Kerry y Hollande: ¿síndrome Pinocho y complejo de inferioridad?
por Carlos Santa María (Colombia)
12 años atrás 5 min lectura
26 nov 2013
En política siempre hay que tener clara una categoría que la humanología ha introducido en el análisis global cual es la intención profunda. Se refiere a un discurso que porta un mensaje público aunque en su interior conlleva un deseo diferente a lo expresado verbalmente o por escrito, es decir, puede no haber coherencia entre lo expresado y el real sentido de lo que se pretende hacer, incluso es factible que sea un distractor para engañar al contrario. En estas técnicas fraudulentas hay políticos expertos, especialmente si poseen complejos altos.
Desde esta perspectiva las personalidades son vitales en los procesos políticos internacionales y es su constancia con esfuerzo, además de su claridad o confusión, las que permiten avanzar en situaciones coyunturales o en su defecto impiden el progreso social. La posición de Hugo Chávez en su momento y el legado que deja a posteridad, la férrea decisión de Vladímir Putin por la diplomacia como herramienta de paz, una sólida hermandad con su pueblo por parte de Bashar al Assad para defender la soberanía, son algunos ejemplos contemporáneos de que es factible con líderes del pensamiento crítico adelantarse a los acontecimientos y prevenir la hecatombe nuclear y geopolítica.
En este sentido, los complejos o síndromes son un conjunto de características que afectan a los seres humanos, de modo negativo en la medida que no logran ser superados correctamente y afecta por igual a gente poderosa o débil. La diferencia es que quienes poseen poder alto la pueden utilizar para el servicio o el daño de un pueblo.
El síndrome de Pinocho se asocia a personas que han hecho de la mentira su instrumento vital, pues lo emplean de modo cotidiano. Y aquí John Kerry, secretario de Estado de los Estados Unidos, es un símbolo de cómo la falsedad es una herramienta para manejarse públicamente conjugando las trampas políticas con la hipocresía diplomática. Su reciente afirmación hacia Latinoamérica, a quien nominaba hace pocos meses su «patio trasero», no contrasta con su planteamiento sobre la declaración del fin de la era Monroe (época álgida para el continente americano donde la muerte fue su destino), pues es signo ineludible de una trama teatral o más bien una amenaza soterrada para los nuevos ‘socios’.
Hay que descubrir que el engranaje indica una movida de ajedrez donde se dice algo que no es verídico sino como simple declaración, porque lo que en realidad se pretende es reiniciar una fuerte campaña de injerencia en Latinoamérica a través de países vasallos, entre ellos, Panamá, Colombia, Perú, Chile, México, Honduras. En el caso de Hollande, es una movida del peón en el escenario mundial donde un sujeto acepta sin discusión las órdenes de su amo para recibir los azotes.
Por ello, conocer respecto al complejo de inferioridad es fundamental. La autominusvalía es propia de individuos que se sienten pequeños ante otros y, por tanto, tienen que intentar ubicarse en primer lugar a través de una conducta que los conduzca hacia ese punto. No trepidan, entonces, en destrozar valores familiares, patrióticos, con el fin de estar en la foto del día simplemente. Esta deficiencia los conduce a querer destacar en cada momento o ser tenidos en cuenta, para lo cual quiebran todos los principios éticos existentes.
A la pequeñez de Hollande se unen las dificultades de magnitud que sufre Kerry, lo que se denomina el ‘síndrome de Pinocho’ en tanto la mentira crece su dimensión nasal. Confabulados son un poder inmenso al servicio de la débil argumentación y la lógica de domesticación.
¿Cómo explicar que un presidente autodeclarado socialista sea pecaminoso con los principios de la Revolución Francesa? ¿Es factible entender por qué Francia obstaculiza todas las negociaciones de paz en Siria? ¿Qué pretende hacer negando las posibilidades a Irán? La respuesta es clara: el imperio ha cambiado las fichas de tal modo que ahora delega en esta pieza la labor obstaculizadora para limpiar su imagen y ensuciar a otro que lo acepta sin vergüenza.
Francia, un colonizador por historia, es el tercer país donde existe el mayor número de sionistas del mundo (después de Estados Unidos e Israel); otrora símbolo de la libertad, hoy es exactamente lo contrario debido a una política colonial implacable aplicando todos los instrumentos bélicos y apoyando cada intervención que sea ordenada. Hay que ser nítidos éticamente: el pueblo francés no desea vincularse a la explotación de otros países, aunque su Gobierno sí.
Nunca hay que olvidar que las palabras se las lleva el viento, y estos funcionarios son simplemente ejecutores de políticas más estrictas de enclaves con poder: tanto Kerry como Hollande u Obama (recientemente regañado por Netanyahu), son sujetos subordinados a otros niveles. Por tanto, eliminar la doctrina Monroe es simplemente una treta dentro del juego del ajedrez moderno, donde Francia cumple las labores de esbirro táctico, lo que hace muy bien, aunque desprestigiando al pueblo francés y a su patrimonio cultural de adalid en los derechos humanos.
Afortunadamente América Latina no es la misma de hace 50 años, pues ha evolucionado positivamente cuando han existido políticas sociales de equidad, junto a condiciones positivas como los movimientos sociales y la conciencia de cambio soberana, con líderes ocupados en la ciudadanía y la recuperación de sus riquezas básicas. No obstante, hay que estar alertas ante las amenazas, ya que con la argucia del alacrán que envenena por naturaleza el mundo pacifista debe responder con la inteligencia de la paz.
Cuando recién se celebra con Irán el Acuerdo del Consejo de Seguridad de la ONU (más Alemania), que proporciona una cierta calma mundial, y cuando Honduras demuestra la falta de fiabilidad de un conteo manual que ratifica usualmente a los dueños del poder, no hay que olvidar que la vida continúa y es acertado tener sagacidad para comprenderla en perspectiva. Tal vez retomando la analogía del comentarista Ricardo Cámpora, en relación al caballo de Troya, es factible que dentro de este pueda venir una nueva dosis de golpes y hamburguesas confundidos en el consumismo individualista. Mejor es aceptar las palabras de Paul Craig Roberts, ex asesor económico de Reagan: «EE.UU. ha perdido su credibilidad en todo el mundo y no la va a recuperar a menos que Bush y Obama sean detenidos y llevados a juicio por sus crímenes de guerra».
– El autor, Carlos Santa María, es analista internacional
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