Perú: La Utopía Republicana para una nueva izquierda (Final)
por La Primera (Perú)
11 años atrás 5 min lectura
Marzo 15, 2014
Mientras el liberalismo combate el intervencionismo del Estado y postula su neutralidad económica, el republicanismo le otorga un papel promotor de la libertad y la democracia y no lo contrapone al mercado. El Estado republicano debe asegurar el ejercicio pleno de la libertad, dotando de condiciones materiales de existencia a todos los que carecen de ellas, promover la virtud cívica y el ejercicio de la ciudadanía, e incorporar mecanismos constitucionales de evaluación y control de los gobernantes elegidos por el pueblo para impedir que gobiernen en función de los intereses de minorías económicas. Debe, además, promover el desarrollo de mercados y ejercer al mismo tiempo una tarea regulatoria para evitar la acumulación de poder económico. El mercado como institución social puede diseñarse para lograr la expansión de la libertad y democracia. Con el republicanismo, entonces, cambiará el modo de hacer política porque se recuperará su carácter de instrumento de justicia social. Así, una nueva izquierda practicante de un nuevo modo de hacer política, no puede ser estatista ni anti-mercado.
Republicanismo y construcción de la Nación
La universalización de la libertad republicana supone la inclusión ciudadana de la mayoría pobre y excluida económica, social y políticamente. Esta exclusión es dramática en países poco integrados o desarticulados como Perú, que responde a un solo Estado pero no constituye una sola Nación. Las elites empresariales y políticas que detentaron el poder de este Estado, perpetuaron la desigualdad de ingresos y de acceso a servicios sociales básicos manteniendo alejada de la modernidad a la población de la sierra y de la selva del país. Con ello reprodujeron su desarticulación económica, social y política impidiendo la construcción de una Nación o comunidad política de ciudadanos libres y con iguales derechos.
La práctica de una democracia republicana en nuestro país debe, por lo tanto, contribuir también a la construcción de la Nación, generándole condiciones materiales de existencia a los pueblos excluidos de la sierra y de la selva, respetando sus derechos y evitando daños al medio ambiente. Este es el requisito para el ejercicio pleno de su libertad y el fortalecimiento de la democracia. Ahora bien, la ausencia o poco desarrollo de los mercados internos, es la otra cara de la perpetuación de la desigualdad y desarticulación del país. Cuando no hay mercados o estos están poco desarrollados –decimos parafraseando al Marx republicano–, las poblaciones pobres y excluidas no llevan en el bolsillo su conexión con la sociedad.
El mercado como institución social puede tener un papel integrador y, por lo tanto, contribuir, con su expansión y desarrollo a la construcción de una Nación integrada social y políticamente, con igualdad de oportunidades y de acceso a la justicia, educación, salud y servicios básicos. Su diseño institucional debe ser compatible con un orden republicano donde los hombres son libres porque tienen las condiciones materiales para serlo, y con un Estado que promueve activamente el desarrollo de los mercados y que los regula para impedir la acumulación de poder económico que es el origen de la exclusión social y política.
Republicanismo y Globalización económica
Nuestro país llegó a la era de la globalización económica sin terminar de construir la Nación. La acumulación desregulada de capital y de grandes fortunas que caracteriza a esta globalización, ha acentuado la miseria y exclusión social de centenares de millones de personas, convirtiéndose así en una seria amenaza no solo a la libertad de estas personas, sino también a la autodeterminación soberana de muchos países del llamado tercer mundo.
El modelo económico neoliberal difundido con esta globalización ha acentuado en nuestro país el extractivismo político y económico. La economía funciona con impulsos externos y con actividades primarias que no respetan la ecología y, por lo tanto, los derechos de los pueblos indígenas. No es endógeno ni contribuye a la articulación del país. Su carácter no inclusivo exacerba la crisis de la democracia representativa porque incrementa la desigualdad y los conflictos sociales, al mismo tiempo que perpetúa la exclusión y la ausencia de condiciones materiales de la libertad de dichos pueblos. Tampoco promueve el desarrollo y expansión de mercados internos; su carácter especializado es contrario a la industrialización y la diversificación productiva.
La libertad y la ciudadanía republicanas son incompatibles con las relaciones de dominación y la dependencia material. La desigualdad resultante de la constitución de poderes económicos, atenta contra la libertad y la democracia. De la misma manera, la soberanía de un Estado es incompatible con la dependencia económica de poderes extranjeros. Sin el uso autónomo de sus recursos naturales para el desarrollo nacional, no hay ejercicio pleno de su soberanía. La convivencia democrática en el concierto internacional, en condiciones de igualdad, y con una economía abierta, supone la existencia de Estados soberanos con condiciones materiales que les permite interactuar libremente.
Entonces, en consonancia con el pensamiento republicano, el carácter nacional de la transformación que requiere nuestro país, tiene que ser una reacción de autodeterminación nacional frente a las presiones de la globalización para desmantelar todos los estándares regulatorios (abaratamiento del costo del trabajo y flexibilización laboral, liberalización total del comercio y de los flujos de capital internacional, estímulos tributarios al capital extranjero, etc.). La autodeterminación nacional, el ejercicio soberano de las políticas económicas y el fortalecimiento de la democracia son incompatibles con esta globalización que especializa y no diversifica el aparato productivo del país.
A modo de conclusión
«Las grandes desigualdades sociales –dice Raventós—son las causas de la falta de libertad. Por esta razón el republicanismo democrático promueve mecanismos institucionales para que la ciudadanía tenga la existencia material, fundamento de la libertad plenamente garantizada». Esto es válido tanto para la libertad del individuo como para la autodeterminación de las naciones
*Fuente: La Primera
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