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Los Derechos Humanos en tiempos de crisis…

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Un 10 de diciembre de 1948 el mundo recibió con beneplácito la Declaración Universal de los Derechos Humanos como exclusivos, intransferibles e inviolables por parte de toda la comunidad humana universal. Varios eventos históricos contribuyeron a este acontecimiento, pero fue la experiencia de las dos Guerras Mundiales  la que significó el punto de inflexión y reivindicación racional para que las naciones en conflictos definieran un conjunto de principios humanistas que aseguraran la paz y el orden mundial. Se instaura un paradigma novedoso y necesario, constituyéndose en sí mismo en fuente de derecho y una nueva forma de relación entre persona humana, sociedad y Estado. Podemos deducir que fue la primera doctrina social con características globalizadora.

Sin embargo, a 64 años de su proclamación, quedan tareas y desafíos por debatir y desarrollar. Sólo me referiré a dos de ellos. El primero es estructural y macrosistémico. El segundo es cultural y existencial. Pero ambos tienen una estrecha relación de causa- efecto y con consecuencias prácticas en nuestras vidas.

La primera es debatir abierta y públicamente la crisis sistémica del mundo occidental con su hegemonía capitalista financiera internacional, bajo la corriente política-económica neoliberal.  Hoy por hoy nadie puede negar el descontento y el malestar globalizado de la ciudadanía y de la sociedad civil organizada frente a las consecuencias que ha producido este sistema: efectos negativos y progresivos en el tema ecológico, medioambiental, energético y alimentario; por otro, efectos inmediatos de precariedad en las familias y de desigualdad entre sociedades interdependientes que poco a poco han perdido su soberanía y autodeterminación. El actual sistema capitalista financiero internacional posee características de ser absorbente, envolvente y antihumano. Absorbente porque succiona y saca ventajas de nuestras mejores energías humanas –el trabajo, la creatividad, el pensamiento- en función de un libre mercado comercial exógeno desprovisto de valores humanistas y sociales. Hoy, la tecnología es una herramienta privilegiada de absorción que no requiere mucho razonamiento. Nos dejamos seducir y absorber por ella porque nos presta un servicio práctico y eficiente, pero no razonamos que gran parte de ella ha sido diseñada para ejercer subordinación, homogeneización y control social. Envolvente porque actúa de forma dominante, tiránica, lucrativa y monopólica a través de una “mano invisible” –al modo como lo definió Adam Smith- que más tarde que nunca termina por esclavizar a personas, familias, organizaciones y sociedades enteras. Es antihumano porque ha deteriorado progresivamente las relaciones humanas a nivel personal, familiar, laboral, social y político. Los valores humanos, familiares y sociales básicos de convivencia han quedado muy vulnerables y trastocados por la corriente avasalladora de la competencia, el egocentrismo, el individualismo y la corrupción.

En la actualidad la rebelión y la desobediencia civil frente a esta crisis sistémica occidental es la protesta global que cada día aumenta en volumen e intensidad. Pero no hay que temer. Más bien es una señal promisoria de cambio de paradigma ideológico, político, económico y social por venir. Algo está en gestación.

El segundo desafío es debatir y posicionarse existencialmente respecto al tema ecológico y medioambiental. Pero no como discurso de moda y oportunista que solo busca acomodarse a las nuevas tendencias posmodernistas, sino como un estilo de calidad de vida distinto al que llevamos ahora. Esto significa –por ejemplo, en Chile- que eliminemos las huellas de carbono y en términos concretos significa revertir nuestra matriz energética de termoeléctricas a carbón por energías limpias o energías renovables y no convencionales (ERNC); significa revertir el actual modelo de desarrollo extractivo de la minería y de algunas hidroeléctricas por otro modelo menos dañino que no requiera las aguas de ríos y napas subterráneas; significa que grandes turbinas y chimeneas industriales dejen de emitir gases tóxicos y contaminantes a la población; significa a corto y mediano plazo revertir los actuales motores de combustión interna altamente contaminantes por vehículos eléctricos, solares o biocombustible. Usted, agregue los suyos.

Pero en términos culturales, referirnos al tema ecológico y medioambiental significa también re-descubrir, re-valorar y respetar la cosmovisión de los pueblos originarios de nuestro extenso y alargado territorio  -de mapuches, lican antay, diaguitas,  aymara, quechuas, rapanui, entre otros- respecto a la mirada y vivencia que tienen sobre la tierra y la naturaleza. Lo que nosotros tratamos ahora de entender, ellos lo poseían desde siempre como parte de su existencia. Mientras estábamos preocupados por adquirir conocimientos, ellos poseían la sabiduría. Poco interés hemos tenido en conocer y valorar sus aportes filosóficos, cosmológicos y tecnológicos.

El equilibrio y la armonía con la Madre Tierra o Pachamama se tornan existencialmente imprescindibles para cualquier cohesión cultural, social, política y económica del futuro. La supervivencia de los seres vivos, de la especie humana y de la propia sociedad depende de la conciencia y movilización por la defensa de los derechos de la Tierra y lo que ella contiene: Humanidad.

– El autor de este Artículo es Diplomado en Derechos del Niño y Políticas Sociales para la Infancia-Adolescencia. En la actualidad es Técnico en Prevención y realiza labores de desarrollo social y comunitario en Iquique.

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