La verdad de los Luchsinger en territorio mapuche en Vilkun
por Aureliennewenmapuche (Chile)
12 años atrás 9 min lectura
Un trabajo del historiador Martín Correa señala que Adán Luchsinger Martí y sus hijos no sólo compraron terrenos que habían sido arrebatados a los mapuches en Vilcún. También acusa que corrieron deslindes y cobraron en suelos las deudas que los comuneros adquirían en la pulpería de los patrones.
Los fundos de la familia Luchsinger en Vilcún, cinco en total, se remontan a 1906, cuando el colono suizo Adán Luchsinger Martí compró 60 humildes hectáreas a un inmigrante alemán. Más de cien años después, las tierras del clan en esa zona suman 1.200 hectáreas, las que son reclamadas por las comunidades mapuches vecinas.
Son los mismos predios donde murió baleado el joven Matías Catrileo. Porque ni en los agitados años de la Unidad Popular esta familia había visto peligrar, como ahora, sus extensas propiedades. El último atentado al fundo Santa Rosa motivó que, por primera vez en cien años, un ministro del Interior visitara a este clan.
¿Cómo llegó esta familia a Chile? ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Es cierto que usurpó las tierras, como reclaman las comunidades mapuches aledañas? El historiador Martín Correa Cabrera, investigador del Observatorio de los Derechos Indígenas, hoy Observatorio Ciudadano, publicó este año un estudio sobre los inicios de los Luchsinger en Chile y su relación con los mapuches.
Jorge Luchsinger, dueño del Santa Margarita, ha repetido una y otra vez que los campos de la familia están «saneados, oleados y sacramentados», y que ellos dan trabajo a los mapuches vecinos, con quienes no tendrían conflictos, porque los «agitadores son foráneos». En su investigación, Correa aporta antecedentes distintos.
El primer Luchsinger
El clan desciende de Adán Luchsinger Martí, quien nació el 22 de noviembre de 1868 en la ciudad de Engi, cantón suizo de Glarus. Llegó a Chile en 1883 y, antes de Vilcún, se asentó en Quechereguas, actual comuna de Traiguén, 70 kilómetros al norte de Temuco. El 10 de mayo de 1893 se casó con la inmigrante alemana Margaretha Rüff Studer.
Al igual que cientos de otros colonos italianos, franceses, suizos y alemanes, Adán Luchsinger fue «enganchado» en Europa por la Agencia de Colonización. Arribó a Talcahuano, puerta de entrada a la «Mesopotamia» de América del Sur. Con ese nombre se difundía en el viejo continente, en aquella época, a la recién pacificada Araucanía.
En Quechereguas, Adán Luchsinger recibió una concesión territorial de 60 hectáreas del fisco chileno, más una yunta de bueyes, una vaca parida, semillas y madera, entre otros bienes. En esta sencilla hijuela nacieron sus hijos Conrado, Enrique, Carlos y Melchor. En 1906, la familia Luchsinger se trasladó a Vilcún, a 20 kilómetros al oriente de Temuco.
Ese año, Adán compró 60 hectáreas al colono alemán Emilio Quepe y, según consta en el Conservador de Bienes Raíces de Temuco (CBRT), a partir de 1909 el patriarca del clan no paró de adquirir terrenos, hasta totalizar más de mil hectáreas. A su muerte, en 1936, la herencia se dividió entre los cuatro hijos.
De acuerdo al Registro de Propiedades del CBRT, en la actualidad los descendientes de estos cuatro vástagos tienen cinco predios: el mencionado fundo Santa Margarita, de Jorge Luchsinger Villiger; el fundo Santa Rosa Lote 1, de Rodolfo Luchsinger Schiferli; el fundo Santa Rosa Lote 2, de Enrique Luchsinger Schiferli; el fundo Santa Rosa, de Eduardo Luchsinger Schiferli, y otro fundo Santa Rosa, también a nombre de Enrique Luchsinger Schiferli.
Castigo a los mapuches
También de 1908 y 1909 datan los títulos de merced concedidos a las diez comunidades mapuches de Vilcún que rodean los terrenos de los Luchsinger. Se trata de numerosas familias que han denunciado una historia de despojos y usurpaciones, primero de parte del Gobierno chileno de esa época, y a manos de los Luchsinger después.
En efecto, tras la «pacificación», el fisco consideró que los terrenos de los mapuches sin trabajar eran sitios baldíos y los requisó. Si las comunidades acreditaban la posesión de su tierra por el tiempo que la ley exigía, se podían quedar en la «reducción» o «reserva». En eso consistía el título de merced, en un terreno reducido y reservado para indígenas.
En cambio, a las familias de colonos europeos el Estado chileno les entregaba hijuelas de 70 cuadras, más otras 30 por cada hijo varón mayor de 10 años. También recibían los pasajes gratis hasta Chile, tablas, clavos, una yunta de bueyes, una vaca con cría, arado, carreta, máquina destroncadora, pensión mensual durante un año y asistencia médica por dos.
Aquí está la raíz del problema, según el historiador Martín Correa: «Mientras a los mapuches se les castiga y reduce por carecer de medios de trabajo, a los colonos el Estado chileno los apoya, subvenciona y les entrega medios de trabajo».
El problema, asegura, se agravó cuando los colonos demarcaron los terrenos con líneas rectas. Las posesiones mapuches explica Correa siempre se han deslindado a través de accidentes naturales, como ríos, quebradas y alturas máximas. En cambio, las líneas rectas dibujadas en un plano poco o nada tienen que ver con la ocupación real y efectiva de un terreno. De ahí, entonces, las denuncias que recogió el investigador acerca de deslindes corridos «a la mala».
Hora de cobrar
El comunero Moisés Quidel entregó a Correa un relato que viene de sus abuelos: «Antes estaba Adán Luchsinger, Conrado después… La cosa es que antiguamente había poca gente y cerco no había; entonces, como ellos eran de plata hicieron cercos y marcaban donde se les antojaba no más, ¿Y qué iban a hacer los peñis, si no había medios? Y después que cercaron llegó la mensura, hicieron todos los documentos».
Quidel también le contó que Conrado Luchsinger «se instaló con una pulpería y los viejos decían que fue tanto el proceso de reducción, fue tan violento el proceso de poscolonización, que hubo gente que quedó totalmente empobrecida, quedó sin tierras, sin animales, les quitaron todos sus sembrados y ya no podían sembrar nada».
«Entonces, los peñis antiguos prosigue el relato iban a buscar harina para sobrevivir, trigo, sobre todo en las épocas de noviembre y diciembre, de grandes hambrunas. Mucha gente murió de hambre, y ahí Conrado Luchsinger abría libretas y la gente iba hipotecando sus corderos, sus animalitos y sus tierras. Y cuando llegaba la época [de cobrar] salía con carabineros, corría los cercos y así fue ampliando sus tierras, cobrando toda la plata de las deudas de la gente que compraba para sobrevivir. Al tiempo, él llegaba: ‘Tanto me debe usted, y como no tiene con qué pagarme, me paga en tierra’. Eso lo hacía en todas las comunidades».
Jorge Luchsinger, hijo de Conrado, contó en una entrevista a la revista «Qué Pasa» que «nosotros teníamos una pulpería en el fundo. Cada sábado la gente pedía, se le anotaba en el libro y a fin de mes se le hacía la liquidación y se le pagaba el saldo. Empezaron a decir que cobrábamos mucho por la mercadería, que no eran productos de calidad. Después reclamaban que la comida que les dábamos era mala, que tenía gusanos. Tiraban los platos al piso. Fueron las primeras protestas».
Devolución de tierras
Con estas «primeras protestas», el hijo de Conrado Luchsinger se refería a los años de Eduardo Frei Montalva y la reforma agraria, entre 1964 y 1970. Si bien a ninguno de los Luchsinger se les expropiaron terrenos, Jorge devolvió «voluntariamente» algunas tierras a los mapuches. Éstos dicen que fueron pedazos de cuatro o seis hectáreas, nada importante.
Sin embargo, las demandas territoriales tuvieron un gran auge en el Gobierno de Salvador Allende. En 1971, después de cuatro juicios, Jorge Luchsinger debió restituir 56 hectáreas a las comunidades Pedro Tori, Juan Cuyanao, Antonio Canío y Santos Marihueque.
Después del golpe de 1973, muchos latifundistas aprovecharon de «pasar la cuenta» a los activistas de sus fundos, aunque en esos convulsionados años las demandas mapuches no eran de raza. Hay detenidos desaparecidos de ese pueblo, pero las familias de las víctimas no hicieron gestiones judiciales o de otro tipo. Según el Informe Rettig, las causas de esta pasividad pueden haber sido el temor, el desconocimiento de cómo proceder, y una fundamental desconfianza en las instituciones del Estado.
Como sea, la familia Luchsinger estuvo tranquila hasta 1999, cuando la organización Ayjarewe Wenteche, de Truf Truf, sector ubicado al sur del fundo Santa Margarita, protagonizó la primera ocupación permanente de ese predio. Luego, en 2000, vinieron los atentados incendiarios, y a partir de 2005, el predio cuenta con vigilancia permanente de carabineros.
Demanda en Conadi
La investigación de Martín Correa también estableció que sí hay una reclamación por las tierras de los Luchsinger. Ellos insistían en que no había una demanda territorial. Sin embargo, en un catastro de la Conadi (www.conadi.cl/documentos_fondotierras/en%20proceso%20060507.pdf) aparece la comunidad Antonio Caniu en proceso de reclamación del fundo Santa Margarita.
El informe de Correa termina con otro mentís a la supuesta buena relación de los Luchsinger con sus vecinos mapuches. Se trata de un canal de tres metros de ancho por tres de profundidad que Jorge Luchsinger construyó en parte del perímetro de su predio. Tiene casi cinco kilómetros de largo y, según el agricultor, lo hizo para defenderse, porque «no me quedó otra alternativa».
Los mapuches están indignados. «Hizo un tremendo canal con máquina, ¿y qué no se muere ahí? Vacunos, un caballo se nos cayó, conejos, todo cae ahí. Y la veta de agua la rompió en la parte de arriba, nos dejó secos, y en esta parte de acá nos inunda (…)», señalan los comuneros que colindan con el fundo Santa Margarita.
«Es un tremendo daño agregan , echó abajo todo el bosque nativo, había como dos mil hualles grandes, arrasó con todo; así que ése sí que es un gran destructor. En ese canal se llega a caer uno en tiempo de invierno, lleno de agua, hasta ahí no más llega. Pa’l 18 [de septiembre] se cayó uno, Antonio Namuncura, murió ese hombre (…) No vamos a decir que es un gringo buena persona (…) Además, eso que dice de que da trabajo, más de cinco trabajadores no tendrá. ¿Y cuánto les paga? Una miseria. Entonces, él en la televisión lo cuenta bonito, en la prensa, pero no es así».
*Fuente: Aureliennewenmapuche
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espero q todo s solucion en el pueblo mapuche
La verdad es que los trucos de los colonos para pasar de las 62 Há y la vaca a fundos de miles de Há, se pueden ver en el libro «Don Helmuth, el colono» de Carlos Fuenzalida Valdivia
en http://www.scielo.cl/pdf/actalit/n40/art_04.pdf
Esas vivezas las hicieron los colonos de todas las colonias que fueron asentadas en tierras mapuches y es un tema tabú en las familias sureñas, en que todos saben más o menos lo que pasó, pero no se habla de ello. Ahora cierran filas y son solidarios en mantener los mitos, porque todos tienen pies de barro, las autoridades, los chilenos y los colonos y sus descendientes.
Desciendo de colones alemanes (actualmente empobrecidos) y siempre pensé que las colonizaciones europeas en Centro y Sudamérica tenían su origen en el racismo y eurocentrismo predicado por D.F.Sarmiento, para «mejorar la raza» de ahí el apoyo de los Estados liberales. Lo más vergonzoso es que estas ideas siguen vigentes como lo vemos en el genocidio de la Araucanía.
Que devuelvan las tierras a quienes les pertenece, la Nación Mapuche, es la única solución, no hay otra alternativa, que devuelvan lo que los gringos han robado.
Un tema de quilapayun dice: «El gringo roba hasta el aire, roba la tierra y el mar y una garúa de sangra nos moja sin acabar, hay que matar ésta historia con un disparo final».
«BASTA YA»
me imaginaba la historia de los lusi y los de mi raza nadie es violentado sin razon con respeto a su muerte y familia yo vivo en una comunidad lejana con vecinos de unos tremendos fundos y a unos peñi llevan 20 años trabajando nunca le han subido el sueldo minimo, espero q se solucionen los problemas y puedan vivir en paz.
Si esto es una gran verdad. Además de lo que usurpó el Estado, estos extranjeros y colonos siguieron usurpando ahora la escasa tierra que el Estado le había dejado a los mapuche. Algo similar pasó en mi lugar; en Panguipulli, una comunidad que tenía alrededor de 280 hectáreas, de a poco el vecino colono se fue apoderando de esa tierra por cobro de mercadería y al final la institución estatal con la mensura hecha por sus respectivos topógrafos, en el gobierno dictatorial de Pinochet en base al decreto 2568, sólo le reconoció más menos 3 hectáreas a los mapuche.
La causa mapuche no tiene destino..es imposible que el estado chileno les devuelva todo el territorio del Bio Bio al sur a 30.000 personas que son los mapuches que viven en las comunidades de un total de 600.000.Es un delirio irracional que se ha radicalizado por la influencia de grupos internacionalistas de izquerda. El unico camino es el apoyo del estado a las comunidaes para que alcanzen el desarollo economico y social pero siempre dentro del estado de Chile la guerra declarada a Chile por alguno loncos la tienen perdida de antemano.