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Pablo Lorenzini, un falócrata impenitente, y Ricardo Ezzati, un pastor de vacas gordas

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Las castas en el poder – políticas, empresariales o religiosas – están llegando al colmo del desprestigio ciudadano: nada bueno se puede surgir del derrumbe actual de las instituciones y de las élites gobernantes, resta, por consiguiente, sólo esperar que surja un fuerte y gran movimiento ciudadano, capaz de influir en el fin de la monarquía plutocrática y fundar la república, a través de una Asamblea Constituyente – por desgracia, idea aún lejana en el horizonte -.
Un simple proyecto de despenalización del aborto ha dado margen a toda clase de frases destempladas e improperios por parte de los pechoños, que se encuentran tanto en la derecha, como en el ala conservadora de la Democracia Cristiana y, por supuesto, en la jerarquía de la iglesia católica y, además, de la mayoría de los pastores evangélicos – con el recalcitrante “pastor” Javier Soto, quien está a punto de ir a la cárcel por injurias y calumnias contra Ronaldo Jiménez -.
El diputado Pablo Lorenzini, como si fueran pocos los dichos de los conservadores contra una legislación que nos sacaría de la compañía de los únicos cuatro países donde se penaliza todo tipo de aborto, se lanzó a través de los medios de comunicación, con la siguiente joyita falócrata: “¿Qué es la violación? Producto de algo que no quiso. Hay miles de casos de mujeres que tienen relaciones porque, a lo mejor, tomaron un traguito de más o estaban apenadas, o por las circunstancias que pasan en la vida, que el hombre es muy hábil y las convenció y ella no quería, en ese caso ¿es violación también?”. Estas desafortunadas declaraciones del diputado democratacristiano ha desatado la furia de la mayoría de los chilenos que no profesan el machismo impenitente del diputado Lorenzini.
Las disculpas públicas del diputado fueron aún más desafortunadas que sus declaraciones preliminares: “…metí las patas y mis dichos fueron estúpidos”. El tema de fondo es que el desprestigio de la casta política ha llegado a su límite y que cualquiera de las frases de estos trogloditas termina por provocar la ira e irrespeto hacia estos personajes, expresados tanto en los medios de comunicación de masas, como en las redes sociales – hoy plagados de twitters y memes -.
Por su parte, el cardenal Ezzati, el “pastor de vacas gordas”, el capellán de los empresarios pillines” y aspirante a convertirse en el abogado de la decadente UDI, no logra aún darse cuenta que Chile es un Estado laico desde 1925, y se da el lujo de oponerse a las principales reformas impulsadas por la Presidenta Bachelet y aprobadas por el Congreso. Nadie se explica que este italiano reaccionario sea, nada menos, que el arzobispo de Santiago y que, además, le meta goles, a su amaño, al Papa Francisco – el caso del nombramiento del obispo Manuel Donoso, en la diócesis de Osorno, un cómplice del pederasta Fernando Karadima -.
El reaccionario arzobispo Ezzati, en medio de su fanatismo en contra de la ley de despenalización del aborto, se da el lujo de convocar a los reaccionarios católicos a participar en una especie de “cruzada”, antes contra la reforma educación y, ahora, contra la despenalización del aborto, queriendo convertirse en el líder político de la oposición derechista democratacristiana, que cada día va perdiendo más apoyo entre la ciudadanía.
Nada peor que el clericalismo, aquella tendencia que quiere convertir a la iglesia en un actor político principal y que, finalmente, pretende llegar a una especie de teocracia y, lo peor, bajo la idea de que todo poder emana de Dios. El Partido Conservador de antaño y, en la actualidad la UDI y el ala derecha de la Democracia Cristiana pretenden, en pleno siglo XXI, revivir los peores momentos del clericalismo conservador.
El arzobispo de Santiago, cada día más despistado y limitado para asumir que Chile es un país laico, se permite, nada menos, que dar órdenes a parlamentarios y fieles católicos – que cada día son menos en número – a los primeros, para que voten en contra de las leyes y, a los segundos, para que se opongan, incluso por medio de manifestaciones masivas – nos recuerdan el famoso canto de “a Dios queremos en nuestras leyes, en las escuelas y en el hogar…”.
Para completar el cuadro de la ofensiva pechoña y reaccionaria, sale al paso el rector de la Universidad Católica, el momísimo Ignacio Sánchez, que se da el lujo de amenazar con la negativa de realizar abortos en el Hospital Clínico de esa casa de estudios, sin siquiera entender que la ley sólo despenaliza el aborto y no lo promueve. Pienso que hay una gran dosis de hipocresía en el rector de la PUC, pues a su hospital sólo pueden concurrir personas con dinero, dejando de lado muchos adultos mayores y otros pobres, que sólo pueden ser atendidos en una mala salud pública. Tampoco se entiende que la PUC, que pretende ser una universidad privada de servicio público, no respete una futura ley será presentada al Congreso en el mes de marzo .
06/02/2015

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