El modelo sindical para un país más justo
por Alfredo Armando Repetto Saieg (Chile)
11 años atrás 3 min lectura
De acuerdo a la derecha el sindicalismo es un grupo de mafiosos que nada tienen que ver con la democracia ni con la defensa de los trabajadores. Su origen sería oscuro, un asunto accesorio sin relación alguna con el valor histórico de las demandas “superiores” de la élite. Pero ésa solo es parte de la verdad porque al margen del burocratismo de la CUT, etc, están los sindicatos combativos. Es decir, esta visión en manos de los dominantes es especulación interesada porque busca justificar un régimen universal basado en la lógica del capital al tiempo que se impone- ante la conciencia surgida desde el movimiento social- una dirigencia popular que milita en favor de la participación y movilización de los asalariados.
Es la élite la que desde hace más de cuatro décadas pretende que ignoremos que sus gerentes de recursos humanos se dedican con fruición a impedir cualquier expresión de la organización sindical al interior de sus empresas; ello bajo el auspicio de las políticas de flexibilización laboral cuya aprobación también involucró a dirigentes sindicales que vieron en ésta la oportunidad de aprovechar los espacios de representación como una cuota de poder para hacer sus negocios a expensas de sus representados. Entonces, la democratización es un proceso de desafíos tremendos porque no solo tiene que ver con la justicia en las relaciones laborales sino también con la misma necesidad de plantear un nuevo código de trabajo, que reemplace a este que sigue favoreciendo a la clase patronal.
La reforma involucra la reconstrucción de una estrecha familiaridad entre los intereses del trabajador y el bienestar común. Es un proceso que moviliza toda la potencia de las organizaciones populares y su más alto valor en las batallas. Precisamente la grandeza de estos cambios es que se relacionan con transformaciones de fondo. Pero, el análisis de los mismos nos dice que no olvidemos que son los empresarios los primeros en acercarse a sobornar a los dirigentes sindicales para beneficio propio. Ellos son los que siempre están cuando se trata de buscar gerentes de recursos humanos cuya principal habilidad es el muñequeo político a fin de imponer delegados que defiendan los intereses de los empresarios para a su vez combatir a las bases gremiales que no están de acuerdo con este proceder.
La transformación además involucra la acción del sector público, del gobierno y de sus dependencias; por ejemplo del Ministerio de Trabajo que no puede funcionar como un espacio político del negociado empresarial. De todas maneras, estos hechos no pueden hacernos perder de vista lo central sobre los sindicatos, a saber: que la reforma debe priorizar en la defensa de un modelo basado en la organización, en la gestión y en la participación de los trabajadores en las grandes decisiones que afectan al conjunto del régimen. La reforma sindical arranca, ni más ni menos, con la defensa del modelo popular que lucha contra los bastiones reaccionarios donde incluyo a esos dirigentes que se convierten en cómplices de la derecha duopólica. Todo lo demás es mera especulación, idealismo y autoritarismo, es parte de la “democracia” de muy baja intensidad que nos impusieron por la fuerza de las bayonetas, mediante la violación masiva y sistemática de los derechos humanos de los chilenos.
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