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“Amo demasiado a mi país para ser nacionalista” (Albert Camus)

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El nacionalismo es la antítesis de la  democracia: se trata de exaltar los  complejos de superioridad e inferioridad existentes entre algunos miembros de un Estado-Nación. Los chauvinistas, la mayoría de las veces, recurren a la utilización de estos complejos para asentar gobiernos autoritarios.

Isaiah Berlin nos entrega una visión muy aguda sobre el concepto de nacionalismo que comenzó a dominar la historia política durante la segunda mitad del siglo XIX y gran parte del siglo XX. (Me permito remitir al lector al análisis  de dos obras de este pensador: Contracorriente, ensayo sobre la historia de las ideas,(FCE, Madrid, 2000) y, el segundo, El sentido de la realidad,  sobre las ideas y su historia, (Taurus, 1968). Para este autor, el nacionalismo “es la inflación patológica de la conciencia nacional herida”. La historia sobre el nacionalismo alemán viene a confirmar esta concepción.

El nacionalismo no tiene nada que ver con una política racional, mas bien exalta los sentimientos románticos e irracionales: la nación, la raza superior, el  genio de los pueblos. Estos bajos sentimientos de odio y de superioridad con respecto a los otros pueblos no sólo fue aprovechado por el fascismo italiano, el nazismo alemán y el franquismo español, entre otras concepciones ideológicas, sino también por el sistema burocrático estalinista y las dictaduras latinoamericanas.

Si bien la Revolución de Octubre se basó en principios universales y cosmopolitas, visualizando como necesaria la revolución mundial, al poco andar, Stalin se desvió hacia un nacionalismo, heredero de la Rusia imperial – no en vano, el aporte de este tirano al marxismo está basado en tema de la “cuestión nacional” -.

En Chile, salvo el caso de Jorge Tarud – últimamente también Ricardo Lagos Weber, aun cuando en menor grado – ambos poco lúcidos y letrados para ser considerados intelectuales, el nacionalismo ha sido monopolizado por la derecha más reaccionaria: sus padres son Nicolás Palacios, autor de La raza chilena, libro inspirado en Gobineau, en el cual admira a los pueblos germánicos que se mezclaron con los mapuches, dando por resultado un “roto chileno” sui generis, rubio y corpulento. A pesar de estas sandeces, Palacio tuvo el valor de haber denunciado la Masacre de Santa María de Iquique y admirado al roto chileno.

El racismo de Francisco Antonio Encina no es más que un plagio de la obra de Palacios, ahora con caracteres exagerados y ridículos: Encina desprecia al pueblo mapuche y lo retrata como una raza inferior, también odia al liberalismo y, en consecuencia al  latinoamericanismo. Según este historiador, la guerra contra España, durante el gobierno José Joaquín Pérez, fue la expresión más torpe de la idea quijotesca de la unión de los pueblos latinoamericanos.

Jaime  Eyzaguirre, un historiador hispanista, admirador de Francisco Franco, es el continuador de la ideología nacionalista, desarrollada anteriormente por Palacios y Encina. Este profesor fue capaz de formar una escuela de seguidores – entre quienes se cuenta a Gonzalo Vial, Fernando Silva, y muchos otros, titulados principalmente en la Universidad Católica de Santiago – que continuaron la obra de exaltación de la España de los Habsburgo y del franquismo español.

Tanto Encina como Eyzaguirre escribieron sendas obras sobre nuestras relaciones con Bolivia, en las cuales ensalzan el sentido nacionalista chileno, en menoscabo de nuestras relaciones con Bolivia, Perú y Argentina, principalmente. Esta prepotencia en la relación con nuestros vecinos, desgraciadamente, ha calado en el imaginario nacional, dando lugar  al chauvinismo,  de muy bajo calado intelectual y olvidando que de nuestras relaciones con los vecinos depende,  en gran parte, el desarrollo de las regiones extremas del país. Poco tiene que ver el nacionalismo santiaguino con la realidad cotidiana de las regiones de Arica, Parinacota y Tarapacá, respecto a las relaciones con Perú y Bolivia, y, en el extremo sur, Magallanes y Aysen, en relación con Argentina.

Hay que recordar asimismo que Jorge Prat – quien durante el período de Ibáñez se desempeñó como ministro de Hacienda – fue  portaliano y director de la revista Estanquero, generando un grupo de extrema derecha, del cual formó parte Sergio Onofre Jarpa, el “padre espiritual” de Andrés Allamand.

Si consideramos todos estos antecedentes, no nos puede extrañar la muy mala relación con nuestros vecinos a la cual nos conducido el gobierno de derecha de Sebastián Piñera. Una tontería diplomática como la acaecida con los tres militares bolivianos sólo tiene explicación en la pésima política respecto a nuestros países vecinos, y a un resabio de este nacionalismo de segunda categoría, que ha sido monopolio de la derecha, salvo el ridículo caso del diputado PPD.

22/02/2013

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4 Comentarios

  1. olga larrazabal

    Desgraciadamente Chile en vez de mirar a su vecindario siempre ha mirado a Europa, creyendo que los europeos que son racistas empedernidos, los van a considerar sus iguales. Somos los siúticos de la OECD, usando categorías chilenas décimonónicas.

  2. libertad joan

    Hace algunos años atrás , haciendo un trabajo investigué algunos autores que tenían que ver con los nacionalismos, es así como al azar me encontré con un pequeño librito que me sirvió bastante que se llamaba Al fondo de las naciones o de la nación ya no recuerdo exactamente , lo escribió Jean Daniel un intelectual francés que entre otras cosas ha escrito sobre la utopía marxista. Todo esto se ha venido a mi memoria leyendo el atinado texto de los nacionalismos que exacerban algunos y algunas en pos de las defensas de sus límites geográficos . Hemos escuchado de todo por estos días, con lo que sucede con Bolivia y hemos visto como voces se alzan afirmándose en sus derechos y tratados históricos.Lo que percibo como simple ciudadana que esto podría traernos muchas dificultades con los otros países que también son limítrofes, no en este instante pero en cualquier momento más adelante y creo que podrían crearse algunos problemas.

  3. tatiana lobo

    muy buen artículo, sobre todo en estos momentos en que aumenta el riesgo de caer en las viejas violencias de frontera.

  4. José García Peña

    Hay un proverbio alemán que traducido al español quiere decir lo siguiente:RODEADOS DE TANTOS ÁRBOLES NO PODEMOS VER EL BOSQUE. Lo que quiere decir que hay cosas que se ven mejor,desde fuera que desde dentro.Lo que yo opino desde fuera es lo siguiente : El gobierno de aquel país latinoamericano que reciba más ayuda político-militar de Norteamérica y de Europa es siempre el mayor culpable en cualquier conflicto interno o fronterizo. ¿ Es este el caso del gobierno chileno ?.

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