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Independencia Energética de Chile: Una Realidad Posible

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En esta columna se tratarán de abordar algunos aspectos esenciales, que pueden conducir a Chile, a pensar en la posibilidad de desarrollar energías limpias, de manera más amplia, en un escenario, que exige de manera urgente diversificar su matriz energética.

La estructura geográfica de Chile, es caracterizada por la gran diversidad de formas territoriales, donde destaca ser uno de los países con más extenso territorio marítimo, abundan los canales y fiordos en el sur, existe una cantidad impresionante de volcanes (2.900 de los cuales 80 se encuentran activos), zonas cubiertas de grandes lagos y ríos, climas que varían de norte a sur, de este a oeste, etc. En fin, todas estas características, hacen ver que el país presenta las condiciones ideales para el desarrollo de fuentes de Energía Renovables No Convencionales (ERNC), tales como eólica, mareomotriz, hidráulica, solar, geotérmica, entre otras.

No obstante, si se revisan las fuentes de energía que actualmente subsisten en el país, se puede encontrar que la matriz energética, en primer lugar no considera las ERNC como una de sus prioridades, en segundo lugar la diversificación existente es casi nula, y en tercer lugar, que es lo más penoso, la mayoría de las fuentes convencionales de energía son importadas a un precio muy alto.

Prueba de lo anterior, es que el 66% del consumo de energía primaria en Chile se basa en combustibles fósiles, donde su principal fuente, está dada por el petróleo, crudo, gas natural y carbón, del cual solamente el 19% del consumo de esta energía, corresponde a las hidroeléctricas, que dicho sea de paso, el conjunto de éstas fuentes de energías son consideradas como las más contaminantes del planeta.

Si se mira el comportamiento de Chile respecto a toda la Industria Energética, es posible constatar que es un fiel reflejo de la brecha de desigualdad que está presente en la mayoría de los países subdesarrollados, debido a que las fuentes de energía son escasas, los dueños de las empresas productoras de energía son unos pocos, y los beneficiados son también unos pocos, como las grandes empresas mineras que tienen normalmente la prioridad de abastecimiento y quienes están obligados a pagar muy caro son los consumidores finales con la energía doméstica.

No está en discusión la necesidad latente de ampliar las fuentes de energías actuales, sino que esto no puede hacerse en desmedro de la sustentabilidad (hacer todo lo posible para mantenerse en el tiempo). Ciertamente hay proyectos hidroeléctricos que son parte de las energías renovables (pero convencionales), los cuales pueden cumplir con las normas legales, pero esto es solamente una parte de esta madeja, pues resulta primordial tomar en consideración estudios muchos más serios que garanticen como factor fundamental el respeto del entorno social y cultural de los territorios que se intervienen.

Son buenas las luces presentadas por el actual Gobierno al no aprobar el Proyecto de HidroAysén, sin embargo esto representa solamente la punta del iceberg, pues existe una cantidad importante de otros proyectos que están en evaluación, haciendo que de alguna u otra forma vuelvan a aparecer estos Highlander, esto porque, se reúsan a morir, no porque tengan vida eterna, sino que porque se les ha permitido inmiscuirse de alguna u otra forma en el país, queriendo mostrar las cualidades de esa industria como la panacea, que resuelve todos los problemas de abastecimiento energético.

Por otro lado se da la existencia de la llamada Agenda de Energía esbozada por el Ministro de Energía Máximo Pacheco, la cual basa su estrategia en tres criterios que quieren apuntar hacia la sustentabilidad del sistema energético de Chile, los cuales son: la ordenación territorial energética a nivel regional, innovación y crecimiento, y finalmente habla del eficiente uso de la leña. Pero la evidencia empírica obtenida hasta el momento, señala que se necesita muchas más acciones concretas para hablar verdaderamente de sustentabilidad, prueba de ello, es la meta de incrementación de las ERNC que se planteó en Septiembre del año pasado, donde se propone aumentar en un 20% a nivel nacional este tipo de energías hacia el año 2025, lo que claramente resulta insuficiente si se quiere hablar en serio de sustentabilidad.

No saca nada un país con proyectarse a ser desarrollado, tener un Producto Interno Bruto (PIB) en crecimiento, aumentando sostenidamente el ingreso per cápita, ingresar a los clubes exclusivos de países a nivel mundial, etc., etc., si va a seguir exportando materias primas, para después importar productos terminados provenientes de los mismos países del primer mundo a precios mucho más altos.

Tomando en consideración los criterios de sustentabilidad e innovación que se presentan en la Agenda de Energía, Chile hoy tiene la posibilidad de tomar el toro por las astas y atreverse a desarrollar la industria energética, invirtiendo en tecnologías avanzadas, que permitan ocupar de manera eficiente, los recursos naturales que posee. Con esto tiene la oportunidad de exportar tecnología asociada a la ERNC, abriendo una veta de una industria que se encuentra en pañales en el mundo, y en consecuencia, tomar la delantera y de paso ayudar a disminuir la contaminación en el planeta.

Para que esto sea posible, es necesario no caer en la misma trampa de la acumulación de capitales, por parte de los grandes grupos económicos, para ello se requiere de estrategias que potencien en materia de ERNC a las micro, pequeñas y medianas empresas, con el fin de que realmente se tengan los efectos positivos esperados. Esto simplemente para evitar que nuevamente las grandes empresas obtengan el poder oligopólico que han mal utilizado hasta hoy en desmedro de los consumidores finales.

La gran conclusión que se puede obtener de esta columna es que sabemos que Chile es limitado en cuanto al abastecimiento interno de combustibles fósiles, sin embargo, es privilegiado en poseer las condiciones necesarias para desarrollar energías limpias que, sin duda, serán las que marcarán la pauta a lo largo de todo el siglo XXI.

El autor, Guido Asencio Gallardo, es académico, Miembro Núcleo Desafíos Regionales en la Universidad de Los Lagos

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