el senador y miembro de la Comisión de Ética y Transparencia de la Cámara Alta, José García Ruminot, diga que
«[…] gobierno y el Parlamento tenemos que hacer un esfuerzo grande para recuperar la confianza y validarnos ante la ciudadanía»[18]
Esta no es una labor que pueda hacerse, sin embargo, de la noche a la mañana. El casi 100% de desconfianza hacia la escena política de la nación puede arrojar severos resultados a la hora de realizarse elecciones; puede, incluso, incubar reacciones no deseadas y cuyas repercusiones, más tarde, todos podríamos lamentar.
“Entre el 81% y el 91% de los chilenos tiene poca o ninguna confianza en dichas capacidades para resolver los problemas del país, según la categoría de función por la que se consulte (políticos, jueces, parlamentarios, autoridades políticas)”[19].
Desde este punto de vista una no estrategia, como lo es la de no votar, puede transformarse en ‘la’ estrategia de la comunidad nacional ante el desprestigio evidente de todo el espectro político. Porque nadie puede decir que hay solamente ‘algunos’ sujetos corruptos; la corrupción salpica como una peste, por igual, a todos los que participan en determinados segmentos de la vida nacional. No por algo se acostumbra a decir, en Chile, ‘dime con quién andas y te diré quién eres’.
LA ESTRATEGIA DEL VOTO EN BLANCO O NULO, O ESTRATEGIA DE SARAMAGO
A diferencia de la vía de no votar o estrategia de la abstención (como la hemos llamado, a pesar que, en el exacto sentido de la palabra, no constituye esa vía en modo alguno una estrategia), la participación en los comicios electorales para votar nulo (o en blanco) sí la constituye. Por lo mismo, exige la manifestación de una voluntad orientada a convertir el proceso eleccionario en un campo de disputa dentro del cual ha de plantearse la deslegitimación del gobierno basado en el escaso apoyo ciudadano que tiene.
La hemos llamado ‘estrategia de Saramago’ pues, en su obra ‘Ensayo sobre la lucidez’, describe el escritor portugués los avatares de un pueblo lusitano en donde los electores, cansados de la corrupción y de los vicios de sus representantes políticos, deciden votar en blanco a fin de manifestar su repudio a los gobernantes. Dado que en un primer intento la votación marca preferencias al blanco por un 76%, deciden las autoridades realizar una nueva elección. Pero la abstención sube a un 86% lo que hace al gobierno trasladar la capital hacia otra ciudad dejando a la primera abandonada a su suerte.
La estrategia de anular el voto o votar en blanco (cuando el blanco no se incorpora a la mayoría de votantes), sin embargo, rara vez reviste el carácter de espontánea. Porque requiere de una voluntad previa manifestada en ese sentido. Más exactamente, requiere de la previa ‘organización’ de quienes van a actuar de esa manera, aunque no a la manera exigida a quienes desean participar en los comicios electorales. No obstante, la teoría del caos nos informa que, en determinadas circunstancias, puede una comunidad reaccionar favorablemente a ciertos estímulos y, en forma sorpresiva, hacer que gran parte del electorado manifieste su repudio votando en blanco (o nulo) sin necesidad de una previa coordinación. Es la figura que presenta José Saramago en su obra antes citada. De lo cual podemos concluir que dicha estrategia, en su comienzo, puede funcionar sin organización, es decir, sin uno o más entes que promuevan la manifestación de tal conducta[20]; en palabras más directas, la votación en blanco (o la anulación del voto) puede producirse por obra del azar. Los actos azarosos posteriores, no obstante, pueden terminar con lo que se supuso en un principio como estrategia. La propia teoría del caos enseña que ciertos hechos conducen, a menudo, a soluciones imprevistas; incluso a la que antes existía —‘l’ancienne régime’—, para consumar aquello que Georges Sorel denominara ‘venganza del pasado’. En ese caso, el retorno a lo aborrecido daría paso a la amarga predicción del Marqués de Lampedusa dentro de la cual los cambios emprendidos sólo logran afianzar lo que antes existía. Y es que la población prefiere el retorno a lo conocido frente a la incertidumbre de lo por conocer. Los seres humanos no han sido hechos para experimentar con su propia existencia (ni la de su descendencia) sino para gozar de la misma, aunque en determinadas ocasiones acepten correr riesgos.
Hacer que el ejercicio del derecho a sufragio se transforme en una manifestación de determinada voluntad requiere, por consiguiente, organización del espectro social. Cuando ella no existe, la realización de cualquier acción se hace poco menos que imposible. De lo cual se desprende que el primer paso para adoptar una estrategia relativa al ejercicio del derecho a sufragio requiere la acción concertada previa del conjunto social. Una voluntad colectiva orientada en determinado sentido.
La idea de la organización conlleva implícita la construcción de una estructura social capaz de pronunciarse acerca de las estrategias a utilizar, razonamiento que es una preocupación presente en vastos sectores de la ciudadanía. No por algo ha expresado el ex presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre Cristián Cuevas, ante la pregunta que le hiciera un periodista acerca de la posible participación en los comicios electorales:
“La primera tarea es construir un instrumento capaz de disputarles a las fuerzas en descomposición. Hoy no somos una amenaza para ellos, porque no estamos constituidos como fuerza”[21].
En efecto, si no fuera por las condiciones actuales, jamás la autoridad daría su consentimiento para la realización de manifestaciones a las organizaciones sociales que se lo solicitan porque, como lo expresa uno de los personajes de Saramago en su obra ya mencionada,
“[…] las manifestaciones nunca han servido para nada, de otra manera nunca las autorizaríamos”[22].
CÓMO REALIZAR LA ESTRATEGIA DE SARAMAGO
Si alguien quisiese aplicar en Chile la estrategia del voto blanco o nulo, antes de todo, debería decidir su participación en las elecciones municipales. Porque, para los efectos de dicha estrategia, tanto éstas como las presidenciales/parlamentarias aparecen como interdependientes entre sí: una pasa a ser el medio; la otra, el fin. Un fin que no se alcanza sin el medio. De manera que si se determina participar en las primeras, el camino a las segundas quedaría automáticamente bloqueado pues no existiría posibilidad alguna de saber si es o no posible enfrentar con éxito las segundas elecciones. En palabras simples: se debe llamar a votar nulo o blanco en las elecciones municipales pues el recuento de dichos votos se presenta como única forma de conocer la fuerza electoral que permitiría enfrentar con éxito las elecciones presidenciales/parlamentarias. Lo cual implicaría sacrificar las elecciones municipales, medida que muchas organizaciones sociales y políticas no estarían dispuestas a adoptar. Y es que, como se verá de inmediato, para gran número de organizaciones, las justas municipales constituyen una lucha por crear embriones de ‘poder local’, lucha a la cual no estarían dispuestas a renunciar. Este sería el primer gran escollo que presentaría en Chile la aplicación de la estrategia de Saramago. Sin embargo, tal escollo es sólo ilusorio: la estrategia de Saramago no requiere sacrificar las elecciones municipales. Porque un porcentaje considerable de votos en blanco o nulos bastaría para deslegitimar a las autoridades electas tratándose de cualquiera de las elecciones.
Pero, ¿cómo convencer a las organizaciones sociales de actuar en función de una estrategia electoral? Este parece ser el segundo gran escollo.
Supongamos que la idea de aplicar una estrategia de ese tipo se hace dominante entre las organizaciones sociales. Si se diese tal supuesto no sólo se estaría en presencia de un embrión de estrategia sino frente al primer gran acuerdo entre las organizaciones sociales y políticas. Y, a la vez, ante el primer principio de unidad entre todas ellas. Pero, ¿bastaría todo ello para iniciar un exitoso camino hacia la victoria? Por supuesto que no. Por el contrario: llama a debatir previamente si una de las elecciones tiene mayor relevancia para el movimiento popular a fin de participar o no en ella. O si son todas importantes. Porque las elecciones municipales no son, en modo alguno, lo mismo que las elecciones de parlamentarios; ni las de éstos las de presidente de la República. Entre unas y otras hay diferencias fundamentales que, a menudo, hacen difícil la renuncia a participar en ellas.
CARÁCTER DE LAS ELECCIONES QUE SE APROXIMAN
Como ya se ha expresado, en el transcurso de este año se realizarán elecciones municipales; dentro del próximo, las parlamentarias y presidenciales.
Las elecciones municipales tienen por objeto la generación de autoridades dentro de la comuna donde opera el municipio respectivo. Dichas autoridades son el alcalde y los concejales. Por el tamaño de su territorio jurisdiccional, dichas autoridades parecen estar más cerca de los habitantes de una comuna; se las considera, por lo mismo, autoridades ‘populares’ y tienen a su cargo la misión de resolver los problemas domésticos de la comunidad. Constituyen, por lo mismo, un foco de poder parcial, limitado a un territorio determinado; en estricta teoría, permiten la participación ciudadana y, eventualmente, la solución colectiva de las necesidades del sector. Por eso, algunas organizaciones sociales y partidos las miran como ‘embriones de poder popular’. De hecho, las elecciones municipales jamás estuvieron regidas por la llamada ‘binominalidad’. En la práctica, sin embargo, tal estimación se muestra un tanto ingenua pues tanto los alcaldes como los concejales son ‘autoridades’, personajes que forman parte de la pirámide jerárquica de la sociedad; contrariamente a lo que se supone, su elección no es ‘popular’ sino reproduce los mismos patrones autoritarios que caracterizan a las instituciones de la sociedad; los partidos se reparten cuotas entre ellos asegurando el éxito de algunos de sus candidatos quienes, en definitiva, no vacilan en eternizarse en los cargos como si se autoestimasen enviados de alguna divinidad. Al igual que los demás candidatos, quienes postulan a ser electos en los cargos municipales sólo pueden hacerlo si cuentan con las cuotas que en virtud de pactos se asignan cada una de las organizaciones políticas. No son muchos los independientes que, gozando del respeto de sus conciudadanos, resultan elegidos.
Las elecciones parlamentarias generan autoridades, al igual que las municipales, pero no son lo mismo; constituyen el ascenso a un estamento mayor, normalmente separado de los habitantes de una región determinada. Los parlamentarios constituyen una estructura generadora de normas; pero, curiosamente, no pueden ejercer su labor a discreción. Porque no tienen libertad para proponer las leyes que les plazca sino dependen en gran medida de las propuestas por el Ejecutivo, y del carácter de urgencia que éste le otorgue a la tramitación de dichos proyectos. Estuvieron regidas por la binominalidad pero, a pesar de haber sido ésta abolida, continúa vigente en los acuerdos de los dos grandes conglomerados políticos que son ‘Chile Avanza’ y Nueva Mayoría’. Los escasos parlamentarios independientes deben sus cargos, por regla general, a cuotas partidarias negociadas previamente con algunas organizaciones políticas.
Finalmente, las elecciones presidenciales. Estas son las más importantes pues se trata de entregar la administración de la nación al representante de un régimen presidencialista. Constituyen el núcleo sobre el cual se apoya toda la institucionalidad pinochetista pues el cargo de presidente fue concebido para un representante de la ideología que dominó durante la dictadura y que continúa perviviendo en la mentalidad e institucionalidad vigente. El presidente tiene la plenitud del poder. De ese cargo depende, en gran medida, la salud política de la nación.
Así, pues, a cualquier decisión relativa a las elecciones necesitan las organizaciones sociales previo es pronunciarse acerca de la conveniencia que representa para cada una de ellas la participación en algún tipo de elecciones como las que se aproximan. El tiempo, no obstante, se les presenta extraordinariamente mezquino.
LOS POSIBLES PASOS A SEGUIR
Unificar a los sectores dominados es una labor más difícil de realizar que si se intentara con los sectores dominantes, acostumbrados a unirse para asegurar su dominación. Lo cual obliga, ante todo, analizar los factores que hacen difícil dicha tarea.
Sin perjuicio de los escollos que hemos enumerado anteriormente, estamos ciertos que uno de los factores de mayor gravitación en el proceso de descomposición del movimiento social es el amplio predominio que ejerce la ideología de las clases y fracciones de clase dominante sobre cada uno de los habitantes del país. En consecuencia, la atomización o segmentación de las organizaciones sociales no es un hecho ajeno a esos avatares: es obra consciente y deliberada de los sectores dominantes que, al estatuir una determinada forma de vida, la hacen predominar sobre el resto social. Cuando esos sectores adoptan determinadas conductas como parte de esa forma de vida (individualismo, competencia, mercantilismo, etc.) dicha ideología baja al conjunto social. Entonces se produce la segmentación de los sectores dominados: pequeñas organizaciones hacen su aparición gobernadas por no menos pequeños caciques, mientras la tendencia a creer en el ‘líder individual’ y no en el ‘líder colectivo’ se impone en las organizaciones de base; y no va a faltar quien, a la manera de los sectores dominantes, moteje de ‘idealismo’ cualquier propuesta cuya viabilidad se desconoce. Del mismo modo, no faltará quien exija la presencia de ‘referentes’ para la construcción de una alternativa al sistema ni quien prefiera ‘creer’ en lugar de ‘razonar’, idea que retrata con fidelidad Cristián Warnken cuando expresa, respecto de los candidatos de la llamada ‘izquierda’,
“Son los «chantas «con los que el país se ha acostumbrado a convivir y a los que en reiteradas ocasiones les hemos dado el voto con la esperanza (casi siempre defraudada) de que podían mejorar”[23]
En el caso chileno, se agrega a esos factores la colaboración prestada por los gobiernos post dictatoriales en cuanto a mantener ciertas medidas estatuidas por la dictadura que impidieron el conocimiento de los temas sociales, como lo fue la prohibición de enseñar en las escuelas Filosofía y Ciencias Sociales.
Ayuda igualmente a esta dispersión la poca importancia que se le asigna a la teoría, elemento básico para la comprensión de lo que es la estructura social. ¿Necesitamos recordar aquí los graves errores que se cometen cuando se considera al socialismo como una forma de estatismo y no como una forma de vida? Sostenemos nosotros que esta carencia de teoría ha hecho emerger una nueva fracción de clase dominante administradora del Estado, integrada por la militancia de los viejos y nuevos partidos populares, que controla el mando de la nación y de los partidos. ¿Podríamos confiar en organizaciones que, desoyendo las enseñanzas de Karl Marx en el sentido de separar a los habitantes de una nación entre compradores y vendedores de fuerza de trabajo prefieren, para separar las distintas clases sociales, recurrir la discutida distinción entre ‘izquierda’ y ‘derecha’? ¿Cómo explicar, entonces, que la ‘izquierda’ a veces, actúe como ‘derecha’ y que la ‘derecha’ lo haga como ‘izquierda’?
Esta tendencia a actuar como lo hacen las clases y fracciones de clase dominantes no se da solamente en el plano político. Se ha extiende como peste en el campo sindical. Basta citar la falta de escrúpulos de quienes, buscando confundir a sus propios compañeros, hicieron que la vieja Central Única de Trabajadores fuese sustituida por una Central Unitaria empleándose abusivamente su sigla para crear la falsa ilusión de la unidad. ¿Cómo creer en dirigencias que hablan de la CUT como si se tratara de la vieja y querida CUT, para justificar su constante sumisión ante el empresariado?
La solución de los problemas nacionales pasa, pues, por la construcción de esa fuerza social unitaria que sea capaz de oponerse al sistema, desafiarlo, vencerlo y colocarse en su lugar o, lo que es igual, reemplazarlo. Y eso requiere de organizaciones sociales capaces de vencer sus propias limitaciones. Eso no significa sino entender la necesidad de reunirse con otras y conversar, contar con dirigentes capaces de poner sus cargos a disposición de las bases y renunciar a ellos si fuese necesario para avanzar en el proceso de unidad. Pero, por sobre todo, con bases responsables, capaces de entender que si va a votar no debe hacerlo por cualquiera persona pues
“[…] votar por un corrupto ya no es ingenuidad. Es complicidad”[24].
Por lo mismo, la labor de unir a las organizaciones sociales y sindicales, que realizara Clotario Blest en 1952/1953, debe intentarse hoy con mayor tesón y desvelo. Es la tarea del momento. La que urge.
Santiago, marzo de 2016
Notas:
[1] Véase nuestro doc. “Comenzando el 2016”, de enero de 2016.
[2] Véase nuestro doc. “Las elecciones que se aproximan: posibles escenarios y eventuales estrategias”, febrero de 2016.
[3] Esta norma se extiende a todo el ámbito que comprende el modo de producción; por ende, al delictual. Al respecto, véase el artículo de Aldo Torres “Todos somos delincuentes”, publicado el 10 de marzo de 2016 3n ‘El Mostrador’.
[4] Muñoz, A.; Velásquez, F. y Aravena, T.: “Los cazamilitantes”, ‘La Tercera’, Sec. ‘Reportajes’, 21 febrero 2016, pág. 4.
[5] Id. (2).
[6] Redacción: “DJ Méndez inicia carrera por Valparaíso y dice que lo han tildado de ignorante”, ‘El Mostrador’, 18 de febrero de 2016.
[7] Redacción: “Recluta Gallegos y Rodrigo Wainraight preparan candidaturas para municipales apoyados por RN”, ‘El Mostrador’, 19 de febrero de 2016.
[8] Joscelyn-Holt, Alfredo: “Política de espectáculo”, ‘La Tercera’, 05 de marzo de 2016, pág.6.
[9] Muñoz, A.; Velásquez, F. y Aravena, T.: Id. (3), pág. 5.
[10] Redacción: “Insulza califica a Longueira de estadista y defiende corporativamente relación empresarios-políticos”, ‘El Mostrador’, 12 de febrero de 2016.
[11] Redacción: “Viera-Gallo sale a respaldar a su amigo Insulza:[…]”, ‘El Mostrador’, 20 de febrero de 2016.
[12] Hormazábal, Ricardo: “La elite se atrinchera y la desconfianza crece como espuma”, ‘El Mostrador’, 10 de marzo de 2016.
[13] Nosotros hemos sostenido que la contradicción principal en la actual coyuntura es entre escena política y comunidad nacional. Esta apreciación se ha visto confirmada por analistas cercanos al pacto ‘Nueva Mayoría’ como lo es la investigadora Marta Lagos quien, en una entrevista que concediera al diario español ‘El País’ vertió expresiones similares a las nuestras (véase el artículo ‘Marta Lagos: “No es izquierda o derecha, la gente va contra las elites”’, diario ‘El País’, 27 de febrero de 2016, versión digital.
[14] Blume Y., Florencia: “Ramiro Mendoza sobre amnistía para casos de financiamiento electoral”, ‘El Líbero’.03 de marzo de 2016.
[15] Arellano M., Jorge: “El estándar Novoa: políticos se abren a “negociar” con la Fiscalía para evitar penas mayores”, ‘El Mostrador’, 22 de febrero de 2016.
[16] Redacción: “Platas políticas: abogado de Ciudadano Inteligente […]”, ‘El Mostrador’, 03 de marzo 2016.
[17] Redacción: “Se agudiza la crisis de confianza en la clase política e instituciones públicas y aumenta la percepción de corrupción”, ‘El Mostrador’, 21 de febrero de 2016.
[18] Redacción: Id. (16).
[19] Redacción: “Los políticos tocan fondo: el 91% cree que tienen poca o ninguna capacidad para resolver los problemas”, ‘El Mostrador’, 23 de febrero de 2016.
[20] En este caso, nos remitimos a lo que, en física, se conoce como ‘autoorganización de la materia’, fundamento de la ‘autoorganización de los sectores sociales’.
[21] López, Hernán: “La izquierda de la Nueva Mayoría perdió la batalla”, entrevista a Cristián Cuevas, ‘La Tercera’, Sección ‘Reportajes’, 21 de febrero de 2016, pág. 17.
[22] Saramago, José: “Ensayo sobre la lucidez”, Alfaguara, Santillana Ediciones Generales, S.L., Madrid, 2004, pág. 75.
[23] Redacción: “Cristián Warnken: ‘Los corruptos de izquierda no alcanzan al descaro […]’”, ‘El Mostrador’, 03 de marzo de 2016.
[24] Hormazábal, Ricardo: Id. (11).
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